El misterio del DNI

El surrealismo de Salvador Dalí triunfa en el Museo Reina Sofía de Madrid. No sólo eso, el surrealismo protagoniza estos días la actualidad política española. Llevamos un tiempo  realmente confundidos por los extraños sucesos que acontecen en torno a la investigación del caso Nóos y, concretamente, a las propiedades de la infanta Cristina. El juez Castro pidió a la Agencia Tributaria un informe sobre todos los bienes a nombre de la hija del rey y saltó la sorpresa cuando se descubrió que ese informe que envió Hacienda al juez atribuye a la infanta 13 fincas en distintos puntos de la geografía española, propiedades que habría vendido y por las que se habría embolsado 1,4 millones de euros.

La Casa Real desmintió de inmediato esa información, al igual que los actuales propietarios de esas fincas. Todas las miradas apuntaron a Hacienda. ¿Qué significa esta situación? ¿Qué esperpento es éste? ¿Estamos ante una chapuza impresentable por la que alguien deberá dar explicaciones y asumir responsabilidades o es algo más? Cualquier hipótesis sobre el embrollo del DNI de la infanta Cristina es poco alentadora. Porque van desde constatar que estamos en manos de auténticos incompetentes que no verifican la documentación que envían a un juzgado hasta intuir que detrás de este extraño movimiento haya algo más, alguna estratagema sucia con finalidades poco claras que irían, en cualquier casi, destinadas a embarullar la investigación judicial del caso Nóos, a sembrar dudas sobre la misma.

Hacienda ha explicado el problema en una nota oficial. La cursiva es obligada, porque el comunicado tiene de explicación más o menos lo mismo que aquella memorable rueda de prensa en la que María Dolores de Cospedal deslumbró a propios y extraños con la indemnización en diferido de Bárcenas, un documento audiovisual impagable, que pasarán décadas y seguirá presente por méritos propios en la galería de grandes momentos del humor patrio. Igual un día hasta se convierte en pieza de museo. Lo dicho, que la aclaración de Hacienda aclara más bien poco. Si alguien pensaba que con este comunicado todo se comprendería, es que nos toman por tontos de manera aún más seria de la que ya sabíamos.

"La información recibida por la Agencia Tributaria figura atribuida a un DNI que coincide con el de la infanta", asegura ese comunicado de Hacienda. O sea, que la culpa de este fallo es de notarios y registradores de la propiedad. Al menos cuatro de ellos, por cierto, cometieron exactamente el mismo error. Todo ello con un DNI bien sencillito, de sólo dos dígitos (el 14) e, intuimos, sin que nadie se molestara en comprobar que el número de identificación corresponda al nombre y apellidos de la persona cuyos bienes se pretenden detallar en este informe. O sea, que la Agencia Tributaria no se para a comprobar datos, a verificar lo que otros le mandan, ni siquiera cuando se trata de un asunto particularmente turbio que afecta a una hija del rey. Bien mirado, es de agradecer que la incompetencia y la manera chapucera de actuar sea igual para todos. En el fondo, todo esto puede ser una demostración de que existe tal igualdad. Quién sabe.

Es raro que cuatro personas cometieran el mismo error. Es aún más raro (igual raro no, pero sí censurable) que Hacienda no compruebe los datos. Y es extraordinariamente misterioso que ese error se produzca con un número de dos cifras. En fin, ¿cómo se puede parecer un DNI del común de los mortales, con todos sus números, al de un miembro de la familia real, que son unos cuantos ceros seguidos de un par de dígitos? José María Mollinedo, portavoz del Sindicato de Técnicos de Hacienda (GESTHA) declaró ayer a este respecto que "sólo cabe un error con un documento de la misma clase. ¿Quién tiene un DNI con dos dígitos? Pues los miembros de la familia real".

No sabemos a ciencia cierta qué hay detrás de este lío. Igual la explicación es ésa, que estamos en manos de personas poco profesionales, chapuceras e irresponsables. Lo cual no tranquiliza, precisamente. Hacienda no puede pretender decir que no comprobó estos datos, que fue un error de terceros y que ellos sólo trasladaron la información tal cual les llegó, sin asumir responsabilidades. ¿Qué profesionalidad es ésa? Pongamos que es eso lo que ha ocurrido. Muy bien. Que dimita de inmediato la directora de la Agencia Tributaria y dé explicaciones convincentes en el Congreso el ministro de Hacienda. Porque no podemos vivir en un país en el que se cometan con total impunidad este tipo de errores. Alguien debe responder por ello. Eso si se trata de un error chapucero sin más, lo cual es posible, pero no necesariamente toda la verdad. Porque esto huele muy mal y hay que ser muy cándido para no sospechar de todo este lío.

Los cortesanos y palmeros de la Casa Real lo tienen francamente complicado para explicar esta situación surrealista, sobre todo si además de eso son entusiastas del gobierno. Porque si lo que ha ocurrido es lo que ha explicado Hacienda en el comunicado, Cristóbal Montoro y su equipo quedan francamente mal. Rápido han tirado del argumento de la teoría de la conspiración para desacreditar a quienes ven algo más detrás de este embrollo del DNI. Puede no haberlo, por supuesto. ¿Pero cómo no se va a pensar mal? Lo extraño, lo realmente asombroso es que alguien se dé por satisfecho con las explicaciones ofrecidas por Hacienda. No es raro que haya personas que exijan que se aclare este lío y que sospechen que esconda otros intereses, no. Es rarísimo que alguien se haya creído la versión de Hacienda y se contente con ella. Es un acto de fe con el que, a estas alturas de la película, no nos pueden pedir comulgar. 

Si para algo ha servido este lío ha sido para ver la versión más suave y apaciguada de Cristóbal Montoro desde su más tierna infancia. Cuando ayer fue preguntado por este tema, dijo que no sabía nada, que no podía opinar. Con un tono de voz particularmente sosegado que impacta con su habitual tono bravucón, chulesco y autosuficiente. ¿Dónde quedó el ministro de Hacienda que amenaza a la oposición, a los actores y a los periodistas por supuestas irregularidades fiscales? ¿Qué ha sido del Montoro que cuando habla con los políticos de la oposición o con los periodistas se sitúa  unos ocho metros por encima del resto y presenta como un esfuerzo heroico, como una concesión piadosa de alguien tan grande y superior como él el rebajarse a hablar con otros y explicarles la economía como a unos chavales de escuela? Nada de eso. Calladito, muy tranquilo. No tengo información para hablar de ello en este momento, como si eso hubiera sido alguna vez una traba para él. Me da que esta actitud suya no puede durar. Tendrá que dar explicaciones. Aunque regrese a su tono de perdonavidas y engreído profesor. Un escándalo de la manera no puede concluir así. O al menos, no pueden pretender que nos demos por satisfechos sin más. Nos toman por tontos, pero es que para conformarnos con estas explicaciones tendríamos que ser mucho más que tontos, rematadamente imbéciles,  y tampoco es eso. 

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