Esperanza Aguirre dimite

24 horas después del sorpresivo anuncio, la dimisión de Esperanza Aguirre como presidenta de la Comunidad de Madrid sigue provocando multitud de reacciones y sigue centrando el debate político. Esta dimisión ha generado el torbellino lógico al tratarse de una noticia inesperada y sorprendente y  al ser un cargo de tanta importancia el que ocupa Aguirre, pero también refleja que no se marcha un político más. Se va la mujer más influyente de la historia de la democracia, dicen muchs, alguien con una trayectoria política en la primera línea de 30 años. Fue concejal en el ayuntamiento de Madrid, ministra de Educación y Cultura, presidenta del Senado y, finalmente, presidenta de la Comunidad de Madrid. Se marcha así de la política activa un peso pesado y una responsable que, con sus defectos y virtudes, no deja indiferente a nadie.
 
Los motivos esgrimidos por Esperanza Aguirre en el anuncio de su dimisión son personales. La primera reacción debida ante esta información, teniendo en cuenta los antecedentes y que viene de superar un cáncer hace poco tiempo, es desear que su marcha no tenga nada que ver con cuestiones de salud y que se encuentre bien. Es algo básico que debe estar por encima de cualquier disputa política. Ella reconoció que la enfermedad está supuestamente superada, pero que también ha influido en su decisión. Pero hay más razones de índole personal, según  comentó. Aseguró que ya le costó mucho decidirse a presentarse a las autonómicas del año pasado. Hay muchos analistas a los que esta explicación no les parece verosímil y señalan a las tensas relaciones de Aguirre con Rajoy. Han sido públicas las discrepancias de la presidenta de la Comunidad de Madrid con el presidente del gobierno. Ella nunca se calla lo que piensa y no rehuye los enfrentamientos dialécticos y recientemente ha criticado la excarcelación de Bolinaga o la subida del IVA. A mí no me parecen razones de peso en alguien luchador como Aguirre, un auténtico animal político.
 
Pienso que detrás de esta decisión puede haber una valoración por parte de Aguirre del horizonte político que tiene por delante. Eso sí es más posible, desde mi punto de vista, y no deja de estar relacionado con  los asuntos personales. Seguir siendo presidenta de la Comunidad y volverse a presentar a la reelección es algo que no le motivaba, que ya no le llenaba. Y sus aspiraciones a algo más dentro del partido pasan por discutir el liderazgo de Rajoy y por emprender un proyecto de dudoso éxito del que ya salió escaldada en el año 2008. Hay muchas interpretaciones sobre la dimisión de Aguirre y muchas dudas por despejar, por lo que cada uno puede tener su opinión. Yo creo que la presidenta ha valorado las metas políticas alcanzadas a sus 60 años, qué le podía presentar el futuro y cómo sería ese camino hacia nuevos horizontes. Y ha concluido que ha tocado techo y que no le vale la pena emprender nuevos caminos hacia destinos inciertos.
 
Deseando que lo que esté detrás de su marcha no sea un empeoramiento de su estado de salud, creo que Aguirre se presentó ante los madrileños en mayo de 2011, hace nada, con un proyecto de cuatro años y su dimisión debe ser mejor explicada porque muchos ciudadanos tienen motivos para sentirse engañados. El sistema político español es de listas cerradas y, aunque no nos guste y nos parezca algo que se debe reformar, los madrileños votaron la lista que encabezaba Aguirre y en la que iba también Ignacio González. Eran elecciones a la Asamblea de Madrid y nosotros elegimos diputados de la Cámara regional, no al presidente. Al igual que las elecciones generales, en las que votamos a miembros de las Cortes, no al presidente. Son esos representantes que hemos elegido los que votan al presidente, que generalmente es el cabeza de lista del partido más votado, pero no siempre. Nuestro sistema no es presidencialista como el de Estados Unidos o Francia, por ejemplo, donde sí hay elecciones presidenciales. Es perfectamente legítimo que González sea presidente, igual que Aguirre es alcaldesa. Eso no quiere decir que sea una situación deseable y mucho menos que no debamos criticar la falta de respeto de Alberto Ruiz Gallardón  y ahora de Aguirre y el inaceptable incumplimiento con el comprimo adquirido con los ciudadanos.
 
Esperanza Aguirre es un referente del liberalismo en España, destacan hoy los medios. Es, en efecto, un peso pesado de un sector de la derecha. Fue un referente para ese sector de la sociedad y la personificación de todos los males que para la izquierda representa la derecha. Un símbolo, una líder de la que siempre, desde un lado y desde el otro, había que estar pendientes y que no dejaba a nadie indiferente. Es una política que he criticado mucho y en muchas cuestiones estoy muy lejos de sus planteamientos, pero siempre le he reconocido su coherencia y fidelidad a sus ideas, que defendía sin complejos y con argumentos. Es una política de raza y de talla. No hay muchos políticos en España de la altura de Esperanza Aguirre y creo que se echan en falta responsables políticos así. Incluso de ideologías contrarias a las de cada uno o muy lejanas. De eso va el juego político y precisamente en Madrid a Aguirre le ha faltado un contrincante político de talla similar, que estuviera a su altura. Luego cada uno decide.
 
No es Aguirre una política insustancial, sus discursos no pasaban desapercibidos, no forma parte de la extendida especie en la clase política española de personajes grises, sin profundidad de ideas, sin solidez en la defensa de sus planteamientos y carentes de coherencia. Aún discrepando con muchas de sus ideas y argumentos, no podemos negar que Aguirre es una política con letras mayúsculas, que no rehuye el debate y la confrontación dialéctica, que responde siempre a la prensa y que tiene unos principios sólidos que defiende con coherencia y determinación. Y eso es mucho más de lo que podemos decir de la mayoría de los políticos españoles actuales. Por eso creo que no vendría mal alguien como Esperanza Aguirre en el PSOE, en IU, en el PP y en el resto de partidos. Personas que creen en sus ideas, que las argumentan, que tienen garra y dedicación, que son coherentes. Insisto, aunque diga cosas que nos parezcan una barbaridad o aunque estemos totalmente en contra de su concepción de ciertas cuestiones como la Sanidad. Pero mirabas a Aguirre participar en la Asamblea o en una entrevista y no te dejaba la sensación de haber visto a alguien insulso, que no te había dicho nada y que era poco convincente, que carecía de un fondo sólido. Sensación muy frecuente con políticos de todos los partidos hoy en día.
 
En definitiva, creo que Aguirre no es alguien que se vaya y no suceda nada. Deja sello. Y eso es debido a que, estemos de acuerdo o no con su tendencia ideológica y con sus políticas, es una política de peso. Nada que ver con esos políticos y políticas de bajos vuelos que sobrevuelan nuestro país y que tan poco le aportan. Hay ejemplos sobrados de personas que tras varios años en cargos de responsabilidad aún seguimos preguntándonos cómo demonios pudieron llegar allí y qué nos aporta alguien tan insustancial y de tan poca altura. Eso no pasa con Aguirre. Su ausencia sí se notará, para bien o para mal. Porque tenía un estilo propio, porque era alguien que no solía irse por las ramas, directa, coherente, dispuesta a defender sus ideas y, en fin, con ese carisma y ese peso que tan poco común es hoy en día en la clase política española.
 
No estaba de acuerdo con sus políticas en muchos aspectos, pero le reconozco esas virtudes. También una que es obvia, pero trascendental: le gente le votaba. Llegó en 2003 a la presidencia tras el escándalo más turbio de la historia reciente de la política madrileña y española (el lamentable tamayazo), pero no podemos olvidar que ganó tres elecciones autonómicas con mayoría absoluta. Hay en Madrid un sector de la población muy descontento con Aguirre, pero en democracia lo que valen son las elecciones y los resultados de los comicios no dejaban lugar a dudas: el PP encabezado por Aguirre ha ganado por mayoría absoluta las últimas citas con las urnas. Supo conectar con la ciudadanía de Madrid y convencerles. Tuvo el favor de los ciudadanos en las urnas durante muchos años y, puestos a reconocer méritos, éste es incuestionable.
 
Precisamente la dimisión de Aguirre abre un escenario nuevo en la política madrileña. Ella deja de sustituto en el cargo de Ignacio González, que no es del agrado de la dirección nacional del PP. El Partido Popular de Madrid se está descomponiendo, al menos está cambiando de forma radical. Hace dos años el tándem infalible, Gallardón en el Ayuntamiento y Aguirre en la Comunidad, seguía vigente y ahora en sus puestos está Botella y presumiblemente en unas semanas Ignacio González. Es un cambio profundo en el partido y doy por descontando que habrá movimientos en el PP madrileña de cara a los candidatos en las próximas elecciones autonómicas y municipales. Digo más, no apostaría a día de hoy ni por Botella como candidata por el Ayuntamiento ni como González en la Comunidad. Habrá mucha historia que contar ahí dentro. La oposición madrileña, por su parte, está ante una oportunidad única de cambiar el escenario habitual en Madrid en las últimas décadas. Deberá lograr canalizar el descontento con la gestión del PP y ofrecer una alternativa sólida y ceíble que convezca a los ciudadanos. Es algo que lleva muchas citas electorales sin lograr. Tomás Gómez no es precisamente el punto fuerte del PSM a día de hoy, pienso.
 
Habrá tiempo para profundizar en más consecuencias de esta dimisión y en más frentes que se abren con su marcha, más derivadas de esta noticia bomba y más dudas que genera, porque es inevitable que se especule sobre motivos políticos e intrigas internas en el seno del PP. Yo, de momento, sí me creo lo esgrimido por Aguirre y pienso que ella ha valorado su situación actual y el horizonte político probable que le queda y ha decidido decir "hasta aquí hemos llegado". Dimite como presidenta de la Comunidad de Madrid alguien con cuyas políticas no estoy de acuerdo en una gran mayoría de los casos. No comparto sus ideas sobre Sanidad o Educación, en general su percepción sobre los servicios públicos, tampoco coincido en ciertas cuestiones ideológicas que defiende con fuerza Aguirre y que en absoluto comparto. Pero sí reconozco, como digo, su talla política poco frecuente.

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