Libia, un año después de la muerte de Gadafi

Ayer recordamos el primer aniversario de la muerte del dictador libio Muamar Gadafi a manos de rebeldes que combatían contra él. La muerte del sátrapa supuso el final del régimen, pero persisten problemas derivados de aquella guerra entre compatriotas. Quedan heridas abiertas y adversidades a las que hay que seguir haciendo frente. Lo esbozamos ayer brevemente y hoy queremos entrar algo más en detalle a la situación actual de la Libia sin Gadafi. Tras la muerte del dictador, el Consejo Nacional de Transición declaraba la liberación de Libia. Después de estar sometidos durante décadas a la tiranía de Gadafi, los ciudadanos libios comenzaban a andar el camino de la libertad.
 
Un hito de esta transición fueron las elecciones del pasado mes de julio. Elecciones libres y ejemplares, al fin, en un país no acostumbrado a las herramientas de la democracia. Hace poco se eligió como primer ministro a Ali Zidan, un abogado defensor de los Derechos Humanos y que sabe muy bien lo que es plantar cara a un régimen dictatorial porque fue disidente del régimen de Gadafi y tuvo que exiliarse. Bien puede ser este hombre la cara de la transición hacia la democracia en Libia. Un exiliado durante la dictadura de Gadafi como primer ministro del país. Eso sí, tendrá que hacer frente a una tarea hercúlea durante los 20 meses que ocupará el cargo de forma transitoria. En primer lugar, deberá nombrar a un nuevo gobierno.
 
Sin duda, un año después hay síntomas muy positivos en la nueva Libia. El hecho de que los ciudadanos pudieran votar libremente a sus representantes es uno de ellos. Pero no es menos cierto que hay amenazas serias a ese futuro que ansían los ciudadanos de aquel país. Ayer apuntábamos la más grave de todas ellas: la violencia. Las nuevas autoridades deben reestablecer la seguridad y combatir a las milicias armadas que escapan actualmente de su control. El problema es que hay zonas del país donde la autoridad oficial literalmente no existe y el único poder es la milicia de turno. Esos grupos armados tienen el control de algunas zonas de Libia. Un año después del final oficial de la guerra ente partidarios y detractores del dictador, muchas milicas siguen estando armadas y controlarlas, someterlas al poder del nuevo Estado ha de ser una prioridad del gobierno.
 
Una de las escenas de violencia de este primer año post Gadafi fue el asalto a la embajada estadounidense en Bengasi donde murió el embajador Christopher Stevens. Este diplomático de Estados Unidos contribuyó precisamente en la constucción del proceso de transición a la democracia en Libia. Su muerte fue un mazazo, un duro golpe. Sirvió para poner de relieve que la violencia sigue siendo una realidad en el país y, de paso, para que los que nunca miraron con buenos ojos la llamada primavera árabe mostraran una constatación de lo que ellos siempre habían defendido: que esto no saldría bien y supondría la sustitución de un tipo de violencia por otra. Esto último era inevitable. Nadie dijo nunca que este proceso que viven varios países árabes sería fácil y estaría libre de serios obstáculos. Pero nadie puede negar tampoco que el derrocamiento de dictador crueles como Gadafi es siempre una buena noticia y que en estos países, con todos los riesgos presentes y futuros que puede presentar el proceso de transición, se están haciendo esfuerzos por construir un Estado libre y democrático.
 
Tras ese ataque también se vivieron consecuencias positivas, ya que supuso de algún modo una llamada de atención interna sobre la realidad de las milicias armadas en Libia. Así, los ciudadanos claramaron como nunca antes por el desarme de estos grupos, mientras que algunas milicias incluso dieron el paso de entregar las armas y optar por ser reconocidas como asociaciones políticas. Es un buen paso adelante que obligará a integrar a todas las sensibilidades existentes en el país, siempre que sean defendidas por métodos no violentos.
 
Hay dos sombras más en la situación de la libia post Gadafi: la posible presencia de Al Qaeda en el país y los partidarios del dictador que siguen batallando y no están dispuestos a permitir la construcción del nuevo Estado. Sobre la presencia del grupo terrorista islamista en en país, son varias las voces acreditadas que alertan de este riesgo que las nuevas autoridades deberán seguir de cerca porque, de ser cierto que cada día aumenta la presencia de Al Qaeda en Libia, supondría una seria amenaza para el futuro del país. La lucha de los defensores del antiguo régimen se centra en su bastión de Bani Walid, el último en rendirse a la autoridad de las nuevas autoridades libias. Precisamente ayer enfrentamientos entre los gadafistas y los fuerzas oficiales dejaron siete muertos y 120 heridos en esta localidad. Una vez más, al igual que con las milicias armadas, en este punto será importante  la reconciliación nacional. Dejar a un lado las diferencias y lograr que el nuevo Estado integre a todos los libios con sus distintas ideas. Como vemos, hay todavía muchos retos que tendrá que afrontar Libia un año después de la muerte de Gadafi. Se está en el camino de la nueva Libia, pero hay que superar varios obstáculos que la separan de su destino.


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