El escándalo de UGT

Si los políticos censuraran a sus presuntos corruptos con la mitad de la severidad con la que atacan y exigen responsabilidades a los presuntos corruptos del partido de enfrente, sin duda se habría dado un paso importante para empezar a poner a coto a esta nauseabunda práctica de llenarse los bolsillos con dinero público y darse la gran vida a costa del contribuyente. Si los políticos aceptaran sus responsabilidades cuando les han pillado con las manos en la masa en lugar de inventarse teorías conspirativas y poner paños calientes a sus escándalos, habríamos dado otro pasito adelante. Pero tengo la impresión desde hace tiempo que pedir tal cosa es clamar en el desierto. Pues bien. Estas dos actitudes tan irresponsables, no aplicarse para uno mismo la severidad que se exige para los demás e inventarse manos negras y persecuciones mediáticas, se han repetido en el sindicato UGT al conocerse inquietantes informaciones sobre su financiación en Andalucía

Sí, es cierto que el secretario general de UGT Andalucía dimitió de su cargo ("orgulloso" de su labor, dijo con todo el descaro), pero resulta insultante poner su dimisión (forzada desde Madrid porque Cándido Méndez empezaba a verlo crudo) como ejemplo de una reacción correcta cuando saltan escándalos de corrupción. Nada más lejos de la realidad. El sindicato empezó abriendo una investigación, no para esclarecer aquellas facturas presuntamente irregulares, qué va, sino para descubrir quién era el topo que filtró información sonrojante (tal vez por la vergüenza que le producía ver lo que presuntamente se estaba haciendo con dinero público) a los medios de comunicación, en especial al diario El Mundo. Después, se dijo que se habían analizado todas las facturas y que las cuentas del sindicato, en resumen, están más limpias que la patena, aunque puede que en un par de facturas hubiera algún pequeño desliz sin importancia (devolvieron 25.000 euros a la Junta). Ahora, Francisco Fernández Sevilla, apenas unos días después de decir que todo estaba en orden, anuncia su dimisión. No, no es precisamente un proceso ejemplar de asunción de responsabilidades. 

Es muy grave lo que apuntan estas informaciones de prensa. Estaríamos hablando de una continuación en el tiempo de financiación irregular del sindicato en Andalucía. La Junta reclamará 1,8 millones de euros a UGT, sindicato hermano del PSOE, por facturas falsas. 17 expedientes abiertos para revisar subvenciones por un valor de 7,5 millones de euros. De esas primeras investigaciones que ha hecho la Junta (dice la presidenta Díaz que investigarán hasta el final, aquí se le presenta una buena ocasión para demostrar que de verdad las expectativas de cambio puestas en su llegada al poder tienen fundamento), el gobierno andaluz ha encontrado bastantes sombras en esas subvenciones. Según leímos en El País, se le reclamarán 1,8 millones de euros. 

En su reacción a este escándalo que ha puesto sus vergüenzas al aire (presuntas vergüenzas, si quieren), UGT ha repetido, cual mimo, los actos reflejos tan vistos en los partidos políticos. Lo cual nos lleva a confirmar, nada que no supiéramos, que los sindicatos forman parte de ese sistema abierto en canal, fracasado por la mediocridad y la irresponsabilidad de unos cuantos que incumplen sus deberes constitucionales e interpretan el sistema como un cortijo propio donde repartirse parabienes. Ahí están los sindicatos junto a los partidos (consejos de administración de las cajas de ahorro, de empresas...) y comparten también la ceguera en la que viven los líderes de los grandes partidos. No quieren cambios, no sea que se les desmonte el chiringuito. Atacar su indecencia, dicen haciéndose los ofendidos, es atacar el sistema constitucional. Atacar a quienes se llevan dinero público a manos llenas es atacar la democracia. Atacar a los partidos es alentar revueltas violentas y ser unos radicales antisistemas. Pues bien, idéntica reacción la vista en UGT estos días. Quien osa criticar al sindicato por las vergonzosas informaciones que leemos en prensa cada día está formando parte de una campaña de acoso y derribo a los sindicatos. 

No deberían poder seguir engañándonos más. Desconozco esas presuntas motivaciones ocultas de quienes critican a UGT. Puedo llegar a intuir, por supuesto, animadversión de algunos sectores a los sindicatos en su conjunto. Exactamente igual que la intuyo contra el PP en algunos sectores con el caso Gürtel. Pero no hablo de ese juego cainita y partidista, de bandos y trincheras, tan español. Hablo de que allá donde hay corrupción debe perseguirse y no proteger al presunto corrupto cuando es de los nuestros. Lo reprochable es la práctica en sí de pagarse sus fiestas con dinero público. Y da igual que quien emplee dinero del contribuyente para sus lujos personales sea un político del PP, del PSOE, de IU, de UPyD, de CiU, del PNV; un sindicalista de UGT o CC.OOO; un empresario... Da exactamente igual. Hay que censurar la corrupción que la misma indignación siempre, porque es exactamente igual la gravedad del presunto delito cuando quien lo comete es un adversario político o alguien que tenga el carné de nuestro partido en su bolsillo. Incluso lo lógico sería que se exigieran responsabilidades con más firmeza a aquel que dice defender unos ideales o unos principios comunes a los nuestros y que, sin embargo, están usando como parapeto tramposo para justificar sus trapicheos. 

Los sindicatos son esenciales en un sistema democrático. Su labor en defensa de los trabajadores es clave, sigue siéndolo, tal vez ahora más que nunca. Pero los sindicatos deben hacer bien su trabajo, se financian en gran medida con dinero público y deben poder justificar cada céntimo que reciben de las arcas del Estado para cumplir con la misión que les encarga la Constitución. Otro día hablaremos del papel de los sindicatos estos últimos años y de su imperiosa necesidad de renovarse. Hoy nos limitamos a reseñar lo obvio. Los sindicatos son imprescindibles, pero eso no puede dar carta blanca a sus dirigentes a actuar con opacidad. No pueden utilizar unas siglas o nobles palabras como la defensa de los trabajadores como escudo para protegerse de críticas o para tapar sus vergüenzas. La mejor defensa que pueden hacer de su trabajo es hacerlo de manera honrada, pulcra y ejemplar. Algo que no sé si pueden afirmar ahora. Vistas estas informaciones, no lo parece. Hoy muchos ciudadanos cansados del sistema meten a los sindicatos en el mismo saco que los partidos políticos. Por algo será. 

Con los partidos políticos ocurre lo mismo. Son esenciales para el buen funcionamiento de la democracia que, en palabras de Churchill, es el peor sistema político, excluyendo a todos los demás. Los partidos son los encargados de encarnar la pluralidad política en España. Así lo recoge la Constitución. Pero, igual que sucede con las centrales sindicales, no es tolerable que, como hacen tan a menudo, los partidos políticos empleen como parapeto de su inoperancia y mucho menos de sus corruptelas esa misión constitucional. No. Ellos no son el sistema. Son representantes de los ciudadanos. Tienen un encargo, un papel muy importante y digno que llevar a cabo. Por tanto, si quieren que se deje de atacar a los partidos, que actúen con ejemplaridad, que sean severos con cada atisbo de corrupción en sus filas. Y que dejen de ofender a la inteligencia de la sociedad afirmando que es peligroso el discurso de criticar a los partidos, que eso daña a la democracia y esas patrañas que utilizan para protegerse... Son ellos y esas actitudes las que dañan la democracia. Los partidos y los sindicatos son necesarios. Unos partidos y unos sindicatos ejemplares. O sea, no estos. 

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