El francotirador paciente

Desde la primera línea de El francotirador paciente el lector aprecia el estilo propio de Arturo Pérez-Reverte. Esa construcción de los personajes, esa recreación detallista de los ambientes, esos diálogos secos. El regreso del autor tras El tango de la guardia vieja no alcanza la hondura de aquella novela, probablemente su mejor o una de sus mejores obras, pero sí mantiene el listón muy alto. Pérez-Reverte es un novelista experimentado con una habilidad indiscutible para crear historias y contarlas. En este caso, no transita terrenos trillados sino que decide ambientar su nueva obra en los bajos fondos de las ciudades, en la guerrilla urbana de los grafiteros más puristas, los que defienden que "si es legal, no es grafiti".
 
Como en sus obras anteriores, Pérez-Reverte nos deja personajes para el recuerdo. Por un lado Alejandra Valera, Lex, una especialista en arte urbano que recibe un encargo editorial para ofrecer a Sniper, un grafitero reconocido y misterioso al que nadie ha visto la cara, su paso a la legalidad. Al arte de los museos y las publicaciones de calidad. Un encargo complejo, habida cuenta de que Sniper lucha contra el sistema y tiene una concepción del grafiti que no casa con ese arte domesticado por las instituciones o las galerías que representa la oferta de Lex.
 
Sniper es un personaje fascinante porque vive en el anonimato. Él se dedica a hacer encargos peligrosos y una legión de admiradores cumplen sus deseos. En esos encargos de grafitis en lugares imposibles han muerto varios grafiteros que llegaron más lejos de lo aconsejable por seguir las recomendaciones de su líder espiritual, de su venerado Sniper. El grafitero que firma con una mira de telescopio, el francotirador paciente al que alude (o no) el título de la novela. El escritor urbano que está perseguido por un influyente empresario cuyo hijo falleció en una de esas expediciones alocadas que ideó Sniper y que se propagan por las redes sociales e Internet a la velocidad de la luz.
 
Lex seguirá los pasos de Sniper por distintas ciudades. Madrid, Lisboa, Verona y Nápoles son los escenarios por los que transcurre esa búsqueda. El cazador y la presa. La experta en arte urbano, un nuevo personaje femenino muy bien construido por Pérez-Reverte, se implica en el proyecto de encontrar a Sniper y para ello va desentrañando su vida. Lex vive con el recuerdo del amor de Lita, una novia que también era grafitera y que dejó una huella imborrable en su corazón. Habla con grafiteros y expertos de arte urbano de esas ciudades, se aproxima poco a poco, no sin asumir riesgos y peligros considerables, al entorno del grafitero más famoso del mundo. En esa caza se va intuyendo que a Lex le mueve algo más que un interés puramente profesional.
 
Las discusiones sobre el arte y la honesta aproximación del autor al mundo del grafiti son de gran interés. Hay que reconocerle a Pérez-Reverte el mérito de decidir acercarse a un mundo desconocido para él, como ha contado en recientes entrevistas, para ambientar su nueva historia. Conocida es la exhaustiva preparación del novelista de los ambientes de cada una de sus obras. Bien a través de documentación histórica en sus notables novelas que transcurren en tiempos pasados, bien, en este caso, acercándose en el mundo real a grafiteros. Es digno de elogio que explore nuevos territorios y que en ellos halle un mundo de lealtades, amistades, normas no escritas y códigos de esos que tanto le gustan al autor y en los que con tanta soltura se mueve.
 
Consigue el autor que la novela vaya ganando en intensidad, pero manteniendo desde el inicio la atención del lector. Mantiene durante gran parte de esta novela de 300 páginas al lector expectante ante el encuentro entre la experta en arte urbano y el grafitero desconocido y misterioso, carismático. El camino hasta encontrarlo no estará exento de dificultades y riesgos. La resolución de la historia, que naturalmente no voy a desvelar aquí, es muy potente. Se comprende entonces, sólo en las últimas páginas de la obra, qué mueve a cada uno de los protagonistas. Es un final brusco, revelador. Un final a la altura de la solvencia narrativa y la capacidad para crear historias muy bien narradas que atrapan al lector que atesora Pérez-Reverte. Notable novela.

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