Escrache

Estos días la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) ha importado a España un tipo de protesta que en su día se puso de moda en Argentina y que responde al nombre de "escrache". Un nombre rimbombante, casi misterioso, que todos podríamos entender mejor si se llamaran a las cosas por su nombre: acoso e intimidación a políticos en sus domicilios. Consiste en ir a la casa de un político o un banquero o alguno de esos representantes del Mal en la Tierra y montarles una bronca. Aporrear la puerta, insultarle al nombre de "asesino" o "sinvergüenza". Amedrentar a estas personas, incluso en presencia de menores. Todo ello, naturalmente, bajo el manto de la libertad de expresión. Cuántos desmanes se han cometido en nombre de algo tan noble como ese derecho fundamental que, intuyo, algunas personas que lean este artículo creerán que estoy atacando por criticar el escrache.

Lo critico, por supuesto. Me parece una práctica intolerable, matona, inaceptable. Parece que si estás en contra de esta forma de acoso a los políticos en sus casas estás a favor de que se cometan injusticias contra los afectados por la hipoteca, a favor de que se desahucie a la gente sin darle ninguna alternativa. En fin, si no apoyas con claridad el escrache eres un ser insensible, odioso y repugnante que está al lado de los banqueros insensibles y los políticos corruptos. Hace muchos años que el debate de ideas en España se mueve en este nivel tan pobre y tan bajo. Parece que en este país estamos muy cómodos en el sectarismo más simplista, en el maniqueísmo más infantil. Nos movemos en él como peces en el agua. Luego decimos, con bastante razón, que los políticos y las instituciones no representan una democracia plena. Estoy de acuerdo. ¿Y los ciudadanos? ¿Qué concepto de democracia tenemos los ciudadanos españoles?

¿Nos parece democrático ir al domicilio particular de un político para insultarlo e intimidarlo? ¿De verdad es democracia desacreditar al que piensa distinto a nosotros o al que, estando de acuerdo con nuestro planteamiento, censura las formas de protesta que llevamos a cabo? Y esto vale para los miembros de la PAH que no parecen comprender que existamos ciudadanos que compartimos gran parte de sus reivindicaciones y simpatizamos en gran medida con ellos, pero estamos radicalmente en contra de esta táctica matona del escrache; pero vale también para los políticos que hacen gruesas comparaciones entre este movimiento y los que apoyan con cobardía y bajeza moral a los terroristas. Pero éste es otro asunto del que hablaré en otra ocasión.

No quiero vivir en un país en el que la normativa hipotecaria incumple las leyes europeas y desprotege al comprador. No quiero vivir en un país en el que miles de personas pierden su vivienda y se ven en la calle sin alternativas para poder llevar una vida digna. Quede esto muy claro. He sido el primero en alabar y respaldar las protestas de la PAH y en pedir desde aquí que se encuentre una solución para el drama de los desahucios. Esto, por una parte. Pero, a la vez que sigo pensando así, digo alto y claro que tampoco quiero vivir en un país en el que se practican intimidaciones inaceptables en las viviendas particulares de otros ciudadanos (sean políticos, banqueros o lo que se quiera). No quiero vivir en un país en el que todo vale, en el que se considera "libertad de expresión" insultar a personas y acudir a sus domicilios a acosarlas. Es intolerable y si de verdad esto es libertad de expresión, ni más ni menos, o yo he entendido mal en qué consiste este derecho o son estos ciudadanos los que están pervirtiendo la esencia del mismo. 

Las personas afectadas por la hipoteca tienen todo el derecho del mundo a protestar y manifestarse. Naturalmente. Es más, a su lado estarán y han estado miles de españoles que con sus firmas y su presencia en esas protestas han apoyado al movimiento. Un ejemplo claro de éxito ciudadano, de éxito de la sociedad civil que se organiza para forzar cambios en las leyes. Pero, de un tiempo a esta parte, la PAH y sus representantes han tenido comportamientos denunciables y, porque estén viviendo una situación dramática, no podemos dejar de echarlo en cara. De igual forma que he defendido siempre que una persona no tiene siempre la razón ni está siempre en lo cierto por ser víctima del terrorismo, creo que alguien no está en posesión de la verdad absoluta por haber padecido en sus carnes la terrible experiencia de perder su casa. Apoyo a estas personas y comprendo su sufrimiento, pero si hacen algo que considero inaceptable, lo siento mucho, pero habrá que criticarlo. Y el escrache es totalmente inaceptable. Para quienes lo practican imagino que será una demostración palpable del libre ejercicio de un derecho. Para mí es una muestra más de la decadencia de nuestra sociedad y una actitud matona que jamás respaldaré. 

Diré más. No comprendo que encumbremos a la categoría de líder o referente a alguien por insultar a los políticos en el Congreso. No lo entiendo. Hablo de Ada Colau, pero en general hablo de la tendencia que tenemos aquí a elevar a la categoría de héroes o heroínas por nada, o casi nada. Nos pasó con la dirigente de las juventudes socialistas que hizo un discursito en un hotel de lujo echando en cara a sus mayores de los partidos socialdemócratas europeos que se reunieran en alojamientos tan caros. Respeto a quienes se sienten fascinados por todos estos líderes que surgen de la nada. Es más, es un síntoma de lo necesitados que estamos en este país de auténticos líderes o abanderados de causas justas, dada la mediocridad de la clase política. Pero es que a veces se nos va un poco la mano, pienso, y parece que otorgamos virtudes  casi sagradas a estos líderes de moda. Y algo así está ocurriendo con las personas que abanderan la PAH. No estaré jamás, ya lo digo, del lado de quienes van a empezar a desacreditar a este movimiento y a sacar supuestos trapos sucios. Nunca. Jamás. 

Aplaudí y aplaudo su creación, el trabajo que han hecho durante todo este tiempo para dar visibilidad al drama de los desahucios, la gran ayuda que ha supuesto para las personas afectadas esta asociación y también su papel decisivo en la apertura de un debate social y político para cambiar la ley hipotecaria española. Todas estas cuestiones las pongo en su haber y les felicito por ello. Pero tienen otros comportamientos en su debe y cometo con este artículo la terrible imprudencia de no ser políticamente correcto y denunciarlos. El escrache es algo que desacredita por sí sola a quien lo lleva a cabo. Comprendo la desesperación de estas personas y exigiré a su lado una y mil veces una solución justa para todos los que estén en su situación. Pero esta táctica matona y totalitaria de amedrentar a los políticos en sus viviendas particulares me parece execrable. 

La democracia española, nuestro sistema político e institucional, hace aguas. El descrédito de la clase política va en aumento y esto se debe, sobre todo, a sus propios errores y negligencias, a sus desmanes, a su falta de control de la corrupción, a su distanciamiento de los problemas reales de los ciudadanos y a su manifiesta incapacidad de servir de ayuda a quienes más están sufriendo. Creo que son necesarios cambios profundos y comparto muchas de las críticas que se hace a los políticos. No esa generalización burda e infantiloide que pinta a todos los políticos, a todos sin excepción, con cuernos y rabo, tan diablos como todos y cada uno de los banqueros. Esos maniqueísmos me suenan bastantes simples. Por lo tanto, el descrédito de los políticos se lo han ganado ellos solitos y deben cambiar su actitud y estar abiertos a cuantos debates sean necesarios para cambiar y mejorar el sistema democrático español. 

Pero, ¿la alternativa a la democracia insuficiente y con goteras que tenemos ahora está simbolizada por los componentes del escrache? ¿El concepto de democracia, la democracia real  y auténtica de la que hablan es esto, acosar a políticos en sus domicilios? No es para tanto, argumentan quienes desde medios de comunicación, redes sociales y algunos grupos políticos comprenden y justifican esta práctica de protesta. Imagino que porque no les afecta a ellos, claro. Yo creo que sí es para tanto. Creo que es un síntoma alarmante. Claro, si uno dice que estas personas a las que se está intimidando son los legítimos representantes de los españoles y han sido elegidos por las urnas, enseguida se te echan encima y dicen que la democracia actual no es real y que ellos no les han votado. Que no les representan. Muy bien. ¿Y si a ellos no les representa un Parlamento formado por el voto de muchos millones de españoles, por qué nos va a representar a todos los ciudadanos una asamblea de decenas o cientos de personas que decide quién va sufrir el próximo escrache? Cambios en el sistema político actual, todos los que sean necesarios. Y hay unos cuantos que hacer, sin duda. Pero cuidado con nuestros nuevos ídolos y sus formas de actuar porque, sinceramente, dan un poco de miedo. 

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