Compromiso y brillantez en el Campoamor

Un año más  la cultura, el pensamiento, la ciencia, el deporte y el saber se dieron cita en Oviedo, capital mundial del conocimiento con motivo de la entrega de los premios Príncipe de Asturias, los más prestigiosos de cuantos se entregan en nuestro país. De nuevo los ovetenses se han entregado en cuerpo y alma a este prodigioso encuentro de personajes brillantes y comprometidos que, cada uno en su área de especialidad, hacen del mundo un lugar mejor, más habitable. Personas excelentes que son premiadas por hacer bien su trabajo y que ayer hicieron bellas reflexiones sobre sus oficios. Un año más, también, la entrega de los galardones sirvió para escuchar el discurso más personal del año del príncipe don Felipe. En resumen, una tarde completa en Oviedo. Plena de grandes momentos.

Alumbró el Teatro Campoamor con su lucidez e inteligencia el escritor Antonio Muñoz Molina, Príncipe de Asturias de las Letras, que pronunció un bello discurso sobre su profesión y en el que también hubo lugar para añadir una feroz crítica a los causantes de la crisis. Siempre sensato, Muñoz Molina ejerce ese papel de auténtico intelectual libre y comprometido que tanta falta hace en toda sociedad democrática. "Es casi frívolo divagar sobre la falta de correspondencia entre el mérito y el éxito en literatura en un mundo donde los que trabajan ven menguados sus salarios mientras los más pudientes aumentan obscenamente sus beneficios, en un país asolado por una crisis cuyos responsables quedan impunes mientras sus víctimas no reciben justicia, donde la rectitud y la tarea bien hecha tantas veces cuentan menos que la trampa o la conexión clientelar; un país donde las formas más contemporáneas de demagogia han reverdecido el antiguo desprecio por el trabajo intelectual y conocimiento", afirmó. 

En línea con la brillante disertación de su reciente ensayo Todo lo que era sólido, el premiado llamó a que cada cual realice su trabajo con honestidad y buen hacer. "El único remedio aceptable que conozco contra el desaliento del oficio es el oficio mismo. Escribir poniendo artesanalmente en cada palabra los cinco sentidos. Escribir sin concederse la menor indulgencia", afirmó. Y apeló a que todos defendamos lo que tanto costó construir y ahora parece tambalearse. "Es nuestra responsabilidad salvar lo que ganamos gracias a que muchas personas hicieron y hacen bien sus oficios, privados y públicos; y también reflexionar con urgencia sobre todos los errores, todas las inercias y descuidos que necesitamos corregir. En esa tarea los oficios de las palabras podrán ser más útiles que nunca", concluyó. Vibrante discurso. 

No menos bellas fueron las intervenciones de otros premiados, como la de la fotógrafa Annie Leibovitz, premiada en la categoría de Comunicación y Audiovisuales, quien reivindicó "el valor de la fotografía como una actividad seria". Así, explicó que "la fotografía no es sólo algo que queda registrado. Es la expresión de un punto de vista. El trabajo del fotógrafo es expresar ese punto de vista de forma tan acertada y consciente como le sea posible, con su talento, experiencia e intuición. El fotógrafo es quien registra la experiencia de la mirada y la transforma en una imagen duradera". 

En esa misma línea habló el genial cineasta Michael Haneke, premio Príncipe de Asturias de las Artes. "Ni siquiera se puede dar por seguro que mi propio campo de trabajo, el cine, se pueda considerar arte. Desde su invención a principios del siglo pasado, el carácter de feria de la mayor parte de su producción ha hecho todo para impedirlo", destacó, continuando así ese tono crítico tan saludable que adoptaron ayer los galardonados. Ninguna forma artística es capaz de convertir tan fácil y directamente al receptor en la víctima manipulada de su creador como el cine. Este poder requiere responsabilidad. ¿Quién asume esta responsabilidad? ¿Surge la fundada desconfianza de aceptar el cine como forma artística de esta responsabilidad tan frecuentemente no asumida? ¿La manipulación no es lo contrario de la comunicación? La manipulación sirve para muchos fines, no solo políticos. También atontando a la gente uno se puede hacer rico", reflexionó.

Saskia Sassen, ganadora en la categoría de Ciencias Sociales, agradeció el premio a título personal, pero sobre todo por lo que tiene de reconocimiento al mundo del conocimiento, que en palabras de Sassen "hoy está siendo amenazado, no sólo con ataques amplios y visibles, pero también a través de despliegues liliputienses, miles de pequeños cortes. En este contexto, un premio que reconoce la erudición adquiere un significado especial. Donde en períodos anteriores puede haber sido una simple recompensa, hoy día tal premio se convierte en un apoyo activo al saber, un componente de un campo más amplio de la lucha por la autonomía académica.

El resto de premiados fueron la Organización Nacional de Ciegos Españoles (ONCE), que tantos méritos ha hecho por ganar el Príncipe de Asturias de la Concordia en sus 75 años de historia; los científicos Peter Higgs, François Englert y el  CERN (organización europea para la investigación nuclear); la Sociedad Max Plnck para el Avance de la Ciencia en la categoría de Cooperación Internacional y el golfista José María Olazábal en la categoría de deportes. 

El príncipe don Felipe pronunció un buen discurso en el que  habló de diálogo, entendimiento y convivencia entre españoles. Quiso rendir homenaje a los vecinos de Angrois, el pueblo gallego próximo a Santiago de Compostela que dio un formidable ejemplo de solidaridad en la atención a las víctimas del terrible accidente del AVE este verano. Llamó a superar el pesimismo y afirmó que "son muchos, son  millones los españoles que cada día batallan para salir adelante con honestidad, con esfuerzo, con valentía y con humildad; ellos son los que realmente hacen de España una gran Nación que vale la pena vivir, y querer, y por la que merece la pena luchar". El hilo conductor del discurso fue la actitud solidaria de los vecinos de Angrois. Con sus palabras terminó la ceremonia de entrega de los Premios Príncipe de Asturias. Un evento siempre fascinante por la grandeza de los premiados, galardonados por brillar en su área de trabajo y ser un referente para toda la sociedad. 

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