El papa Francisco, persona del año para Time

El semanario Time elige al personaje más relevante del año desde 1927. Como todos los rankings y clasificaciones que se hacen cuando un año toca a su fin, este reconocimiento tiene la importancia que se le quiera dar. Lo que está claro es que se trata de una publicación prestigiosa que ha logrado que todos los años su portada dedicada a la persona más destacada sea noticia en todo el mundo. En 2013, el elegido ha sido el papa Francisco. Con esta portada, el pontífice ha ocupado ya tres veces la primera página de la prestigiosa revista, por lo que podemos concluir que Francisco también ha cautivado, como a tantas otras personas en todo el mundo, a los responsables de Time. Como digo, este tipo de reconocimientos y títulos tienen una importancia menor, simbólica, pero pienso que la revista ha captado muy bien todo lo que ha traído Francisco con su llegada al papado. "Muy pocas veces un nuevo jugador en la escena mundial ha capturado la atención tan rápidamente", destaca.

Dentro de las razones por las que se ha elegido a Francisco como persona del año está una que es crucial, por rompedora respecto a sus antecesores, en los nueve meses que lleva al frente de la Iglesia católica, el primer papa no europeo en 1.200 años "se ha situado en el mismísimo centro de los debates más importantes de nuestro tiempo: la riqueza y la pobreza, el juego limpio y la justicia, la transparencia, la modernidad, la globalización, el papel de la mujer, la naturaleza del matrimonio o las tentaciones del poder". Sus antecesores hacían girar permanentemente sus discursos sobre cuestiones dogmáticas, de fe, de rígidos principios morales. Francisco, como acertadamente afirma la revista, no ha cambiado la letra, pero sí, y de qué manera, la música de la Iglesia.

Es muy poco el tiempo que lleva Francisco en el papado, pero son grandes las expectativas creadas por lo que dice y por lo que hace. De memoria, y probablemente me deje más de una decisión relevante o una declaración novedosa, una enumeración de todos los cambios que ha traído el papa argentino sería la siguiente. En primer lugar, adoptó el nombre de Francisco, el santo de los pobres. La revista Time proclama a Francisco el papa del pueblo y esa es la vocación que tiene desde el minuto uno. Su anillo papal no es de oro. No vive en la lujosa estancia del papa, sino en Santa Bárbara, donde se alojó durante el cónclave. Es cercano a la gente, se le ha visto dialogar con ciudadanos en distintos actos y ha dejado a un lado los papeles donde llevaba preparado el discurso para improvisar unas palabras.

Francisco ha sido autocrítico con la Iglesia y muy severo contra el régimen económico capitalista, que deja en el abandono a millones de personas vulnerables. Ha puesto en el centro de la labor de la Iglesia su función más pura y original: dejar a un lado el oropel y acercarse a los que peor lo están pasando. Poner por encima la tarea pastoral de la machacona insistencia sobre cuestiones doctrinales como el aborto o la homosexualidad. Su primer viaje oficial fue a la isla de Lampedusa, donde se comprometió con los inmigrantes que se juegan la vida, y en muchos casos la pierden, en sus viajes hacia Occidente buscando una vida mejor, víctimas de las mafias que trafican con seres humanos, de la misera absoluta en la que viven y de la indiferencia de nuestro mundo. 

El papa ha pronunciado palabras sobre la homosexualidad y el papel de la Iglesia en la mujer que no se recuerdan. Sobre la primera cuestión, uno de los grandes focos de odio de las altas jerarquías católicas durante muchos años, ha hablado con comprensión y respeto. ¿Quién soy yo para juzgar a una persona homosexual?, llegó a afirmar el papa en charla con la prensa en el avión de vuelta de su viaje a Brasil. Sobre la mujer, Francisco ha resaltado desde el principio que debe jugar un rol más destacado en la Iglesia católica. "El genio femenino debe estar donde se toman las decisiones importantes de la Iglesia", afirmó. El papa ha creado un órgano colegiado para asesorarle sobre reformas de la Curia. Se ha mostrado abierto  dialogante. Ha lanzado preguntas a las iglesias de base sobre asuntos, hasta ahora, tabús sobre la familia. También ha tendido puentes con otras confesiones religiosas y con las personas que son ateas. 

El Banco del Vaticano ha publicado este año su primera memoria de cuentas en su dilatada historia. El papa ha apartado de su cargo a un obispo alemán que vivía entre grandes lujos. Francisco también ha dado un paso adelante en la lucha contra la pederastia, haciendo importantes reformas para perseguirla y para ayudar a las víctimas de estos delitos, como la creación de una comisión contra la pederastia. El papa ha sido hasta la fecha coherente con sus discursos, llevando una vida austera, acercándose a la gente, haciendo más de una salida por las calles de Roma para ir a iglesias o visitar a los pobres. Su discurso ha sido contundente, pero no contra las dianas clásicas de la Iglesia, sino contra los excesos y errores de la propia Iglesia. Memorables son sus palabras dirigidas a los obispos en las que les llama a estar al lado de la gente de la calle y no en grandes palacios, alejados de la realidad social. 

El papa ha llamado a las cosas por su nombre y la severidad empleada para arremeter contra el sistema económico mundial es enorme. Ha dicho que este sistema abandona a su suerte a millones de personas, que fomenta el individualismo y aumenta las desigualdades. Que es necesario fomentar la solidaridad y que el Estado regule a los mercados, porque creer que ellos se regularán solos es muy inocente. Y, por último, algo que no es un titular o una medida concreta, pero que sin duda es la gran renovación que ha traído Francisco a El Vaticano: su actitud. Dialogante, cercano, comprensivo, tolerante.El cambio de música al que se refieren en Time. En un mundo tan lleno de vanidad y ego, la absoluta humildad del papa y su disposición al entendimiento y el diálogo, su apariencia de cura de pueblo cercano a sus vecinos, no pueden sino conmover y fascinar, incluso a quienes jamás pensábamos que fuéramos a seguir ya con tanta atención los pasos de un papa. Francisco ha creado tales expectativas con sus primeros meses en el papado que tendrá difícil no defraudarlas. Pero creo que uno de los pocos líderes con un discurso fresco e ilusionante que recordamos en el mundo en los últimos años se ha ganado un margen de confianza. 

Comentarios