La extrema fragilidad del PSOE

El resultado de las elecciones del pasado domingo en Galicia y el País Vasco dejan distintos ganadores en las dos regiones, pero un mismo gran perdedor de la cita con las urnas: el PSOE. Los socialistas están en la peor situación que se les recuerda en muchos años. Hay que remontarse muchas décadas atrás en el tiempo para encontrar un escenario peor para el PSOE, con menos poder y con una situación más débil que la actual. A día de hoy, los españoles no perciben este partido como una alternativa real y creíble de gobierno. Y eso es muy grave para el PSOE, tanto como para abrir una profunda y urgente reflexión interna.
 
El descontento de una parte importante de la sociedad española con el gobierno del PP por sus medidas económicas es indudable. Se palpa en la calle con mucha facilidad. Las propias encuestas de intención de voto a nivel nacional ofrecen una pérdida de respaldo del partido liderado por Mariano Rajoy. Pero ante esta situación, el PSOE no remonta y en absoluto capitaliza ese descontento. Las encuestas son fotografías de una realidad concreta, ciertamente, y las mejores encuestas son las elecciones, donde los ciudadanos deciden quién quiere que les represente. Pues bien, en la urnas es donde el PSOE se ha vuelto a llevar dos serios varapalos que deben hacen encender las pocas luces de alarmas que pudieran quedar apagadas en Ferraz.
 
Las elecciones en Galicia y en el País Vasco eran autonómicas y tan cierto es que este tipo de comicios tienen proyección nacional como que los votantes de estas dos regiones representan el sentir de los ciudadanos que allí residen, no el del conjunto del país. Digo esto porque no creo que sea acertado deducir de los resultados de Galicia que se ha respaldado de forma general la política económica del gobierno como dijo ayer María Dolores de Cospedal. En las elecciones gallegas votan los ciudadanos gallegos, al igual que en las andaluzas votaron los andaluces. Entonces fue el PSOE quien dijo que el resultado electoral en las autonómicas andaluzas (donde el PP ganó, pero no obtuvo mayoría absoluta y se quedó sin formar gobierno) era un reflejo del descontento del conjunto de España con las medidas del gobierno central. Nunca dejará de sorprenderme cómo, según interese en cada momento, los partidos políticos defienden una cosa y la contraria. Son elecciones autonómicas, cuando interesa reducir la lectura a ese ámbito y tienen una clara proyección nacional cuando así conviene. Lo hacen los dos grandes partidos constantemente.
 
Volviendo a la situación interna en el PSOE, Rubalcaba tiene motivos para estar preocupado como patrón de una nave sin rumbo y con numerosas fugas de agua. No sólo por su propio futuro político, cuyo horizonte ve cada día más oscuro, sino por la propia inestabilidad del barco, un barco que lleva más de cien años surcando los mares y que afronta una de las peores tormentas que recuerda. Dejo la metáfora naval. Que el puesto de secretario general peligre para Rubalcaba  es lo de menos. Lo importante es la extrema fragilidad del PSOE en sí mismo. No se trata, por lo tanto, de cuestionar la labor de oposición que ha hecho Rubalcaba estos meses, sino afrontar una realidad bien clara: que los ciudadanos no ven al PSOE como alternativa de gobierno, que están perdiendo apoyos a raudales y que tendrán que afrontar una travesía por el desierto en condiciones precarias.
 
Desde mi punto de vista, el proceso de análisis y reflexión que debe abrir el PSOE ha de trascender a la cuestión del liderazgo, de la pugna interna que a buen seguro, antes o después, surgirá en el seno del partido. La cuestión central debe ser a dónde se dirige la formación, cuál es su rumbo, cómo hacer para volver a conectar con los ciudadanos. Las ideas, los proyectos, los modos de actuación, la actitud con los ciudadanos... Todo eso es mucho más importante que quién lidera el partido. Así lo creo. Dicho esto, ya comenté en su momento, cuando Rubalcaba fue elegido secretario general del PSOE, que me parecía un error y que el partido tendría que haber optado por otras caras y haber hecho alguna apuesta más ilusionante (la alternativa de Chacón tampoco me lo parecía). Rubalcaba lo ha sido todo en política. Sin duda es un gran político y estimo su valía y  su dedicación a su profesión. Es una de esas personas que incluiría en una lista de auténticos políticos en España, mucho menos numerosa que otra de gente de poco valor, escasa preparación y nulo carisma. Pero su tiempo pasó y el PSOE no puede pretender ilusionar a su electorado y atraer a la sociedad española con alguien que ya ocupaba puestos de responsabilidad en política hace tres décadas. Debe dejar paso a otros. No ilusiona y es muy difícil que lo haga.
 
El problema no es Rubalcaba, pero él tampoco será la solución. El PSOE debería buscar un nuevo líder que sí logre conectar con los ciudadanos. Es injusto achacar al actual secretario general todos los males que aquejan al PSOE cuando son mucho más responsabilidad del anterior. La mala gestión de la crisis del gobierno de Zapatero y el recuerdo de aquello es el principal hándicap de los socialistas. Suena poco creíble que desde el PSOE critiquen la senda de recortes y austeridad que ellos comenzaron, o que hagan propuestas geniales al gobierno cuando ellos vienen de estar siete años en el gobierno y no las aplicaron. El principal rival del PSOE actual es el PSOE del más reciente pasado, el que se traicionó a sí mismo y aplicó medidas económicas contrarias a sus principios, el que no supo explicar bien la situación económica, el que gestionó muy mal la crisis. No logra sacudirse ese recuerdo porque, aunque pueda parecer lo contrario, no ha pasado suficiente tiempo para conseguirlo.
 
El PSOE ha perdido el rumbo. El histório batacazo que se llevó en las elecciones generales de noviembre del 2011 fue de tan enormes magnitudes que dejó al partido en estado de shock. Se veía venir, porque ya habían cosechado unos resultados desastrosos en las autonómicas y municipales de ese mismo año. Pagó entonces su acción de gobierno. Un error garrafal que hizo el partido fue posponer sine die el necesario debate sobre su propia identidad, sobre las líneas a seguir, sobre los cambios que tendrá que aplicar sí o sí en el futuro para reconstruirse como alternativa de gobierno. Se eligió a un nuevo secretario general en un proceso de primarias. Las opciones eran o un vicepresidente de los gobiernos de Zapatero que lleva media vida en política y ya ocupó cargos con Felipe González o una ministra de los gobiernos de Zapatero. Faltó esa tercera vía, esa nueva corriente para pasar página y mirar hacia adelante. Y sigue faltando, al menos en apariencia. Renovar el liderazgo es importante, pero lo es mucho más debatir ideas y definir el propio sentido del partido. Lo necesita España.
 
Hay una cuestión derivada de esta fragilidad del PSOE, sumada a la crisis económica,  al descontento social con el PP y a los movimientos sociales como el 15-M u otros que piden acabar con el bipartidismo y un cambio radical en el sistema política. Todo esto forma parten, en realidad, de una misma cosa y puede conducir a un cambio en el escenario político español. El auge de IU y UPyD o la irrupción del partido de Beiras en Galicia son sólo ejemplos aislados de los cambios reales que ya está provocando esta situación política. En Grecia tenemos un ejemplo claro de cómo el bipartidismo se puede derrrumbar.
 
Esto supone la amenaza de que aparezcan partidos ultras de izquierda o de derecha, pero también la oportunidad de abrir la puerta a formaciones que apuesten por hacer las cosas de forma distinta, que se rebelen ante el orden establecido del poder casi absoluto de los dos grandes partidos. Ojo porque si el PP pierde votos por su acción de gobierno y el PSOE no toca fondo, se están dando las condiciones necesarias para que surjan partidos alternativos que puedan llegar a ser incluso actores clave en la política española y no formaciones minoritarias con escaso poder de influencia. A esto hay que sumar la preocupante abstención en las elecciones y el creciente desapego para dibujar el escenario global de la política española, más allá de la crisis interna del PSOE.

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