Adolfo Suárez. El presidente inesperado de la Transición

Lo leí hace tiempo, pero no quiero dejar de reseñar aquí el libro de Manuel Campo Vidal sobre Adolfo Suárez. Una obra publicada en 2012 que hace un retrato completo del presidente del gobierno durante la Transición, de uno de los actores clave de la reinstauración de la democracia en nuestro país. En realidad, procuro no dejar nunca pasar la ocasión de reiterar mi admiración por él y por todas las personas que mostraron una actitud responsable, ejemplar, de altura de miras, espíritu de servicio, sacrificio por los demás, valentía política y astucia. 

En vista del desolador panorama de la clase política actual, algunos creen que de aquella época de la Transición hemos heredado todos los males que hoy padecemos. Que entonces se creó un sistema de reparto entre partidos que ha conducido al insoportable grado de corrupción que hoy padecemos. Entre esa idea y la de quienes siempre han buscado desacreditar el periodo histórico de la Transición, que ahora encuentran un caldo de cultivo ideal para sus ideas revisionistas de la Historia, nos encontramos en un escenario en el que cada vez se mira con más recelo ese periodo ejemplar. Porque yo considero que es ejemplar y admirable busco siempre la oportunidad de expresarlo y de compartir también la lástima que siento al ver cómo la gente de mi generación, personas que no vivimos aquella época, la mira con desconfianza y hasta con menosprecio

Adolfo Suárez. El presidente inesperado de la Transición está escrito desde la admiración personal del veterano periodista Manuel Campo Vidal al ex presidente del gobierno. No lo oculta y así lo refleja desde el comienzo. Cuenta el escritor de la obra en la introducción que "no cambiaría tres o cuatro años de mi vida por ser más joven porque me hubiera perdido la inmensa obra de ingeniería que supuso la transición a la democracia". En este libro, escrito de forma impecable, Campo Vidal recurre a declaraciones de los políticos más importantes de aquella época y de otros observadores que analizan la figura del presidente Suárez. Entre ellos, el propio Suárez, que habló con el periodista en varias ocasiones hace años, Felipe González, Santiago Carrillo, Sabino Fernández Campo, Manuel Gutiérrez Mellado, Manuel Fraga o Jordi Pujol. 

Comparto la visión que aporta el periodista en esta obra, comparto muchas de sus reflexiones y alabo públicamente la calidad de este libro. Necesario y bien escrito. Corto, porque Manuel Campo Vidal sabe jugar bien con el lenguaje, herramienta de trabajo de los periodistas. "Si en este país no se edificarán tantos monumentos a la ingratitud, reconoceríamos su gesta histórica en toda su dimensión", afirma. Y tiene razón. Adolfo Suárez es, sin ningún género de dudas, uno de los personajes centrales de la España del siglo XX y debe estar al lado de otros históricos españoles. Él tendrá siempre el honor de haber sido el piloto, junto a Don Juan Carlos, de la Transición española a la democracia. 

Adolfo Suárez sufre ahora una enfermedad que le ha borrado la memoria. Una enfermedad cruel en todas las circunstancias y afecte a quien afecte, porque no imagino nada más doloroso y terrible que ver disipado el recuerdo de lo que fuiste, de lo que viviste, de lo hiciste. No habrá muchos españoles vivos que jugaran un papel tan excepcional como el de Suárez para su país, que vivieran tantas situaciones formidables e históricas, que atravesaran por tantos momentos delicados. La memoria de aquellos días, de aquella valentía y carisma personal del político de Ávila que llegó a presidente del gobierno, queda evaporada en su mente. Y como vivimos en el país en el que vivimos, las trincheras ideológicas, el partidismo habitual y la ingratitud clásica no ha permitido resaltar la magnitud de la labor que hizo Suárez por España. 

En el libro se cuentan los momentos clave de su carrera política. Como llegó a la presidencia para sorpresa de propios y extraños. El Rey apostó por él para sustituir a Arias Navarro. Don Juan Carlos tenía claro que ese joven político que había conocido años atrás compartía sus ideas de devolver la democracia a España y que sería su hombre para afrontar esa arriesgada y noble misión. Explica el autor del libro que Suárez se jugó la vida en muchas ocasiones, con muchas decisiones valientes como la legalización del Partido Comunista. Se repasa también su dimisión, para que la democracia no vuelva a ser un paréntesis en la Historia de España, y el golpe de Estado del 23 de febrero de 1981, último momento en el que dio buena muestra de su talla política y moral permaneciendo en pie ante la irrupción de Tejero y otros guardias armados en el Congreso

No hemos tenido últimamente en España a personalidades políticas tan relevantes, tan audaces, tan brillantes como la de Adolfo Suárez. Él demostró una talla política y personal, un compromiso con la democracia pese a venir del Movimiento, una disposición al diálogo y al entendimiento, una responsabilidad, una sensatez y un espíritu de compromiso con su país extraordinarios. Él fue ejemplar, con sus luces y sus sombras, como todo el mundo, al frente de gobierno. Me divierte escuchar y leer a declarados demócratas de nuestros días desacreditar a Adolfo Suárez por venir el franquismo. Sí, venía del franquismo. Y por eso tiene mucho más valor y mérito lo que hizo. Por eso es una hazaña política memorable la Transición que él pilotó. Lo que tiene de admirable y único este periodo histórico es precisamente que personas que venían de bandos enfrentados, de las antípodas ideológicas, se sentaron en una misma mesa y lograron construir juntos la democracia en España. Con cesiones y sacrificios por ambos lados. Porque Suárez, Carrillo, González y tantos otros actuaron de forma responsable, eso que tan poco se estila estos días.

Si echamos la vista atrás y comparamos aquel tiempo con el actual, ni la altura política ni el comportamiento de nuestros dirigentes de hoy resisten sin sonrojarse la comparación. El sentido de la responsabilidad, la altura de miras, la voluntad de diálogo y de alcanzar pactos y el auténtico sentimiento democrático de esos líderes, tolerantes con las ideas alejadas o incluso contrarias, la generosidad y el sacrificio por el bien común y el interés general. Esas cualidades que tenían los líderes políticos de todo color durante la Transición se echan en falta en los actuales. Dudo mucho que la Transición hubiera tenido el mismo resultado exitoso y admirado en todo el mundo que tuvo si en lugar de esos hombres ejemplares el proceso hubiera estado en manos de los sectarios, partidistas y mediocres políticos de la actualidad (salvo contadas excepciones)

Por eso creo que Adolfo Suárez y todo lo que él simboliza sigue siendo un ejemplo a seguir. Nos dio una maravillosa lección y la gratitud hacia lo que hizo por el regreso de la democracia a España nunca será suficiente. Es alguien de quien podemos sentirnos orgullosos, un político al que podemos admirar, una época histórica que podemos resaltar por la convivencia entre españoles y el trabajo mano a mano de personas dispares en planteamientos políticos pero con sensatez y responsabilidad. Suena a chino eso hoy en día. Cada batallita de bajo vuelo, cada sectarismo o maniqueísmo simplista (y en este país andamos sobrados de esto) es una demostración palpable de que no aprendimos la lección ni estamos dispuestos a hacerlo ya. 

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