PSOE: ¿30 años no es nada?


El PSOE celebró ayer un acto conmemorativo de la victoria de Felipe González en las elecciones de 1982. Una abrumadora mayoría absoluta (202 diputados) consiguió entonces el partido en lo que muchos consideran la auténtica culminación de la transición española hacia la democracia, pues por primera vez en muchas décadas un partido de izquierdas llegaba al poder. González ilusionó entonces a los españoles como probablemente nadie lo ha vuelto a hacer desde entonces. Mantiene ese carisma, ese aura de líder, ese magnetismo que cautivó a gran parte de la sociedad española en aquellos tiempos y que le sigue haciendo un referente para los socialistas. Ayer volvieron a quedar demostradas ambas cosas.
 
Decía aquel precioso tango que 20 años no es nada y en el acto que celebró ayer el PSOE, hicieron una revisión de aquella composición para echar la vista atrás y mostrar orgullo por lo que hicieron hace tres décadas. La España de 1982 no se parece en nada, o al menos un muy poco,a  la España de este 2012. Es muy cierto que el PSOE tiene en su haber logros de aquellos años de gobierno de Felipe González de los que puede presumir y es muy legítimo que los celebre pasado el tiempo. 30 años, una cifra redonda.
 
Aquellos gobiernos socialistas dieron un impulso modernizador y de derechos a nuestro país en la culminación natural de un proceso de transición hacia la democracia que había empezado siete años antes. Quienes dicen que el PSOE es el partido que mejor representa a los españoles, que se escucha mucho entre las filas socialistas, probablemente apelan a reminiscencias del pasado pues, efectivamente, aquella llegada del PSOE al poder, aquellos años de modernización e impulso del Estado de bienestar y la ampliación de derechos eran fiel reflejo de la sociedad española de la época. Una sociedad que salía de décadas de oscura dictadura y ansiaba la libertad, los derechos y la modernidad. Todo eso, sin ninguna duda, representó entonces el PSOE.
 
A la hora de repasar la historia reciente de España, cualquier análisis riguroso debe contar con el papel trascendental que jugó el PSOE durante aquellos años. En este sentido, es legítimo y razonable que desde este partido se quiera celebrar de forma especial el 30 aniversario de su primera victoria electoral en la democracia. Sucede que esta celebración llega en unos momentos extremadamente delicados del PSOE. El partido está en su posición más frágil en muchos años y lo de ayer sonó, en algunos momentos, a buscar refugio en el pasado. Algo así como echarse en los brazos de la nostalgia, de la melancolía de aquellos tiempos en los que el PSOE atraía a los españoles, inspiraba su confianza. Eso quedó atrás y ahora lo importante no es recrearse viendo los innegables logros de aquel tiempo (que también tuvo sombras oscuras, convenientemente apartadas del acto de ayer) sino buscar cómo pueden hacer para que el partido vuelva a ser lo que fue entonces.
 

Felipe González, como digo, mantiene intacto el carisma y el espíritu de líder del que hizo gala durante tantos años al frente del gobierno. También sigue invariable el respeto absoluto, rozando la veneración, que despierta en un notable sector del PSOE. Por eso cuando él habla, y más en momentos de zozobra como este, quien más quien menos, todos en el partido escuchan con atención. La pregunta es, ¿sirven las recetas de entonces para ahora? ¿Puede seguir siendo Felipe González un referente para el socialismo del siglo XXI? ¿Podría incluso jugar un papel en futuros movimientos en el seno del partido? No lo sé. Realmente ayer, escuchando a González, sí pensé una vez más en el deterioro de la clase política actual, que nada en un mar de mediocridad. Faltan líderes como él, políticos con mayúsculas. En todos los partidos.
 
Propuso Felipe González que el PSOE recupere la vocación mayoritaria que, a su juicio, se ha dejado por el camino. "El PSOE ha perdido la vocación de mayoría y tiene que recuperarla. Y tiene que hacerlo mirando a la sociedad, no de manera sectaria sino con espíritu de consenso y capacidad de dialogar", dijo. También señaló que "la debilidad del PSOE será la debilidad de España". Por otro lado, sobre el debate de ideas que parece que llegará, antes o después, al partido, Felipe González pide liderazgo, que el partido tome la iniciativa: "si van a hacer un debate interno, ahora que dicen que hay que escuchar a las bases, no digan que hay que hacer un debate de ideas, pongan una sobre la mesa".
 
José Luis Rodríguez Zapatero, ex presidente del gobierno para el que quizás hará falta que pasen 30 años para que le hagan algún homenaje de este tipo, quién sabe, también tomó ayer la palabra. Pidió "una España de entendimiento" y que en el PSOE se mantengan "los afectos, la lealtad y la unidad". Lo primero es un mensaje de puertas para afuera, reclamando pactos con el gobierno y una oposición responsable que busque acuerdos; mientras que lo segundo es un mensaje interno: nada de guerras internas. No parece sencillo ni una cosa ni la otra. Sobre ésta última, no se puede olvidar que Rubalcaba ganó a Chacón en las primarias por la secretaría general por un escasísimo margen. El partido está claramente dividido.
 
Por su parte, Alfredo Pérez Rubalcaba, actual líder del partido y hombre fuerte en los tiempos de González y en los de Zapatero (para él sí que 30 años no es nada), intervino en el acto para decir que el partido debe "avanzar en el radicalismo reformista como hicimos entonces", hacer "una revisión profunda y un proyecto de país". Algo parece claro, el pasado parece mucho más dulce que el presente en el PSOE. Pero el partido debe sentar las bases de su futuro. Porque al cobijo del pasado se está a gusto un tiempo, pero el único sentido de dar pasos atrás debe ser tomar impulso para seguir avanzando. Porque 30 años es mucho y un partido con vocación de gobierno debe estar pegado a la sociedad, a sus demandas y a sus necesidades reales. Eso y no traicionarse a sí mismo cuando vienen mal dadas.

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