Cine del AVE

El pasado viernes pasé un día inolvidable en Barcelona. En la ida y el regreso del AVE, y no es ésta la razón por la califico de inolvidable aquella visita exprés a la ciudad condal, vi sendas películas. Ninguna de las dos excepcionales, a decir verdad, aunque con diferencias entre sí. Como llevo tiempo sin ir a las salas y el lector asiduo del blog conocerá ya mi afición por escribir de cada película que voy a ver al cine, hoy haré dos mini críticas de las dos cintas que pude ver en el tren.

Primero, El pacto, una americanada bastante sosa y completamente prescindible. Lo de americanada no lo digo con ánimo de desacreditar al cine de Hollywood en su conjunto, ojo, no soy tan estúpido, sino como categoría en la que incluyo cierto tipo de películas de un nivel bastante deficiente. Considero que se ajusta a este tipo la película protagonizada por Nicolas Cage. Precisamente la pésima actuación de este actor es bastante decisiva a la hora de valorar el filme. Espantosa y nada creíble interpretación de Cage. Una rémora considerable teniendo en cuenta que es el actor protagonista de la cinta y que la historia, muy flojita, gira en torno al dilema moral del personaje de Cage.

Will Gerad es un profesor de instituto defensor de los principios y el comportamiento recto que vive en Nueva Orleans junto a su esposa, Laura (una más presentable January Jones). Ésta es agredida sexualmente una noche y, en el hospital donde es ingresada, Will es interpelado por un extraño personaje. Un tal Simon que dice representar a una organización secreta que se encarga de impartir justicia contra criminales de esta calaña. Así se presenta a Will. El maestro intachable decide aceptar la propuesta de Simon, consistente en quitar de en medio al violador de su mujer a cambio de devolverle el favor algún día. En ese momento, Will se siente atrapado por la organización. El planteamiento inicial de la película puede resultar atractivo, pero el desarrollo defrauda. No es creíble y el resultado es bastante mejorable. Una película palomitera carente de muchas cualidades para ser un thriller mínimamente recomendable. 

Bastante más me gustó, aunque tampoco era difícil que lo consiguiera, la película que vi en el AVE de vuelta a Madrid. Katmandú, un espejo en el cielo es una interesante historia de Icíar Bollaín. Me encantó su filme También la lluvia y esta cinta tiene ciertas similitudes con aquella aunque, desde mi punto de vista, tiene un nivel menor. Basada en hechos reales, cuenta la historia de Laia, una profesora barcelonesa que viaja a Katmandú (Nepal) y decide volcarse para intentar dar una educación digna y de calidad a los niños y niñas de aquel país, en especial, a los más necesitados, pertenecientes a la casta de los intocables, los que no tienen derecho a nada. 

Colaborará estrechamente con la maestra local Sharmila, con quien tendrá debates sobre las diferencias culturales de sus civilizaciones y sobre el papel de la educación. Precisamente ahí está la gran virtud del filme, esa reivindicación de la enseñanza como motor para cambiar las sociedades, como la herramienta más poderosa para conseguir un futuro mejor para esos niños que no tienen nada y viven en la pobreza extrema. La fuerza en la interpretación de Verónica Echégui consigue transmitir esa pasión y esa entrega absoluta de su personaje por la causa de educar a los niños más pobres de Katmandú. 

Tiene mucha sensibilidad y la historia que narra es muy potente. Película emotiva que, no obstante, también tiene algún que otro defecto. Hay situaciones y diálogos que chirrían, en ocasiones parecen demasiado estereotipadas. Se aprecia la pasión de Laia por los niños necesitados y por el país que descubre y la enamora, pero en ese choque de culturas hay escenas no del todo bien resueltas. La relación de Laia con su marido de conveniencia, del que termina enamorándose, también tiene un gran interés. El balance general es positivo. Primero, por la intención de la película. Segundo, por lo cierto que es el fondo que esconde, esa reivindicación de la educación como motor del cambio y esa denuncia de las condiciones pésimas en las que viven millones de niños en todo el mundo. Y tercero, porque en esta película se aprecia el talento de Icíar Bollaín, una gran cineasta que siempre conmueve con sus historias, aunque a veces puedan pecar de ser excesivamente intensas o pretenciosas. Una buena historia de una directora que siempre conviene seguir de cerca. 

Comentarios