Reunión secreta entre Rajoy y Mas

Ayer supimos que el presidente del gobierno, Mariano Rajoy, y el presidente de la Generalitat de Cataluña, Artur Mas, se reunieron en secreto a comienzos de esta semana. Según fuentes de La Moncloa y de CiU, centraron su charla en la penosa situación económica en la que se encuentra Cataluña. Al parecer, Rajoy se mostró dispuesto a flexibilizar el objetivo de déficit de las Comunidades Autónomas. Cataluña es la única autonomía que no tiene aprobados los presupuestos aún. Si se mantuviera el actual techo de déficit en el 0,7% del PIB, el gobierno catalán debería recortar 4.400 millones de euros.

Este encuentro es sólo una muestra más, quizá la más representativa, del cambio de actitud del presidente de la  Generalitat. Ha habido claros intentos de aproximación con el gobierno central, derivados sobre todo de la urgencia económica en la que se encuentra la comunidad. Según parece, Mas y Rajoy no hablaron del proceso independentista que abrió el presidente catalán, aunque en ese punto siguen existiendo las mismas discrepancias y la misma distancia sideral entre la postura de uno y otro. Da la sensación de que Artus Mas está reculando. Vendría a confirmarse que él agitó el movimiento independentista y concluyó su mandato al frente del gobierno catalán a mitad de legislatura (un fracaso en toda regla) para centrar el debate política en el soberanismo y camuflar con esta cortina de humo y con la bandera su gestión económica y la ruina en la que está su comunidad.

No está bien autocitarse, pero ya dijimos algunos entonces que esto parece una estrategia política totalmente irresponsable. Mas buscaba pasar de ser el presidente criticado por sus recortes en servicios esenciales a ser proclamado el líder mesiánico que llevaría a Cataluña hacia la independencia. De repente, pasó de ser atacado en manifestaciones en las calles contra sus medidas de ajuste a ser aclamado en multitudinarios actos en defensa de la independencia. Ganó tiempo. En ese movimiento, Mas retrató su escasa talla política y su inexistente sentido de la responsabilidad. Pero él tenía unos planes que, encima, no salieron como esperaba. Pasó lo que parecía más previsible: que aquellos ciudadanos que quisieron votar por propuestas políticas independentistas, lo hicieron por ERC. La marca original y no la copia barata de CiU, recién llegado a este planteamiento desde su nacionalismo moderado anterior. Cayó, perdió presencia en el Parlament y la ganó ERC, que se convirtió en soporte de su gobierno, pero sin entrar en el ejecutivo.

CiU le hizo la campaña a ERC y sigue siendo su principal valedor. Hoy por hoy, está en sus manos. Si sigue adelante con su idea original de convocar la consulta de independencia, sin ningún género de dudas la mayoría de los catalanes atribuirán el mérito a ERC, porque es el partido que está sosteniendo al gobierno y porque fue quien forzó a CiU a incluir en su pacto de estabilidad parlamentaria una fecha para la consulta (2014). Si, como indican algunos movimientos de las últimas semanas, CiU recula y da marcha atrás en su aventura soberanista, todos los catalanes partidarios de la independencia se echarán a los brazos de ERC y tendrán además motivos para sentirse engañados y traicionados por Mas y los suyos. Entre medias, aunque rectifique y vuelva a sus posiciones anteriores a la Diada del año pasado, Mas habrá logrado excitar los sentimientos nacionalistas más primarios, poner en el centro del debate político la cuestión soberanista y habrá hecho volar la ilusión de esos catalanes que creen que ésa sería la mejor opción para su región. Es más, habrá engañado prometiendo, como prometió, todas las bondades de una maravillosa y paradisíaca Cataluña independiente. Su carrera política estará acabada, pero habrá hecho un daño enorme a Cataluña. Los que son contrarios a la independencia, nunca le perdonarán haber empezado este proceso que ha divido en parte a la sociedad catalana. Los que defienden una Cataluña independiente, le señalarán siempre como un traidor acomplejado. 

Muchos pronosticaron cuando ERC y CiU firmaron el acuerdo de gobierno que no duraría mucho. Estaba cantado que el partido republicano sería quien llevaría la voz cantante. Y es exactamente lo que está ocurriendo. Si CiU no pone una fecha para la consulta soberanista, ERC retirará su apoyo al gobierno y Mas se quedará buscando aliados para completar su representación en el Parlament (50 diputados), menor a la que tenía antes de emprender este viaje a ninguna parte y alejada de la mayoría absoluta. CiU tiene que aprobar los presupuestos y en ellos, para poder cumplir con el compromiso de déficit, incluirá medidas impopulares y recortes, algo que a ERC le costará horrores aprobar. Sólo lo hará, parece, si a cambio recibe un compromiso claro de que la consulta por la independencia se llevará a cabo. Por eso CiU está tirando los trastos al PSC, que para algo los de Pere Navarro han hecho funambulismo político estos meses apoyando la consulta, pero sin apoyar la independencia. A favor, pero en contra. Aquí y allá. Negro y blanco. 

Mas ha ofrecido a ERC y al PSC entrar en el gobierno. A los primeros, les ha dicho por activa y por pasiva que apoyar el proceso "de transición nacional" era importante pero no podía desligarse de la sostenibilidad económica y la corresponsabilidad en la aprobación de las cuentas que necesita Cataluña en estos tiempos de crisis. Pero tanto ERC como PSC discrepan de la receta económica de CiU y no parecen dispuestos a comulgar con severos recortes en Sanidad o Educación como los que el gobierno de Mas ya ha aplicado y los que, da la sensación, tendrá que aplicar cuando busque aprobar los nuevos presupuestos.

¿A dónde nos ha conducido el plan de Mas, su giro hacia el independentismo? Hacia un gobierno catalán más débil, hacia una sociedad más crispada y dividida y hacia una economía, como mínimo, igual de catatónica que antes de convocar las elecciones anticipadas. Ahora el president está reculando y parece haber empezado a reflexionar sobre su huida hacia adelante, sobre su aventura. Es lo que tienen las locuras, que en el momento en el que se realizan uno se siente poderoso, feliz. Pero a Mas empieza a bajarle la adrenalina y no le gusta el panorama que ve. Anda resacoso de su fiesta soberanista. Empieza a darse cuenta de que le ha pagado las copas a ERC y otea el horizonte con la vista aún algo borrosa en busca de aliados estables para su gobierno. 

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