Siria: entre lo malo y lo peor

La actualidad internacional ha girado esta semana, y así continuará siendo, sobre la más que posible intervención internacional en Siria. Estados Unidos anunció que el uso de armas químicas en aquel país sería respondido. Desde entonces, el Parlamento británico echó atrás el plan de David Cameron de respaldar el ataque estadounidense. Una situación poco frecuente y en la que, al igual que ocurre con la actuación de la Administración Obama, pesó mucho el recuerdo de la guerra de Irak. Porque, aunque nadie puede negar que la situación de alarma humanitaria existente en Siria actualmente es infinitamente más grave que la de Iral entonces y también resulta bastante irrebatible que el régimen de Al Assad tiene armamento químico y que lo ha usado contra su población, al final es cierto que no cuesta demasiado ver paralelismos con ese desprecio a la legalidad internacional y esa burda mentira que sirvió para adornar la ilegal guerra iraquí.

Estados Unidos ha perdido a uno de sus aliados clásicos, el más fiel de todos ("perrito faldero", se llama despectivamente al Reino Unido por su seguidismo a la política internacional estadounidense, no sin cierta razón), y esa es la última complicación que le faltaba a Obama, quien jamás quiso intervenir en Siria. El país está en retirada de las guerras en las que lo metió Bush, el presidente ve muchos más riesgos a una intervención en Siria que posibles ventajas, detesta que se le pueda echar en cara semejanzas con Bush (otra más) por ese ataque. Ahora se suma que el Reino Unido no le apoyará. Sí parece dispuesto a hacerlo el presidente francés Hollande. Con todo, John Kerry, secretario de Estado de Estados Unidos criticó ayer con dureza al régimen de Al Assad, anunció que tienen pruebas de que ha atacado con armas químicas a la población y declaró que una actitud así será respondida. "Este crimen contra la humanidad es asunto nuestro", declaró en una de esas afirmaciones que tanto hacen por afianzar la imagen de Estados Unidos como policía del mundo, como país que maneja los hilos de todo el mundo y siempre interviene en el extranjero desde una cierta superioridad moral, autoproclamado garante de la seguridad y la libertad. 

A estas alturas de la película no voy a defender las bondades de la política internacional estadounidense o sus nobles intenciones. También es verdad que esta última semana he visto ciertas actitudes extrañas. Personas que parecen haberse enterado ahora de que en Siria hay una guerra, y sólo porque Estados Unidos ha decidido intervenir. Personas, en fin, que proclaman "no a la guerra" con especial ímpetu si el que dispara es el ejército estadounidense, como si los misiles de Al Assad no mataran, como si en Siria no hubieran muerto estos dos últimos años 100.000 personas. Digo yo, que eso que hay en Siria es una guerra. Digo yo, que igual de censurable y terrible. 

Cualquier escenario en Siria es malo, empezando por el de que no cambie nada y el país continúe desangrándose en una guerra civil con connotaciones sectarias, con un gran riesgo de extenderse más allá de sus fronteras y con un creciente radicalismo en las filas de la oposición. Hay sectores de los rebeldes que son islamistas radicales. Al Qaeda está infiltrada en ese grupo. No se trata ya sólo de que exista una alarmante división entre los opositores que les impida ponerse de acuerdo, aunque sea con un pacto de mínimos, sobre su posición. Lo terrible es que, precisamente en gran medida porque la comunidad internacional ha dejado que el conflicto su pudriera, cada vez hay más radicales entre la oposición. No se puede pretender dejar desangrarse a un país, que se destruya por completo y entre en una dinámica de violencia, guerra, atrocidades y represión y que esto no se traduzca en un incremento del radicalismo y en una pérdida de peso de las corrientes moderadas en las filas rebeldes. 

Al Assad es un tirano despreciable y debería pagar por sus crímenes contra la humanidad. En eso, espero, estamos todos de acuerdo. Las críticas a la intervención de Estados Unidos llegan sobre todo por no respetar a Naciones Unidas, sobre todo por no esperar al dictamen de los enviados a Damasco para verificar el uso de armas químicas, ya que ni el más cándido puede esperar que China y Rusia levanten su veto a cualquier condena al dictador sirio en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Es una crítica razonable. No casa decir que se respeta a la ONU, pero acto seguido afirmar que se va a seguir el calendario previsto y que la ONU no va a decir nada nuevo que ya no sepan, como ayer declaró Kerry. 

Optar por la vía de la diplomacia y del diálogo, defienden muchos. Siempre debe ser la primera opción y se debe buscar infatigablemente que este tipo de conflictos terminen de una manera pactada. Pero, como bien sabemos, todos y cada uno de los intentos de mediación en el conflicto sirio han fracasado. No olvidemos las reuniones de Kofi Annan con Al Assad y cómo el tirano se comprometía a firmar altos el fuego que jamás respetaba ni tuvo la más mínima intención de hacerlo. Las misiones mediadoras en Siria han fracaso y mucho me temo que ya estamos en un punto en el que resulta una quimera utópica sentar en la misma mesa al sanguinario dictador con la radicalizada oposición. No parece posible. Como también parece desvanecerse cualquier opción mínima de formar un grupo moderado de la oposición que liderara la transición democrática en Siria, o al menos que diera voz a esa parte de la población. Se ha intentado y existe un órgano que representa a la oposición siria, pero hay duelos internos en las filas de los rebeldes y un riesgo de que el conflicto siga ganando complejidad. 

A mí lo que me parece más denunciable de la actitud de Estados Unidos es que en ningún momento parece decidido a intervenir en la guerra siria para frenar las matanzas diarias que desangran a todo un país. El gobierno estadounidense ha dejado claro que su intervención será puntual, medida en el tiempo y limitada. Un mero mensaje de castigo, un tirón de orejas a Al Assad, no por las decenas de miles de muertes que ha provocado, sino por haber usado armas químicas. Casi, casi es decirle al tirano que puede seguir masacrando como hasta ahora, pero que no lo haga con armamento químico; y casi, casi es decirle al mundo que la desesperada situación en Siria le importa relativamente poco, pero que en su partida de ajedrez, en sus intereses geoestratégicos, un uso de armas químicas debe ser castigado porque si no algún país del eje del mal puede pensar que este tipo de actitudes quedarían impunes. 

Llevo dos años escribiendo sobre Siria en el blog y casi desde el comienzo he clamado al cielo porque me indignaba nadie en la comunidad internacional hiciera algo serio y creíble para frenar la vorágine de muerte y destrucción en la que entraba Siria. He criticado la actitud cómplice con el tirano Al Assad de Rusia y China, corresponsables de las muertes provocadas por su protegido dictador. He censurado que los líderes mundiales hayan puesto a Siria siempre en un segundo plano, ajenos a la descomposición del país. Detesto las guerras y jamás recibiré con júbilo noticias de intervenciones militares, pero creo que es necesario que el mundo haga algo para intentar resolver el terrible escenario que vive Siria. Siempre lo he creído. Ahora, Siria se debate entre lo malo y lo peor, entre los malos y los muy malos, entre el futuro espantoso o el horizonte desesperanzado. Desgarrador y trágico panorama. 

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