Benedicto XVI renuncia


Abusamos con frecuencia a la hora de valorar noticias del adjetivo histórico. En este caso, podemos emplearlo con todo su sentido y es perfectamente cierto. El Papa renuncia. Benedicto XVI ha anunciado para sorpresa de todos que lo deja, que no se siente con fuerzas para seguir al frente de la Iglesia. A sus 86 años y meses después de escampar, en apariencia, la tormenta provocada por la revelación de documentos confidenciales de El Vaticano, el Papa se va. Es algo que no ha ocurrido desde hace muchos siglos (unos señalan como antecedente la renuncia de Celestino V en 1294, otros señalan a Gregorio XII en 1415). Hay que remontarse a la Edad Media para encontrar precendentes de tan poco frecuente situación. El próximo 28 de febrero, a las 20 horas, Joseph Ratzinger dejará de ser Papa y se abrirá el proceso habitual para la elección, mediante cónclave de los cardenales, de un nuevo Papa. 

Noticia de alcance que anunciaba esta mañana el Papa con estas palabras: "ya no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio petrino". Ha explicado que es consciente de la trascendencia de su decisión y que llega tras una larga y profunda meditación. A partir del 1 de marzo se retirará a la residencia veraniega de Castel Gandolfo y después, a los locales de un convento en los Jardines de El Vaticano donde se dedicará a seguir escribiendo y a rezar. En su repentino y sorpresivo anuncio, el Papa ha dado las gracias a todos los que le han acompañado en su Papado (no llega a ocho años de duración) y ha pedido perdón por sus errores.

Es una noticia de impacto que es portada en todos los medios de comunicación del mundo. Por inusual, sobre todo, pero también porque el Papa no deja de ser el líder espiritual de más de mil cien millones de personas en todo el mundo. En el mes de marzo se celebrará el cónclave que elija sucesor de Benedicto XVI. La noticia ha dejado un poco en estado de shock, en primer momento, pero rápido se han buscado antecedentes de la decisión y explicaciones a la misma. Muchos análisis sobre la renuncia, muchas preguntas en el aire y opiniones por todas partes del mundo. De extrañeza por lo inusual de la noticia, de respeto, de reconocimiento de honradez y honestidad, de sospechas de que detrás de su marcha haya algo oculto...

Tiempo de valorar lo que ha hecho Benedicto XVI durante su Papado voluntariamente interrumpido ahora. Pidió perdón por los abusos a menores, eliminó el limbo, continuó la doctrina de su antecesor en cuestiones morales donde la Iglesia continúa sin mover un ápice su postura, siguió escribiendo y agrandando su labor de intelectual y teológica. Tuvo que hacer frente al escándalo de la filtración de documentos confidenciales de El Vaticano, el llamado caso Vatileaks, que se despachó con la condena (y posterior perdón) a su mayordomo pero que que, a juicio de muchos, escondía una encarnizada lucha intestina en la Iglesia católica. Dos son las reacciones iniciales a la noticia de la renuncia del Papa: primera, la comparación con los penosos últimos años de Juan Pablo II en el Papado, en una situación ciertamente descorazonadora; y segunda, la sospecha más que fundada de que esta renuncia tenga algo que ver con  el caso Vatileaks.

Sobre lo primero, en comparación con lo que hizo Juan Pablo II, creo que a la Iglesia no le hace ningún favor una imagen de un anciano en un estado de grave enfermedad manteniéndose en el Papado, balbuceando sus últimos discursos y en un estado lamentable en el que, sinceramente, es inhumano que alguien siga llevando a cabo una actividad pública. Sobre lo segundo, el caso Vatileaks, las sospechas son fundadas, por supuesto. Fue muy grave lo que se publicó y muchas las preguntas que quedaron en el aire. No digo que esta renuncia esté forzada por nadie (no olvidemos que el Papa tiene 86 años), pero tampoco parece descartable que Benedicto XVI haya perdido fuerzas para seguir como Papa al descubrir esas hipotéticas luchas internas, esa parte  indecorosa de la Iglesia católica. Tejemanejes que podrían haber desbordado la capacidad de resistencia de un estudioso como él. Asuntos turbios de los que se ha rumoreado (y algo más) durante estos años de su Papado. 

Cabe una opción distinta, que es la versión oficial y resulta también verosímil. Sencillamente, el Papa ha visto que no está en condiciones y, en un ejercicio de honestidad, ha decidido marcharse. Si es exactamente así y no hay razones ocultas de fondo, sin duda la renuncia del Papa es algo muy elogiable. Un gesto que le honra. 

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