Reflexiones y dudas de una renuncia

El debate político español se centra desde ayer en el sorprendente anuncio de José Antonio Griñán, presidente de la Junta de Andalucía, de que no se presentará a la reelección en las próximas elecciones autonómicas. Además, quiere activar ya el proceso de primarias que elija un nuevo candidato para la cita con las urnas, a tres años vista, si no hay adelanto electoral. La renuncia de Griñán genera muchas preguntas. Primero, sobre las razones por las que ha tomado esta decisión. Después, sobre por qué lo ha anunciado ahora. En tercer lugar, hay dudas sobre qué posibles implicaciones podría tener este paso atrás del presidente andaluz en el pacto de gobierno del PSOE con IU. Y, por último, la inevitable lectura nacional que se hace de esta renuncia. No debió de alegrarse mucho Alfredo Pérez Rubalcaba con esta noticia. 

Griñán aseguró que toca dar paso a personas más jóvenes, a "savia nueva". Hasta se puso poético para describir metafóricamente que para que un avión alce el vuelo necesita un nuevo piloto . Se definió como un político de la Transición, del pasado. También se mostró partidario de reducir a dos el número de mandatos al frente del gobierno autonómico, porque entiende que el presidente debe "renovarse periódicamente". Griñán, de 67 años, piensa en Susana Díaz, su número dos en la Junta, como posible sucesora. Está decidido a abrir de inmediato un proceso de primeras para elegir a la persona que se pondrá al frente de la candidatura socialista para las próximas elecciones autonómicas. ¿Será también esa persona quien ocupa la secretaria general del PSOE andaluz? ¿Pilotará Griñán ese periodo de transición? 

¿Por qué anuncia ahora esta decisión? Puede ser para que el nuevo candidato/a se presente, digamos, a los andaluces. Tenga suficiente tiempo como para postularse como futuro cabeza de cartel del partido. Pero parece demasiado pronto. Si no hay adelante electoral, faltan 3 años. Esto puede dar lugar a situaciones de interinidad poco deseables en el partido. Con el anuncio de ayer, parece inevitable preguntarse si el pacto de gobierno entre PSOE e IU podría resentirse por esta renuncia. Es más, ese posible debilitamiento en la coalición entre los dos partidos de izquierdas podría no ser una consecuencia de la renuncia del presidente, sino una causa de la misma. Griñán puede prever problemas en la negociación del presupuesto de 2014 con sus aliados de IU y puede estar pensando en un adelanto electoral como hipotético escenario que quiere tener bien cubierto con el nuevo candidato socialista a la Junta. Por ahí, se podría interpretar este movimiento como una decisión estratégica para esa eventualidad de una ruptura del acuerdo de gobierno no pille con el pie cambiado al PSOE. 

En clave andaluza, el escándalo de los ERE ha debido de pesar también en esta decisión de Griñán. Es lo que cree el PP y, ciertamente, cuesta mucho no pensar que algo de ello ha debido de pesar en la determinación del presidente andaluz de no repetir como candidato socialista a la presidencia de la Junta de Andalucía. Un caso de corrupción tan nauseabundo como el de los ERE, con ex miembros de la Junta implicados y con responsabilidades políticas, al menos, exigibles a los máximos responsables del gobierno autonómico andaluz en aquel momento, entre los que naturalmente se encontraba Griñán. No presenta su renuncia como una consecuencia de este escándalo, pero las revelaciones sobre el caso de corrupción desgastan irremediablemente al gobierno andaluz. Por últimos, parece que también puede haber motivaciones personales detrás de la renuncia. Al fin y a cabo, Griñán cumplirá 70 años cuando termine la legislatura. Una edad como para pensar en la retirada de la primera línea política. 

También está la opción de que lo que contó ayer Griñán sea sencillamente una convicción política. Ni una manera de presionar al secretario general del partido, ni un movimiento estratégico por causa de los ERE u otras circunstancias políticas en Andalucía. Simplemente, puede ser que el presidente andaluz, que cumple su segundo mandato al frente de la Junta, considere sano para la democracia que el puesto de presidente tenga una limitación de ocho años. Que, como explicó ayer, piense que la política necesita una renovación y que es saludable y positivo que se den cambios de liderazgo cada cierto tiempo. Algo que en otros países con consolidada trayectoria democrática es tradición y que aquí en España todavía suena algo raro. La renovación es necesaria, sin duda. Cosa distinta sería el análisis de su presumible sustituta, Susana Díaz, política profesional que ha estado al lado de Griñán estos últimos años. 

En clave nacional, la renuncia de Griñán obliga a mirar a Rubalcaba. La intranquilidad vuelve a adueñarse de la dirección federal del PSOE. Su secretario general explicó ayer que conocía la decisión del presidente andaluz porque se la había comunicado antes de anunciarla en el Parlamento regional y que le parecía "atinada". Eso sí, contó que tanto Griñán, presidente del PSOE, no lo olvidemos, como él consideran que esa decisión es "por y para Andalucía" y que no implica cambio alguno en el calendario previsto dentro del PSOE. 

Lo que sucede es que, voluntariamente o no, todas las palabras de Griñán se adecuaban a la perfección a la realidad del PSOE a nivel nacional. Renovación de caras, políticos del pasado, necesidad de ofrecer ideas nuevas y nuevos pilotos para conducir la nave del partido. Griñán hablaba de él, pero bien podrían aplicarse esas mismas palabras a quien lleva décadas en la primera fila política y ahora es el secretario general del PSOE. La decisión del presidente andaluz tendrá repercusiones, sí o sí, en el PSOE. Cómo no va a tenerlas si afecta al actual presidente del partido y a la federación socialista más importante y numerosa, la andaluza. Naturalmente que afectará. 

Además de todo eso, esta renuncia reactivará el debate nunca acabado, pero estas últimas fechas silenciado o pospuesto, sobre la renovación de caras en el PSOE. Todas las encuestas señalan que la dirección comandada por Rubalcaba no convence. Los socialistas no tocan fondo y cada vez ven más próximo en el retrovisor a Izquierda Unida. Es necesaria una renovación de proyectos para recuperar la confianza de los ciudadanos, por supuesto. Mucho más relevante que la renovación de caras. Pero, ¿sonará convincente un debate de ideas si no va acompañado de un cambio en los puestos de mando, de la introducción de savia nueva? 

No parece que convenza demasiado que quien hace dos décadas ya fue ministro con Felipe González sea ahora el encargado de ofrecer novedosas y rompedoras propuestas al frente del PSOE. Por una cuestión de imagen, fundamentalmente. Rucalcaba ha sido un político de gran nivel, sin duda, y como digo siempre que escribo sobre este asunto en el blog, él no es el problema del PSOE. Pero es evidente que tampoco será su solución. Si los socialistas de verdad quieren recuperar la confianza de los ciudadanos, deben cambiar radicalmente muchas cosas. El funcionamiento del partido, pues es una estructura poco democrática (como la de todos los partidos), abrirlo más a los ciudadanos, ofrecer alternativas viables a la política aplicada por el gobierno del PP, renovar su proyecto y, naturalmente, dar paso a nuevos dirigentes. Rubalcaba será muchas cosas y tendrá muchas virtudes (que las tiene), pero lo que no es, no puede serlo, es el renovador que necesita el PSOE. Él, como Griñán, pertenece a otro tiempo. Un tiempo que, junto a innegables aciertos, también nos ha dejado estropicios notables por un funcionamiento descontrolado y poco claro de los partidos políticos. La renuncia de Griñán, sí o sí, debe suponer un mensaje para Rubalcaba. 

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