Desperdiciamos la mitad de la comida que se produce en el mundo

Andamos enredados con noticias de interés como la mejora de la prima de riesgo española (sólo falta que eso se traslade a la economía real), las amenazas algo cutres  vía email del ex socio de Urdangarin (que probablemente no tengan relevancia judicial, o sí, pero que salpica a la monarquía e inunda de cotilleos y chismes la actualidad nacional) o la situación en Venezuela (los líderes carismáticos nunca llegan a saber, o quizás sí y no es importa, el daño que hacen a sus pueblos que tanto dicen querer). Todas esas noticias de interés quedan para próximos días, porque ayer escuchamos una que nos impactó profundamente, que debería suponer una sacudida brutal a todos los ciudadanos de los llamados países desarrollados, un bofetón furioso, un severo toque de atención. La noticia llegó en forma de informe, el que publicó el Instituto de Ingenieros Mecánicos del Reino Unido que concluye que la mitad de la comida que produce en el mundo acaba en la basura o se pudre en el campo antes de llegar al consumidor.

Es una realidad que conocemos, aunque nuestra actuación indique lo contrario, y ante la que seguimos sin hacer nada, por lo que sospecho que la reacción ante este doloroso informe sólo será algún lamento como este que escribo en el blog, algún tuit indignado y poco más. Hablo de la mayoría ciudadana, de la mayoría de los agricultores, de la mayoría de los políticos, pero sé que sí hay gente realmente comprometida con el hambre en el mundo y que no sólo clama contra este derroche despreciable de alimentos que vemos cada día, sino que actúa para lograr cambios. Esas personas es de las que tenemos que aprender, su ejemplo es el que hay que seguir. No es ésta la única señal de que el mundo está enfermo, pero es una más. Que ante situaciones tan injustas como ésta no reaccionemos de forma contundente indica que vivimos en una sociedad totalmente desnortada, enferma. 

El citado informe concluye que entre el 30% y el 50% de la comida que se produce en el mundo acaba en la basura o es desechada por los agricultores y se pudre en el campo. 4.000 millones de toneladas de alimentos se producen cada año, echen cuentas de lo que derrochamos. Entre 1.200 y 2.000 toneladas de alimentos al año que derrochamos, que nunca se llegan a consumir, en un mundo con 1.000 millones de personas que pasan hambre. Es algo tan indecente, tan inmoral y tan vergonzoso que debería conducir a una reflexión seria y urgente. Insisto, no vale con decir que vivimos en un mundo injusto e insolidario de forma fatalista; tenemos la obligación moral de hacer algo para cambiarlo.

Hay más cifras apabullantes en este informe, como que a lo largo de su vida una familia media británica acaba arrojando el equivalente a 24.000 libras (29.000 euros) de comida. Eso sin contar el derroche de agua. Señalan como causas de esta alarmante situación las malas prácticas agrícolas, el deficiente almacenamiento de los alimentos y los problemas de distribución y transporte. A esto hay sumar, por supuesto, la falta de conciencia ciudadana. También apuntan a los supermercados y puntos de venta con sus ofertas especiales, que hacen que se termine comprando más de lo necesario; a la estricta política de caducidad y la insistencia por la "apariencia", que obliga a desechar gran parte de las cosechas de frutas y verduras por su mal aspecto. 

Con los datos ofrecidos ayer por el estudio "Global Food: Waste Not, Want Not", podemos calibrar la gravedad del problema. Si toda esa cantidad de alimentos producidos no se derrocharán, se podría anular el hambre el mundo, alimentando a las personas que viven con riesgo de morir por inanición y a todos los ciudadanos que se estima tendrá el mundo hasta 2075. Ante esta realidad no queda otra que actuar, luchar por los cambios legales necesarios para evitar indecentes derroches de comida y potenciar la concienciación ciudadana. La ONU se ha propuesto reducir en un 50% de aquí a 2025 el despilfarro de comida y la UE celebrará en noviembre la celebración de la semana de Reducción de Desechos. Hay que ponerse manos a la obra ya.   

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