Reig Plá, el regreso

Juan Antonio Reig Plá, obispo de Alcalá de Henares ha vuelto a las andadas. Llevaba un tiempo, que sepamos, sin lanzar invectivas contra los homosexuales. Tanto que sus fans temían haber perdido para siempre al azote del mal en la Tierra. No hay de qué preocuparse. El señor obispo sigue ahí, dispuesto a continuar con su discurso frente a la inmoralidad imperante en la sociedad. Fue en la presentación del "Encuentro internacional por la vida" que se celebrará en la San Pablo CEU este fin de semana, donde el señor Reig Plá se volvió a venir arriba. El regreso más esperado.

Lo mejor en estos casos, siempre, es no servir de altavoz a discursos llenos de intolerancia y odio. Pero sucede que vivimos en un mundo donde todavía hay países que castigan con pena de muerte la homosexualidad. Un mundo donde millones de personas sufren discriminación a diario por su orientación sexual. Y es en este mundo nuestro donde este buen hombre se vanagloria de su homofobia e intolerancia. Sienta cátedra sobre moralidad, política, educación e incluso nos da lecciones de etimología. Todo ello para adornar un poco lo que no es más que puro y simple fanatismo. Odio al diferente. 

Varias perlas nos dejó ayer el obispo de Alcalá. "En la vida oirá de mi boca hablar de homosexuales, es una palabra que no empleo". ¿Por qué?, se preguntarán. Por una cuestión etimológica. Homo, nos ilustra este referente intelectual del siglo XXI, significa "igualdad" en su origen latino y "sexual" significa "diferente". "Unir en una misma palabra igualdad y diferencia es una batalla política, no cultural". Primera impagable lección ofrecida por este faro de la intelectualidad que es el señor Juan Antonio Reig Plá. Un sabio incomprendido de nuestros días. 

Después de asombrar al mundo con sus conocimientos lingüísticos, el obispo de Alcalá volvió a contar aquello que dijo hace un año de la educación perversa que conduce a los jóvenes a probar conductas sexuales inadecuadas y les lleva, acto seguido, a la prostitución. "Hablaba de niños que, llevados por una ideología, pueden dudar de su condición e identidad sexual  y a veces puede llevar a que uno pruebe si es de una manera o de otra". ¿Qué problema tiene el señor obispo en que la gente pruebe y experimente lo que le dé la real gana si no hace daño a nadie? Igual va a ser eso, señor prelado, que usted tiene la mente algo cerrada y no concibe ciertas dudas existenciales. O no, quién sabe. En todo caso, no comprendo ese pavor suyo a que los jóvenes experimenten. 

Para espantar aún más a la ya atemorizada sociedad española, el señor obispo resaltó la magnitud de la tragedia que se nos cae encima. Habló de la noche madrileña, de los locales de ambiente. Y también unió inexorablemente la homosexualidad con la prostitución de menores. Eso sí, no piensen que el señor obispo hace estas declaraciones con ánimo de ofender. Todo lo contrario. Qué mal pensada es la gente. Lo hace "para ponerlo en la misericordia de Dios, nunca para denunciar". 

También puntualizó, porque la gente es muy malvada y retorcida y enseguida dice lo que no es, que hace un año él no habló de homosexuales (como explicó antes, ese término él no lo usa porque le provoca una reacción alérgica cometer contrasentidos etimológicos serios como éste, eso jamás). "Hablé de niños, de empresarios, de personas que, para ganar estado en su empleo, también entran en relaciones sexuales con los jefes. Querer empecinarse en que yo dije lo que no dije y negar la realidad de los hechos conocidos personalmente, entiendo que es un empecinamiento o es una batalla política para desautorizar la voz de un obispo". Como si este buen hombre necesitará a alguien para desautorizarse solo.

El señor obispo de Alcalá,  tiene el mismo derecho que cualquier otro ciudadano a expresar su opinión. La ley es clara sobre eso. La libertad de expresión la permite nuestro actual Estado de derecho, el que llegó después de los tiempos de esa bandera con un aguilucho que lucía en una misa que el señor Reig Plá celebró en 2010 por las víctimas de Paracuellos del Jarama. No lo dude, señor obispo. También dice algo la ley sobre los discursos del odio. En todo caso, creo que esto no es una cuestión legal ni tampoco política, por mucho que el prelado esté tan fascinado por la política que vea batallas políticas en todas partes: en la utilización de un término, en la educación, en las críticas libres y acogidas al derecho a la libertad de expresión de quienes no comulgamos con sus ideas. No es política. Es tolerancia, es empatía, es comprensión, es humanidad. 

¿Sabrá el señor Reig Plá que hay países donde ser homosexual está castigado con la muerte? ¿Conocerá algún caso de adolescentes suicidados por la asfixiante homofobia de su entorno? ¿Será consciente del daño que provoca la intolerancia y el odio al diferente? No hace falta que nadie responda a estas preguntas. Me gustaría pensar que el señor Obispo se desacredita solo, pero no sé por qué me da la sensación de que hay personas que festejarían ayer su regreso por todo lo alto a la atalaya intolerante contra el vicio y la perversión

Comentarios