Debate interno en el PSOE

La política española,con sus miserias cotidianas y su mediocridad imperante, no resulta especialmente atractiva. Hay una desconexión evidente entre la ciudadanía (que también tiene lo suyo y no tiene por qué llevar la razón porque sí) y la clase política (con su falta de altura de miras, sus escándalos de corrupción, su incapacidad para llegar a acuerdos, su distancia sideral de los problemas reales de los ciudadanos, sus batallitas de salón). No hace falta ser un lince para apreciar ese desapego creciente entre el pueblo y sus representantes. Es algo que se puede explicar con mil y un argumentos, desde luego, pero que tiene mucho que ver con la crisis económica. Ante esta situación preocupante, los partidos políticos no han actuado de la forma más adecuada. Por lo general, creo que no son conscientes de la gravedad de la situación, que no han ponderado como es debido lo que está ocurriendo en nuestro país y el aumento constante de la brecha entre la gente de la calle y los políticos.

En este panorama realmente desolador, el PSOE, principal partido de la oposición, fuerza política que ha gobernado España durante muchos años, teórica alternativa de gobierno, anda perdido, completamente desnortado. Tiene una escasa representación en el Congreso de los Diputados (110 escaños) pero aún siendo eso importante, lo es más la pérdida de influencia que ha tenido el partido. Nadie le hace caso. A casi nadie le interesa de verdad lo que hace o dice el PSOE. Sus actos pasan sin pena ni gloria. Las intervenciones de Rubalcaba suenan a disco rayado. La dirección federal intenta ganar presencia entre los ciudadanos, recobrar algo de la confianza perdida, pero parece dar palos de ciego. Da la impresión de que muchos ciudadanos que, en el fondo, están deseando volver a confiar en los socialistas necesitan una renovación completa del partido para dar ese paso. Un empujoncito. Y parece claro también que muchos se han ido definitivamente a otras apuestas políticas que consideran más de fiar y más fiel reflejo de su ideología, en especial, a Izquierda Unida. 

No diré que la oposición del PSOE en su totalidad esté siendo un absoluto desastre, pero las encuestas y la propia percepción que uno tiene observando el mundo que le rodea es que la desconfianza de muchos ciudadanos continúa. Votantes tradicionales del partido consideran que a partir de 2010 el PSOE traicionó a sus ideales, a sus principios políticos más elementales. No supieron gestionar la crisis y además aplicaron sin rechistas las recetas que ahora critican. La senda de los recortes y del ajuste duro la emprendió en España un gobierno de los socialistas en el que su actual líder era vicepresidente. Eso no se olvida. No se trata ya tan sólo del manido "por qué no lo hizo usted antes" que se le echa en cara a Rubalcaba a la primera de cambios. Se trata fundamentalmente de que el PSOE falló a millones de españolas. Les defraudó. Y todas esas personas dejaron de confiar en ellos. La labor de la nueva dirección socialista se ha encaminado a intentar recuperar la confianza de esos ciudadanos y volver a presentarse como una opción válida y alternativa al gobierno actual. No lo han logrado. Han fracasado en ese empeño. 

Es cierto que se necesita mucho tiempo para recuperarse de una caída tan enorme como la que sufrió el PSOE en noviembre de 2011. Es un proceso natural, nadie podía pensar que los socialistas iban a lograr recuperar la confianza de los ciudadanos sólo meses después de haber sufrido una derrota histórica en las urnas. Fueron castigados muy severamente. Tras la llegada de Rubalcaba a la secretaría general en aquel congreso de Sevilla en el que batió por un puñado de votos a Carme Chacón, los dos exministros del gobierno de Zapatero, se intentaba recuperar el pulso para, poco a poco volver a dar la imagen de un partido con vitalidad y lleno de ideas con las que resultar de nuevo atractivo para los españoles. No dudo de que los intentos hayan sido bienintencionados, pero claramente no han dado sus frutos.

En la actualidad, el PP afronta una situación muy delicada. Está aplicando medidas terriblemente impopulares que sacan a la calle a miles de personas un día sí y otro también. Por si fuera poco, el partido del gobierno se ve envuelto en un nauseabundo caso de corrupción que podría esconder, presuntamente, una financiación irregular. A diario conocemos nuevas revelaciones sobre el caso Bárcenas que dejan en muy mal lugar al PP. Pues bien, en este escenario, el PP pierde a chorros apoyos ciudadanos en las encuestas, naturalmente, pero el PSOE apenas remonta. Es más, en algunos sondeos todavía cae más bajo de lo que cayó el 20-N. Y ya es decir. Con el principal adversario político en una situación crítica, el PSOE no capta nuevos respaldos. El bipartidismo está en crisis y son muchos los ciudadanos que recelan del PP y del PSOE al mismo tiempo. El votante de izquierdas se ve atraído por propuestas como la de IU, que conseguiría según todas las encuestas uno de los mejores resultados de su historia. El PSOE necesita con urgencia un revulsivo.

Ante esta situación, se hace inevitable que surjan noticias sobre movimientos internos en el seno del partido. Alfredo Pérez Rubalcaba es un político de peso, pienso que uno de los más destacados del PSOE en los últimos años. Sin duda es alguien válido, pero forma parte del pasado. No será él, no puede ser él el líder renovador que necesita el PSOE. Honestamente, ni el propio Rubalcaba puede pensar que la solución del partido pasa por él. Probablemente él no es el problema del PSOE, pero desde luego tampoco será su solución. Hay que reconocerle valor al presentarse a las elecciones de 2011, al dar la cara a sabiendas de que se la iban a romper. También el coraje con el que está intentando reactivar a un partido en estado catatónico. Pero hay algo que no puede evitar: la sensación de permanente dejá vu cada vez que habla. Sí, se explica bien y tiene ideas claras, de acuerdo, pero ¿qué nos va a ofrecer de novedoso alguien que en las altas esferas de la política más de dos décadas? ¿Cómo va a ser Rubalcaba el líder del futuro del PSOE? Es un político de peso, pero éste ya no es su momento. Su tiempo pasó y él más que nadie debe ser consciente de ello. 

Esta semana ha sonado el nombre de Eduardo Madina como posible candidato a las primarias para el cartel electoral de las elecciones generales que el PSOE tiene previsto celebrar a mediados de 2014. En realidad su nombre lleva sonando años como posible alternativa, pero ahora se dice que él sí estaría dispuesto a dar el paso, algo que hasta el momento había rechazado. De momento, no se pronuncia.  Es joven, no ha ocupado puestos de gobierno, puede aportar ideas nuevas, vitalidad, capacidad de entusiasmar a los votantes. Una nueva cara con nuevas formas. Sufrió un atentado terrorista, del que no le gusta hablar y que jamás ha intentado aprovechar en beneficio propio, algo que le honra. Muestra una firmeza en los principios de izquierdas que quizá sea lo que el PSOE necesite en la actualidad. 

¿Bastará con un cambio en la dirección del partido para que el PSOE vuelve a ser considerado por muchos ciudadanos que le han abandonado como alternativa de gobierno? Naturalmente, no. Pero  es algo necesario, aunque no suficiente. Con Rubalcaba al frente, el partido no remonta ni remontará. Eso lo sabe todo el mundo, empezando por el propio secretario general del partido. Hay muchas dudas sobre quién más dará el paso y se presentará a las primarias. También las hay sobre si se mantendrá el calendario previsto, como defendió ayer Óscar López, o se cambiará por más que el apartado del partido se empeñe en señalar que ahora no toca. Falta por ver qué hace Chacón, que se distanció del PSC y del PSOE al tiempo en la votación sobre la consulta soberanista en Cataluña y ha podido perder algo de empuje en ese movimiento. Muchos miran también a Patxi López, ex lehendakari, como posible candidato a liderar el partido, quizá de la mano de Rubalcaba, que le tendría como sucesor y continuador de su obra.

Comprendo que, tras el desarrollo posterior de los hechos, esta afirmación pueda resultar pavorosa para muchas personas. Pero lo creo así (con matices):  el PSOE necesita un nuevo Zapatero. Sí, soy plenamente consciente de las muchas limitaciones del expresidente. Pero me refiero sobre todo a esa capacidad de ilusionar, a ese carisma que fue ganando. Una tercera vía, alguien que no haya tenido responsabilidades de gobierno, que suponga una ruptura de verdad. Alguien nuevo de verdad. Curiosamente, sucede que haber formado parte del gobierno de Zapatero es, en cierto sentido, una mácula para liderar el nuevo PSOE. De ahí lo paradójico de la afirmación de que el PSOE necesita un nuevo Zapatero. 

Madina, dicen sus críticos, es del entorno de Zapatero, con todas las connotaciones negativas que ello acarrea. No lo sé, pero al menos es alguien a quien no se podrá echar en cara que no aplicó en el gobierno esas medidas que propone en la oposición. Al menos es alguien con más futuro que pasado, alguien que puede llegar a ilusionar a la ciudadanía. No es esto un alegato en favor de Madina, porque no lo conozco en realidad tanto como saber si sería un líder válido para el PSOE. Pero lo que sí creo es que un PSOE extremadamente frágil y casi intrascendente en la vida política española como el que ahora tenemos no es algo bueno para España. Los socialistas tienen por delante una labor ardua para volver a ser acreedores de la confianza ciudadana. Ellos se lo tendrán que ganar. Y saben que no podrán hacerlo sin reinventarse. Renovación de proyectos, sobre todo, pero también de caras. 

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