Conferencia política del PSOE

El PSOE celebra este fin de semana una conferencia política en la que los dirigentes del primer partido de la oposición tienen puestas grandes esperanzas. Veremos qué da de sí. La previa a esta conferencia no ha podido ser más desafortunada para la dirección federal socialista, que busca centrar esta cumbre tan sólo en el debate ideológico, en dar un giro radical al partido para volver a situarse en la izquierda y conquistar así a esa parte del electorado que retiró su confianza en el PSOE en las elecciones generales de 2011 y que, según todas las encuestas, siguen alejados de los socialistas. La pésima gestión de la crisis por parte del gobierno de Zapatero y, sobre todo, el comienzo de la política de recortes que el PP no ha hecho sino continuar y ampliar desde entonces que emprendió el gobierno socialista pasan factura. El pasado sigue pesando, como es natural, porque en ese momento el mensaje lanzado por el gobierno de Zapatero, del que Rubalcaba era vicepresidente, es que no tenían una política económica propia, que no podían poner en marcha una respuesta social o de izquierdas, llámese como se quiera, a la crisis, por lo que comulgaron con la doctrina única, con la única vía de enfrentarse a la crisis que ha imperado en toda la UE desde el comienzo de la misma: austeridad y radical contención del gasto. 

Pienso que, dos años después de dejar el gobierno, lo que más sigue lastrando al PSOE entre los españoles es precisamente su labor al frente del gobierno cuando la crisis económica sacudió los cimientos del país y el partido no estuvo a la altura y traicionó en gran medida a sus principios, abriendo la senda de los recortes sociales. Las fronteras entre el principal partido del centro derecha y el principal partido del centro izquierda se han difuminado mucho en estos tiempos de crisis, en especial cuando se vio a un gobierno socialista comulgar con unas recetas que no le eran propias. Por ahí, parece inteligente el empeño socialista en recuperar su esencia. Este propósito debe pasar, sobre todo, por ofrecer a los ciudadanos una alternativa real, creíble, aplicable a la gestión de la crisis del gobierno del PP, que insisto, es continuación (llevada al extremo, sí) de la senda de ajustes que emprendió el gobierno socialista. Ahí está la clave de todo. Que de verdad los españoles puedan volver a creer en el PSOE como partido de gobierno, como alternativa  oferta distinta a la del ejecutivo actual. Hoy por hoy esa alternativa no existe. 

Pero falta una condición inicial, no suficiente pero sí necesaria: recuperar la confianza de los ciudadanos. Es imprescindible y ahí sí que podemos decir, siempre guiándonos por todas las encuestas conocidas (y también por lo que escuchamos en la calle), que la fractura entre el PSOE y una parte importante de la sociedad continúa siendo muy grande. Una parte de su electorado no reconoce en el partido liderado por Alfredo Pérez Rubalcaba a esa formación progresista con sus señas de identidad en la defensa de políticas sociales, con líneas rojas en aspectos como las pensiones, por ejemplo, que traspasaron. Por tanto, aquello que arrastra todavía el PSOE es su incapacidad en el momento en el que estaba en el gobierno de proponer una alternativa real a la doctrina de ajuste duro que impera en la UE. Muchos pensamos también que Zapatero debería haber gestionado de otra forma aquella noche de pesadilla de mayo de 2010 en la que le obligaron desde Europa a dar un giro radical a su política y empezar a hacer recortes duros. Estábamos en una situación penosa, insostenible probablemente, pero España era demasiado grande para caer y si su gobierno se hubiera plantado, o al menos hubiera mostrado una postura de presión frente a las imposiciones de Alemania, tal vez otro gallo hubiera cantado. Sólo tal vez. El caso es que el PSOE no pudo ni supo dar una respuesta propia a la crisis. Ahí sigue estando el meollo de la cuestión. La reforma por vía de urgencia de la Constitución por mandato de Merkel es la mejor prueba de ello. 

También, por supuesto, hay otra cuestión importante. Es de la que no quieren ni oír hablar en la dirección federal del partido y, sin embargo, de la que más se ha hablado esta semana. El PSOE tiene una crisis de liderazgo. Nadie duda de la capacidad de Rubalcaba, un auténtico animal político. Pero su tiempo pasó. Ningún proyecto ilusionante, radical y renovador puede llegar con una persona que lleva en política dos décadas al frente. Es imposible. ¿Cómo va a impulsar Rubalcaba una ley educativa renovadora que mejore el fracaso escolar, por ejemplo, con el pasado que arrastra? ¿Cómo va a ser precisamente Rubalcaba, que ya andaba ahí en tiempos de Felipe González, quien lidere desde uno de los dos grandes partidos la necesaria renovación de la política española? ¿Cómo nos van a hacer creer que será Rubalcaba el que impulse un tiempo nuevo en las filas socialistas? Sencillamente no es creíble. No puede serlo. Tal vez es injusto, pero es así. Rubalcaba dio un paso adelante y se presentó a las elecciones de 2011 sabiendo como sabía todo el mundo que iba a perder. Se comió ese marrón y se presentó a las primarias para liderar el partido, que ganó por un puñado de votos frente a Carme Chacón. Lo cierto es que el PSOE no remonta y con Rubalcaba al frente seguirá sin hacerlo. 

No recuerdo un gobierno que haya tomado tantas decisiones impopulares en tan poco tiempo como el PP. Es un gobierno que ha dado muestras de escasa sensibilidad social, recortando en todo lo habido y por haber e incumpliendo su programa electoral. Desde 2011, ha empeorado la sanidad, la cultura, la atención a la dependencia, la educación y el resto de áreas sociales en nuestro país. Una a una, el PP ha ido incumpliendo cada promesa electoral. El Estado de bienestar, que ya empezó a agrietarse en los estertores del gobierno de Zapatero, muestra ahora riesgo de derrumbe. Para colmo, la trama Gürtel ha sembrado de sospechas muy fundadas a la plana mayor del partido del gobierno. Pues bien, en este escenario el PSOE continúa con su imparable derrumbe mientras que el PP, naturalmente, se resiente en los sondeos, pero siempre por delante del partido de Rubalcaba en intención de voto. Según la última encuesta del CIS, los votantes socialistas dan una nota mejor a Cayo Lara, líder de IU, que a Rubalcaba. La dirección del PSOE puede seguir haciendo oídos sordos a la realidad todo el tiempo que quiera, pero la realidad no dejará de estar ahí. Estará cada más lejos, de hecho. La distancia con la calle será cada vez mayor y si siguen en esta dinámina cada vez tendrán que hacer un esfuerzo menor por no escuchar a la gente de la calle, porque ya estarán lejos. Muy lejos. Esto es aplicable a la renovación de líder, pero también, y sobre todo, a la renovación de políticas. 

Sería simplista e inexacto decir que Rubalcaba es el problema del PSOE. No. Tiene unos cuantos más, por supuesto. Tal vez ni siquiera es el más importante. Pero es uno más. Cambiar de líder es una necesidad. Tienen razón dentro del partido los que señalan que lo más importante son las ideas, los proyectos y las propuestas que se ofrezcan a los ciudadanos, mucho más que quién será el líder de la formación. Pero el cambio de liderazgo parece también una necesidad palpable. Algún líder joven, no necesariamente de edad, pero sí que no esté quemado con responsabilidades y errores de anteriores gobiernos. Alguien que traiga ideas nuevas, que logre conectar con los ciudadanos, que pueda suponer un soplo de aire fresco en el centenario partido, y que tenga las fuerzas necesarias para renovar de verdad la formación, esa de la que en tiempos de González los líderes socialistas decían que era la que más se parecía a España, y probablemente así fuera entonces. Hoy no. Tampoco me atrevería a señalar a ningún otro partido que sea el que mejor refleje a España, ciertamente. Pero está claro que el PSOE ya no ocupa ese lugar ni en sueños. 

Arrastra el PSOE otra pesada carga que sólo calibraremos realmente en próximas citas con las urnas: la crisis del bipartidismo. Los dos grandes partidos de España son cada vez más vistos como dos caras de una misma moneda por muchos ciudadanos. Este sentimiento es en gran parte fruto de la crisis, pero no sólo. Lo cierto es que los ciudadanos observan que el sistema está muy frágil y constata que las dos principales formaciones, que son las que han gobernando y gobiernan en casi la totalidad de las instituciones, son las más responsables de esta situación (gobiernan porque les votamos nosotros, ergo también los ciudadanos somos responsables de ella, habría que decir). Comprueban que se niegan si quiera a debatir la reforma de la ley electoral para hacerla más proporcional. Constatan que construyeron un entramado para enchufar a paniaguados en cajas de ahorro, empresas públicas y tantos y tantos dispendios con dinero público. La impresión que tenemos muchos es que, en el fondo, los dos grandes partidos deben hacer una renovación profunda porque el sistema que ellos han alimentado y cebado para su propio interés, está quebrado, que deben cambiar, en lugar de empeñarse, como hasta ahora han hecho, en mantenerlo todo igual, aunque haya quedado demostrado que esto no carbura.

No sé si el bipartidismo es causante o no de los problemas que tenemos ahora en España. Sí creo que los dos grandes partidos tienen un elevadísimo porcentaje de responsabilidad en ello. Porque cuando toca votar sobre sus sueldos o sus Ipad, todos están de acuerdo. Porque, cuando se acerca un puente, todos arrastran corriendo por los pasillos del Congreso sus maletas antes de levantarse la sesión. Porque, en suma, la desconfianza y el hartazgo de una parte de la sociedad hacia todos los partidos políticos, en especial los dos grandes, está ahí y sin duda es también otro de los retos a los que debe hacer frente el PSOE en esta conferencia política.

¿Necesita España un partido de centro izquierda fuerte que sea alternativa a la gran formación de centro derecha? Es algo que se repite mucho, curiosamente en círculos que están situados más a la derecha. Depende de la concepción del sistema político que se tenga en la cabeza. Si pensamos en una lógica bipartidista, desde luego, sí, es imprescindible que el PSOE esté fuerte y ofrezca una alternativa al PP. Pero tal vez esa lógica, visto lo visto y a estas alturas de la película, no sea todo lo sólida y acertada que hemos pensado los últimos años. Uno tiende a pensar que un PSOE fuerte para España es importante siempre y cuando ese partido demuestre que puede ser útil para la sociedad. Ese y todos los demás. Son los propios partidos políticos los que tienen en su mano demostrar a los ciudadanos con sus hechos mucho más que con sus palabras que son necesarios. Yo no tengo miedo a un escenario de muchos partidos. Con el sistema bipartidista ya vemos a dónde hemos llegado. Quién sabe cómo nos iría de otro modo. Por tanto, si el PSOE logra de verdad construir un proyecto creíble capaz de ofrecer a la sociedad propuestas novedosas y útiles, sí, será muy necesario para España. Si no lo hace, cada vez lo será menos. Quienes tienen la última palabra en una democracia son los ciudadanos con su voto.

El giro radical hacia la izquierda que quiere hacer el PSOE en esta conferencia puede significar dos cosas. Situarse en un plano dogmático en el que se repitan consignas sin demasiado fondo y que consista básicamente en desempolvar viejas banderas o bien construir un proyecto sólido de verdad que sí tenga detrás propuestas concretas. Pienso que el PSOE debería adoptar esta segunda posición. Me interesa mucho más que el partido liderado por Rubalcaba presente una reforma fiscal concreta, por ejemplo, como ha hecho, que una actitud pancartera y de pose retomando viejas reivindicaciones que ya son un clásico en el PSOE cuando le va mal, pero que luego en el gobierno no cambia, como la sempiterna revisión de los acuerdos con la Santa Sede. Puro postureo político. Se puede girar a la izquierda y no quedarse en el tuit ingenioso, en el eslogan simplón, en las ocurrencias, sino ofrecer políticas de izquierdas. En ese sentido, parece poco esperanzador el discurso pobre que ayer lanzó Elena Valenciano, número dos del partido, cuando dijo que de esta conferencia saldrá un PSOE "más rojo, más morado y más verde". Pues eso. Política de titulares. De frases simplonas, de reduccionismo y maniqueísmo. Espero que no sea esto el giro a la izquierda que propone el PSOE, porque supondría posponer algo que tienen pendiente desde que empezó la crisis: poner encima de la mesa un proyecto creíble para combatir la crisis, unas políticas de izquierda que funcionen y que no tengan que retirar en cuanto venga un vendaval. 

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