Los partidos políticos

Los políticos, y por ende los partidos, son necesarios en todo sistema democrático. Son un elemento clave para el buen funcionamiento de la democracia que, al fin y al cabo, como dijo Churchill es el peor sistema de gobierno diseñado por el hombre, a excepción de todos los demás. Siempre estaré dispuesto a defender la política y a reivindicar la necesidad de la buena política. Pero claro, el descrédito que actualmente tiene la clase política es España se la han ganado a pulso. Probablemente están pagando justos (que alguno habrá, sin duda) por pecadores (que hay unos cuantos de todos los colores y en todas las regiones), pero no vale eso de poner el necesario rol de los políticos en todo sistema democrático como escudo ante las razonables y lógicas críticas a sus muchos errores. De eso voy a hablar hoy, sin ánimo de ser especialmente duro con nuestra clase política, de sus deficiencias de organización y funcionamiento. Alguna de ellas, porque ya aviso que no están todas las que son.

Para empezar, hay algo perverso y completamente ineficiente en el funcionamiento de los partidos políticos y es la escalada que protagonizan personas mediocres que parecen no valer para otra cosa (al menos no han demostrado jamás en su vida lo contrario) y que tan sólo se dedican a ganarse puestos en el partido con años de lealtad, sumisión al aparato del partido y plena disposición a defender cuantos disparates o irregularidades sean necesarias. Estar ahí, si es desde las juventudes del partido, mejor. Sencillamente, estar ahí. Aguantar. Aplaudir cuando toque aplaudir, asentir cuando corresponda, hacer lo que manden. Nada más, bien sencillo. 

Puedes ser un inepto en cualquier otro campo, te hundirías en la miseria si tuvieras que ganarte la vida ejerciendo otra profesión, serías incapaz de ganarte la vida si de méritos profesionales o académicos se tratara, pero no pasa nada. Eres un hombre/mujer del partido. Con eso vale, incluso, para ser ministro/a. Tenemos sobrados ejemplos de ello. Y eso es algo malísimo. En política, como en el resto de áreas profesionales, debe escalar puestos quien lo merezca, quien demuestre capacidad para ejercer su trabajo, para aportar algo útil a la sociedad. Por eso, de entrada, siempre doy un margen de confianza mayor a los políticos que vienen de otros campos y han trabajado durante años en otras profesiones (¿acaso debe entenderse la política como una profesión de por vida?) que a los que tan sólo pueden enseñar como logros sus años de fiel servicio al partido. 

Otro fallo. En España, e imagino que en muchos otros países, pero hablo del que conozco mejor, los partidos políticos son unas de las instituciones menos democráticas que hay. Y es una paradoja, teniendo en cuenta que su labor es ejercer de representantes de la pluralidad de la sociedad española y ser un elemento clave del funcionamiento de la democracia. Pero no es así. Escalas no en base a tus capacidades, qué va, sino en función de cómo de sumiso seas ante el aparato del partido o el gobernante de turno. Fundamentalmente, que no le hagas sombra y no oses comentar lo que piensas si es algo distinto a lo que debes pensar. No hay libertad de expresión en los partidos políticos, por lo general. Eso se aprecia con claridad desde fuera.

 Eso que llaman "disciplina de partido", eufemismo que suena hasta bien, no es otra cosa que prohibir a los políticos contradecir las tesis oficiales del partido. No estás ahí para pensar, y mucho menos para expresar lo que piensas, sino para defender punto por punto la doctrina oficial del partido. No necesitas pensar, es más, incomodan los políticos que piensan por sí mismos y se atreven a discrepar de lo que defienden las direcciones de su formación. Pulsa el botón que tienes que votar, defiende el disparate que tienes que defender, cae en todas las incoherencias que tengas que caer según venga impuesto desde arriba, y punto. Pero no pienses, por Dios, que eso no es necesario en esto de la política. No aportes ideas nuevas, no contradigas las tesis oficiales. Por lo que más quieras. Si te mueves, no sales en la foto. 

Eso en cuanto a su estructura. Pero hay más deficiencias. En cuanto a su funcionamiento, por ejemplo, los partidos políticos españoles se muestran del todo incapaces de llegar a acuerdos sobre cuestiones realmente importantes para los ciudadanos. Porque hay sectarios en la sociedad, claro, que prefieren no dar ni agua al partido rival, pero hay una gran mayoría de ciudadanos que desearían ver a sus políticos hablar y buscar acuerdos, negociar, alcanzar consensos, en definitiva, sobre aquello que les preocupa. Y no lo hacen casi nunca. Otra deficiencia es que suelen mirar más por sus intereses partidistas que por el interés general. El sectarismo que impera en los partidos políticos es dañino para el conjunto del país. Llaman debates a lo que no es más que peleas de salón en el Congreso soltando frasecitas sencillas que atacan al adversario político y hasta quedan graciosas para un tuit o un total en televisión. Sin más. Otro error es que muestran una abismal distancia con los ciudadanos. Les cuesta un mundo hablar de lo que de verdad nos interesa y no enredarse en sus batallas estériles que nada aportan al avance del país

Acabo. Parece evidente, está quedando especialmente claro a raíz de esta crisis económica, que en España los partidos políticos, en concreto los que tienen opciones de gobernar en los distintos niveles de la Administración, aunque tampoco se libran los otros, se han montado un corralito, un cortijo sobre el que mandan y cuya finalidad es dar trabajo a su gente y garantizarse su bienestar, no el de los ciudadanos. Hablo de los consejos de Administración de las arruinadas cajas de ahorro, por ejemplo, donde todos tienen su asiento y su sueldo estratosférico por no hacer nada; hablo de tantos y tantos cargos políticos sin ningún contenido real; hablo de su poder de elección y control sobre los jueces; hablo de cómo se protegen unos a otros con indultos o apaños judiciales de última hora para no pisarse la manguera; hablo, en suma, del aparente sistema de protección y empleo que se montaron los partidos políticos tras la Transición con buena voluntad, o al menos con buenas palabras, que es un escándalo y sólo sirve para salvaguardar sus intereses. Aquí meteríamos a otros grandes elementos del sistema como los bancos, los empresarios o las organizaciones sindicales. Da la sensación, insisto, de que se montaron su cortijo para no tener apuros, construyendo un sistema que pagamos los ciudadanos y del que sufrimos su mala gestión.

Por último, claro, la corrupción. Se puede dar, y se da, en todos los ámbitos de la vida. Ningún campo profesional está libre de tener en su seno tramposos. Pero el porcentaje de frutas podridas en el seno de los partidos políticos es demasiado elevado, tanto como para sospechar, o al menos como para echar en cara a las formaciones que no se han tomado suficientemente en serio este problema. Entrar en política debe tener una motivación de ayudar a la sociedad y muchos más bien entran para meter la mano donde no deben. Insisto, puede ocurrir hasta en las mejores familias, pero hay que prevenir estos casos y responder a ellos con firmeza. Con la misma firmeza verbal con la que se reaccionan a los casos de otros partidos políticos, aplicando el mismo rasero a los tuyos. Proteger a los corruptos o a los presuntos corruptos no es una actitud admisible en ningún caso, y es algo que aún se ve en España. 

En fin. Los partidos políticos son necesarios, claro. Pero bien organizados y ejerciendo como es debido su función. O sea, son necesarios partidos políticos con líneas de actuación muy distintas, casi opuestas, a los actuales. La mejor salida a esta situación de descrédito de la clase política vendría, sencillamente, de la mano de la buena política. Pero para hacer eso no valen muchos de los políticos de hoy en día y, sin ninguna duda, no valen los partidos políticos actuales tal  y como funcionan. 

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