Napolitano repite a los 87 años

¿Hay algo más caótico e inesperado que la política italiana? Probablemente la respuesta a la pregunta sea un rotundo sí, porque si de algo estamos sobrados en estos tiempos que corren es de cosas caóticas e inesperadas. Pero la política italiana no se quedaría atrás en una competición mundial. El país transalpino vive una situación de colapso desde las últimas elecciones, que dejaron un escenario ingobernable. Todo podía pasar, se decía entonces. Y ha pasado (y seguirán pasando) de todo. Pier Luigi Bersani, líder del Partido Democrático italiano y vencedor de las elecciones, ha dimitido de su cargo porque ha habido un centenar de diputados de su formación que no respetaron la disciplina de voto en la elección al presidente de la República. Ante la falta de acuerdo en la Cámara para elegir al sucesor de Georgio Napolitano, los partidos tradicionales han optado finalmente por votar al propio Napolitano. A sus 87 años, seguirá siendo presidente del país. Le tocará repetir mandato, algo inédito en la historia reciente de Italia, y gestionar un escenario caótico, incontrolado, muy incierto. Mientras, el país sigue sin formar gobierno.

Esta solución de emergencia, que ha enervado al Movimiento Cinco Estrellas de Beppe Grillo (en el fondo, encantado de conocerse porque cree, quizá con razón, que todo este jaleo le beneficiará electoralmente), demuestra lo inestable de la situación que vive Italia. Era tal la parálisis que cuando se leyó el voto 504 para Napolitano en la Cámara, el que le daba la mayoría necesaria para ser elegido presidente, la mayoría del parlamento aplaudió, sonrió, respiró con cierto alivio. Habían encontrado una solución, una salida quizá inesperada hace un tiempo. Napolitano seguirá en la Jefatura del Estado por una abrumadora mayoría de la Cámara (738 de los 1.007 votos posibles) que, por mucho que se empeñe Grillo, es algo totalmente democrático y en absoluto supone "un golpe de Estado" como afirmó ayer. Es un síntoma de lo complicado que es el escenario político italiano en la actualidad, pero es algo perfectamente legítimo. Los representantes de los italianos han ejercido su función parlamentaria de elegir al presidente de la República y libremente han optado por Napolitano, único nombre de consenso real que han hallado estos últimos días.

De momento, este escenario caótico mantiene  Italia sin gobierno; da alas al Movimiento Cinco Estrellas que, si bien está poniendo de su parte para obstaculizar lo máximo posible la situación, podrá presentar este sainete de desacuerdos y rupturas como un símbolo más de la decadencia de la clase política tradicional; rompe al partido de la izquierda italiana, con Bersani dimitido y varias corrientes internas; y deja a Berlusconi en un lugar que no le desagrada en absoluto. Al fin y al cabo, en la batalla partidista, a él no le ha salido nada mal esta partida. El PD, su rival tradicional, ganó las elecciones y es que el partido que se ha descompuesto y que más ha perdido en todo este proceso. No es fácil descifrar la política italiana, pero da la impresión de que Il Cavaliere está hoy en una posición sensiblemente mejor que hace un mes y medio, en cuanto a perspectivas electorales se refiere

"El objetivo de mi nuevo encargo será reforzar las instituciones de la República", aseguró Napolitano nada más ser elegido presidente por la Cámara. Él se vio forzado a aceptar el encargo que Bersani, Berusconi y Monti le habían hecho de ofrecerse a seguir al frente de la Jefatura del Estado. Visto el panorama, vino a decir Napolitano, me despido definitivamente de la jubilación y aceptó el reto. 87 años. Un último servicio a su país, un servicio de envergadura y máxima complejidad. Hay medios que aseguran que el veterano político aceptó el encargo sólo a cambio de que los partidos formen un gobierno de concentración que dé estabilidad al país. Hoy, en su discurso de toma de posesión, Napolitano explicará probablemente más a fondo sus intenciones. 

Italia sigue nadando en la inestabilidad y el caos político. Eso es lo más preocupante, lo verdaderamente importante de todo este embrollo. En la política menor, de bajos vuelos, de batallas entre partidos, Beppe Grillo reaccionó ayer de forma impostada, daba la impresión de que sobreactuaba bastante. Dijo que la elección de Napolitano era un "golpe de Estado", que todo se debe a "los chanchullos de la Casta (que es como llama a la clase política tradicional)", y afirmó en su blog que "desde la posguerra, en los momentos más oscuros de la República, no ha habido nunca un contraste tan claro e impúdico entre las instituciones y los ciudadanos". Se olvida el cómico de algo importante: los diputados que votaron a Napolitano como presidente en la Cámara tienen la misma legitimidad democrática que los diputados de Cinco Estrellas que votaron en contra. Unos y otros han sido elegidos por los ciudadanos. Esta tendencia a arrogarse el papel de único representante válido del sentir de los ciudadanos es inquietante. Puede hablar en nombre de sus votantes, que ciertamente no son pocos, pero no en nombre de todo el país. En fin, veremos cuál es el próximo episodio de este serial de misterio lleno de giros de guión en el que se ha convertido (quizá nunca dejó de serlo) la política italiana. 

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