Bárcenas encarcelado

Ahora que comienza la Operación Salida del verano, Luis Bárcenas entra en prisión por el caso Gürtel. Bueno, en realidad por el caso Bárcenas, ya que el extesorero del PP se ha ganado, con sus 48 millones de euros, ser un caso en sí mismo. Que todavía hay clases. El juez Ruz decretó su ingreso incondicional en la cárcel de Soto del Real por riesgo de fuga y ante el temor de que pudiera destruir pruebas. Respaldó esta medida, la solicitó de hecho, la fiscalía, por lo que no es difícil que Bárcenas esté rumiando la venganza al entender que el gobierno le ha dado la espalda. Él, por lo que se ve, pensaba que realmente podía torcer el rumbo de la investigación judicial buscando un apaño con el gobierno del PP. Quizá aún lo piensa. De ahí sus amenazas y filtraciones pasadas, que no le han servido para evitar su ingreso en prisión. Ahora probablemente, si cumple su palabra, tirará de la manta. Veremos.

La sola creencia de que un acuerdo con sus antiguos compañeros de partido le librarían de estos problemillas con la justicia nos da una idea de la clase de personaje de la que estamos hablando. Un presunto delincuente que piensa (¿por qué será?) que todo se puede arreglar de manera extraoficial. Pactando con sus amigos del PP y puenteando así la acción del juez Ruz. Afortunadamente, seguimos viviendo en un Estado de derecho (todo lo imperfecto que se quiera, pero Estado de derecho al fin y al cabo) y esas actitudes más próximas a la mafia no tienen demasiados visos de poder triunfar e imponerse a lo que demanda la justicia, es decir, que Bárcenas pague por los delitos que haya cometido. 

Esta actitud chantajista suya retrata el extesorero del PP, pero también confiere a este caso una gravedad mayor. Porque el partido del gobierno está acongojado por lo que pueda soltar por esa boquita su antiguo trabajador. Y eso sí que es grave. Si estuviéramos ante un presunto delincuente que ha engañado al partido, un corrupto más de tantos, el caso tendría gravedad, pero no de tanto calado. Lo grave es que da la impresión  de que Bárcenas no va de farol, en absoluto. Y ahí está la demostración con los papeles que filtró al diario El País o de esas reuniones con algunos periodistas en las que muestra documentos comprometedores para sus antiguos compañeros de partido. La duda insoportable, terrible, lo que hace este caso especialmente delicado y alarmante es que no estamos ante un corrupto más. Estamos ante un caso que pone en cuestión la financiación del Partido Popular en los últimos años, que abre en canal las cuentas del partido del gobierno. Los 48 millones de euros que Bárcenas tenía en Suiza, ¿eran todos suyos? ¿Cómo los obtuvo? ¿Qué esconde este caso? 

El toque de humor al asunto lo ha puesto el abogado del extesorero del PP, Alfonso Trallero, que ha criticado el ingreso en prisión de su cliente rebatiendo los argumentos dados por el juez de la siguiente manera: "es imposible que el señor Bárcenas se pueda fugar y pueda destruir pruebas, es una de las personas más conocidas y tiene una fisonomía que se le reconoce en cualquier parte del mundo a la que vaya". Qué importante se cree el amigo y qué particular manera de defenderse. O sea, que si Bárcenas tuviera una fisonomía menos reconocible, sí entendería que ingresara en prisión. Pero, por favor, con su presencia sin igual, no es de recibo, viene a decir el abogado. ¿Para qué cree usted que se ha paseado mi cliente por pistas de esquí de medio mundo? Pues para que se le pueda reconocer en todas partes y no haya que decretar su ingreso en prisión, que es que hay que explicarlo todo. 

La reacción del PP ha sido escueta. Ha ocurrido algo similar al fenómeno paranormal que le sucedió a Cristóbal Montoro cuando tuvo que dar explicaciones sobre el caso de "los deneises" de la Infanta. Durante apenas 24 horas, al ministro de Hacienda se le quitó de manera extraña ese tono de autosuficiencia y engreimiento que tanto le caracteriza. Más suave que los perritos del anuncio de Scottex. Duró poco y enseguida se rehízo, para júbilo de la afición. Pues con esto ha ocurrido algo parecido, sí. Porque miren que los distintos portavoces del PP se enrredan en interminables explicaciones sobre cualquier asunto, con ese lenguaje propio de los políticos, los únicos capaces de hablar durante horas sin decir nada. Pues no. O se han quedado mudos, o han encargado el comunicado a la decisión del juez Ruz a su gestor de redes sociales. Concretamente a quien les lleve la cuenta de Twitter, porque su reacción ocupó 17 palabras, 117 caracteres. Política 2.0. "El Partido Popular manifiesta, como ha hecho siempre, respeto a las decisiones judiciales en todos los procedimientos", reza ese comunicado. Ya está. No hay más declaraciones. 

Ni explicaciones sobre por qué se le defendió durante tanto tiempo, ni sobre por qué siguió en nómina del partido hasta hace unos pocos meses (la célebre indemnización en diferido), nada. A ver qué dicen hoy los miembros del gobierno y del partido que sean preguntados sobre esta cuestión, es decir, todos los que den la cara ante la prensa porque, naturalmente, hoy no hay otro asunto político más importante por el que cuestionar a los dirigentes del PP. Pueden tomar nota de la líder del partido en el País Vasco, Arantza Quiroga, que esta semana explicaba con meridiana claridad lo que sentía ante el caso Bárcenas. "Es vomitivo". Mientras unos nos jugábamos la vida e íbamos temblando a los plenos, otros estaba en política para estas cosas, afirmó. 

Así es. A quienes más debe indignar el caso Bárcenas, y por tanto quienes primero y con más contundencia deben exigir explicaciones y que se depuren todas las responsabilidades penales y políticas son los miembros del Partido Popular que no han cobrado sobresueldos en B a final de mes, que no están en política para llenarse los bolsillos y que no tienen ni han tenido nunca nada que ver con estas corruptelas que presuntamente cometieron Bárcenas y compañía. Es decir, la mayoría. Porque estoy convencido de que son la mayoría de los afiliados y cargos públicos del PP los que están asqueados por todo este asunto. Por eso son los que deben exigir llegar al fondo de la cuestión. Los altos dirigentes del partido que callan o se limitan a difundir un comunicado de 17 palabras sabrán a qué se debe su silencio. Lo deducimos con bastante facilidad. Ellos sabrán. Pero el descrédito del PP sigue creciendo y si sus máximos dirigentes creen que bastará con presentar a Bárcenas como un aprovechado que ha engañado al partido están muy equivocados. Porque, una vez más, no deberían tomarnos a los ciudadanos por tontos. Y también porque su extesorero tiene recuerdos de aquellos entrañables años en los que España iba bien y, presuntamente, el PP, mejor aún. 

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