La juventud en España

El Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud, promovido por la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD) presentó ayer el estudio "Crisis y contrato social. Los jóvenes en la sociedad del futuro". Las conclusiones del informe son desoladoras. Muestran a una juventud confusa, perdida ante el desplome de lo que hace sólo unos años era algo seguro. La idea de que estudiar garantizaba un puesto de trabajo. El pensamiento de que la formación (cuántas veces se les ha llamado la generación más preparada) nos ayudaría a encontrar oportunidades en el mercado laboral. La ilusión, en suma, de que los jóvenes podrían tomar las riendas de su vida. La crisis lo ha hundido todo, también esas esperanzas de la gente joven. Esta generación tan preparada que protagoniza un lastimoso éxodo al extranjero, imagen del fracaso de este país. 

El 80% de los jóvenes españoles cree que seguirá dependiendo económicamente de sus padres en un futuro próximo. Sólo un 3% de los jóvenes que están en paro creen posible encontrar empleo en el próximo año. Un 48,6% aceptaría cualquier trabajo sin importarles el sueldo o el lugar. Un 84,9% piensa que es muy o bastante probable que tenga que irse al extranjero. Son sólo algunos de los datos de este estudio, que está basado en 1.000 entrevistas a jóvenes de entre 18 y 24 años. 

El pesimismo invade a la juventud española, que parece no dar crédito al triunfalista discurso oficial. Sólo un 20% cree que la situación macroeconómica mejorará en los próximos  dos o tres años, mientras que un 36% piensa que empeorará y casi un 40% estima que no habrá cambios sustanciales en ese plazo. Preguntados sobre los responsables de esta crisis, un 71% señala al gobierno y a los partidos políticos. Por eso, casi la mitad de los encuestados (un 47%) considera necesario apoyar movimientos que propagan cambios profundos en el sistema económico, social, político e institucional. Un sistema que se está tambaleando, que está en poniendo en cuestión derechos que creíamos adquiridos y que está vendiendo como recuperación económica la permanente precariedad del mercado laboral. 

Una de las conclusiones más penosas del informe, que debería hacernos reflexionar a todos como sociedad, es que los jóvenes afirman vivir mejor que sus padres, por el Estado del bienestar del que, renqueante ya, disfrutamos en la actualidad, pero creen que vivirán peor sus hijos. Es decir, tras décadas en las que España se ha modernizado y ha crecido, en la que las generaciones siguientes vivían mejor que las anteriores, ahora se teme con bastante fundamento que iremos hacia atrás. No cuesta demasiado hacerse esa imagen del futuro. Los sueldos que se pagan actualmente, para quienes tienen la suerte de tener trabajo, son muy inferiores a los que se pagaban antaño. El despido se ha abaratado, y lo que te rondaré. La calidad de vida se hunde. El paro sigue en niveles asfixiantes. El desempleo juvenil está próximo al 50%. 

No se trata del único sector de la población que está padeciendo la crisis. No podemos olvidar a tantas personas veteranas que han perdido sus puestos de trabajo y ven muy complicado encontrar un empleo. Personas con familias a su cargo u otras responsabilidades. Son también otro grupo de la población que está sufriendo esta situación con especial gravedad. Pero, en lo que nos ocupa hoy, la juventud, es deprimente ver cómo esta pierde toda esperanza, cómo son miles los jóvenes preparados que abandonan el país para buscar fuera lo que aquí no encontrarán. Se está desmembrando la sociedad, se están cortando de raíz los proyectos vitales de las personas jóvenes. La crisis está obstaculizando el camino de quienes están llamados a ser el futuro del país. Emanciparse es casi una quimera para la mayoría de ellos y mirar al futuro es un ejercicio de alto riesgo, porque nadie es capaz de vislumbrar una estabilidad apenas similar, no digo ya igual, a la que existía en este país antes del huracán de la crisis y el estallido de la burbuja inmobiliaria. Tendremos que hacer autocrítica, por supuesto. Sabemos que hay miles de jóvenes que abandonaron tempranamente sus estudios para trabajar en la construcción. Como sociedad, tenemos que buscar un modelo económico sostenible. Pero no se ve por ninguna parte que las instituciones estén trabajando en ello.

La falta de oportunidades y esperanzas vitales de tantos jóvenes redundará, sí o sí, en el futuro de la sociedad. Lo hará negativamente. Por eso es tan importante revertir esta situación y por eso es tan asombrosa la irresponsabilidad y la ceguera de los gobernantes ante el drama del desempleo juvenil. ¿Cómo no va a existir desapego hacia las instituciones? ¿Es que se está dando a la juventud alguna razón por la que luchar, por la que creer en el sistema institucional? ¿Acaso hay algún motivo por el que los jóvenes vayan a decidir en esta situación seguir confiando en un sistema en grietas? Más bien resulta chocante que la respuesta social en manifestaciones y movimientos de protesta no sea aún mayor en estos tiempos en los que el futuro se evapora ante nuestras narices. Por cierto, acabo el artículo con Hazte aventurera, una gran parodia del anuncio de Campofrío en el que, precisamente, los jóvenes se rebelan ante la lamentable situación que vive el país. 


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