Un día para soñar

No hay mejor lugar para soñar que Madrid. En ningún otro sitio las ilusiones campan a sus anchas con tanta liberad e intensidad como aquí. Subiendo por Gran Vía. Paseando por el Retiro. Gozando del arte en el Museo del Prado. Planeando futuros espléndidos y proyectos soñados en Sol, allá donde se cruzan los caminos, que canta el poeta. Por todas partes van y viene los sueños, las esperanzas de las gentes. Porque de Madrid es quien vive y disfruta Madrid, o sea, todo aquel que pasa por aquí. Nadie es forastero en esa ciudad. A nadie se le pregunta de dónde viene ni a dónde va. Nadie se siente nunca extraño en Madrid. Todo el mundo es bienvenido porque la esencia de Madrid es precisamente esa: que es una amalgama de culturas y personalidades diversas. Aquí cabemos todos. 

Aprovecho cada ocasión para construir torpes cantos de amor a mi ciudad y hoy, cuando Madrid sueña con escuchar esta noche su nombre como ciudad organizadora de los Juegos Olímpicos de 2020, no podía ser menos. Pienso que Madrid merece los Juegos por el esfuerzo realizado en las candidaturas anteriores, porque tenemos un proyecto sólido y convincente, porque los Juegos pueden ser un impulso económico, de proyección internacional y de moral muy fuerte para todo el país. Pero también, ya lo dije el otro día, por cuestiones algo más irracionales. Amo a Madrid y a su gente. Esta ciudad acogedora, moderna, cosmopolita, única, merece unos Juegos Olímpicos. 

Merece un nuevo gran evento mundial como este para seguir construyendo su maravillosa historia. Para que mañana los madrileños tengan un nuevo hito que sumar a la historia de su ciudad. La del pueblo con pocos habitantes convertido en capital de un Imperio. La historia de una ciudad que se levantó ante el invasor hace doscientos siglos. La historia de una ciudad que ha acogido a habitantes de toda España y de muchos otros países, siempre sin tildar a nadie de extranjero ni hacer de menos a nadie. Una ciudad por cuyas calles ha paseado la historia de España desde hace muchos siglos. La ciudad de las letras, del arte, de la cultural, de la Movida, del teatro. La ciudad de la ilusión, del deporte, de la esperanza. La ciudad donde mejor se puede soñar, donde se toca el cielo

Me costaría elegir qué es lo mejor de Madrid. Hablaríamos de sus mil y una ofertas culturales y de ocio de todo tipo. De sus excepcionales monumentos, de sus parques, de todos esos escenarios bellísimos que nos regala la ciudad. Saldrían a relucir muchas virtudes de este trocito de cielo pegado en el suelo, como dice la canción. Pero probablemente lo mejor de Madrid es el espíritu, el alma de Madrid. Ese espíritu acogedor del que hablo y que han sentido y sienten en sus carnes miles de ciudadanos de toda España y parte del extranjero que buscaron y hallaron su oportunidad en Madrid. Un futuro mejor en esta ciudad donde vivir es todo un privilegio, una bendición. 

No soy muy patriotero ni sensiblero en cuestiones de naciones, pienso que el apego a los territorios es cosa bastante ñoña y absurda. Detesto los nacionalismos y el apego fanático al territorio de uno, cuando hay tanto mundo y tan interesante ahí fuera. Pero, si de algo puedo sentir y siento cierto orgullo, es precisamente de esa forma de ser de los madrileños, de esa disposición acoger a todo el mundo, de no señalar a nadie como extranjero, como distinto, que está en el ADN de mi ciudad. En Madrid no se juzga a nadie. Se puede ser cómo se quiera. No te mirarán extraño. No te harán sentir forastero. No veo, pues, contradicción entre esta pasión que siento por Madrid y mi posicionamiento escéptico ante nacionalismos y cariños a territorios. Porque Madrid es la combinación de todas las personas que han pasado por aquí y vienen para quedarse. Madrid no es algo excluyente, todo lo contrario, la esencia de esta ciudad se construye con la mezcla de culturas, con la aceptación de las diferencias de cada cual, con la convivencia de todo el mundo, sea como sea y de dónde sea cada uno. 

Podríamos decir incluso que Madrid no es un lugar geográfico. Eso que me enamora de Madrid es una actitud. Un sentimiento de respetar al diferente, de dejar vivir a cada persona la vida a su manera, de aprender de los demás, de ser una ciudad viva y siempre dispuesta a abrazar a la cultura en todas sus formas. Creo que este Madrid merece unos Juegos Olímpicos. Cada día me hace más feliz vivir en Madrid. Una ciudad especial y particularmente propicia para soñar. Soñemos hoy todos juntos y disfrutemos con la aspiración de poder vivir una gran fiesta esta noche, como tantas otras que ha disfrutado y disfrutará la Puerta de Alcalá, ya saben, esa que lleva siglos viendo pasar el tiempo. ¡Vamos, Madrid!

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