Mis memorias, de Miguel Mihura

Es muy recomendable no tomarse nada en la vida demasiado en serio, y a uno mismo, mucho menos en serio todavía. El sentido del humor es, por encima de todo, una demostración de inteligencia y sabiduría. Humor a raudales encuentra el lector en Mis memorias, una suerte de surrealista y disparatada biografía del gran escritor, humorista y periodista Miguel Mihura (1905-1977). Hablamos del creador de La Codorniz, del maestro del teatro del absurdo, de uno de los referentes de lo que se llamó la otra generación del 27, donde le acompañan otros genios como Tono o Jardiel Poncela. Palabras mayores.

Diría que este libro también tiene un punto de ironía, pero el propio autor desmiente esta afirmación, y a ver quién es el guapo que rebate a Mihura, en las páginas de esta hilarante novela en la que relata la creación de la revista de humor La Codorniz. "La ironía es de mala educación; es obra del mal genio, del rencor, de los celos, del resentimiento. Lo satírico es agrio, antipático, es un aguafiestas que llega a una casa convidado y dice cosas desagradables a la gente sin necesidad". ¿Qué es humor, entonces? "El humor es un capricho, un lujo, una pluma de perdiz que se pone uno en el sombrero; un modo de pasar el tiempo. El humor verdadero no se propone enseñar o corregir, porque no es esta su misión... El humorismo es lo más limpio de intenciones, el juego más inofensivo, lo mejor para pasar las tardes. Es como un sueño inverosímil que al fin se ve realizado". 

Y así el lector se sumerge en la surrealista narración de la vida de un genio. Desde el principio ("hoy por la mañana he cumplido sesenta y dos años, y ahora, por la tarde, tengo ya sesenta y cuatro. ¡Cómo pasa el tiempo, demonio"), hasta el final ("y nada más, amigo mío, le envía un saludo bastante despectivo, Mihura."), la obra es muy divertida, tremendamente divertida. Esta reseña buen podría ser una selección  de algunas de las perlas de la obra, aunque quedaría esto muy largo si metiera todas. No me resisto, en todo caso, a compartir algunas de ellas. Por ejemplo, cuando explica Mihura a su manera (que tanto me recuerda, por cierto, a ese glorioso monólogo de Gila en el que cuenta su nacimiento, que le pilló sin su madre en casa) cómo nació. "Cuando yo estaba a punto de nacer, Madrid no estaba inventado todavía, y hubo que inventarlo precipitadamente para que naciese yo y para que naciese otro señor bajito, cuyo nombre no recuerdo en este momento, y que también quería ser madrileño". 

Pienso que siempre hay un momento para cada autor, para cada género. La lectura nos puede regalar reflexión, fantasía, drama, intriga, relato histórico, ficción, realidad... y sin duda también humor. Uno puede reírse a carcajadas también con un libro en las manos. Bien pensado, no hay nada que uno no pueda encontrar en el libro adecuado. Es la grandeza de este apasionante mundo de las letras. En un estilo distinto, pero que tiene en común con esta obra su brillantez, recuerdo que me reí mucho con La conjura de los necios, de John Kennedy Toole. Ya digo, un libro para cada ocasión. Después de leer una historia tan cruda como Intemperie, magnífica novela de Jesús Carrasco, ahora opté por una novela totalmente distinta, por el humor, el surrealismo y la diversión. 

Mihura hace un despliegue de imaginación desbordante en esta obra, donde cada pasaje narrado es más entretenido y disparatado que el anterior. Más perlas de la obra. Por ejemplo esta, ya casi al final. "Vivo en el campo porque así tengo deseos de ir a la ciudad. Si viviese en la ciudad, tendría deseos de ir al campo, y el campo es repugnante". O aquella otra en la que explica cómo entró a trabajar en un periódico, porque sabía escribir la palabra "caballos". "¿Sabe usted escribir? Sí, señor. -¿El qué? -Sé escribir caballo. -¿En singular o en plural? -De las dos maneras, repliqué con osadía, ya que sólo sabía escribirlo en plural, o sea, poniéndole una 'ese' al final de caballo". Y así mil situaciones hilarantes. El matrimonio que tiene hijos noruegos, los críticos de teatro que no entran en el recinto y hacen la crónica desde la puerta, su matrimonio con un notario... Lectura divertida llena de humor absurdo sin pretensiones. El libro ideal si se busca, y es algo que conviene buscar de vez en cuando, sencillamente pasar un buen rato y reírse. 

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