Los rebeldes sirios se retiran del barrio de Saladino en Alepo

La guerra civil en Siria continúa desangrando el país y en los últimos días los combates entre las fuerzas leales a Al Asad y las tropas rebeldes se centran en la ciudad de Alepo. Es la capital económica del país, una localidad clave para el devenir de la contienda. Por ello el régimen ha intensificado los ataques con armamento pesado y ha desplegado a miles de hombres alrededor de la ciudad. Saben que, en gran medida, el futuro de la guerra, y por lo tanto su propio futuro, depende de la batalla de Alepo. La última noticia que nos llega desde allí es la retirada de los rebeldes del barrio de Saladino, uno de sus bastiones en la ciudad, ante la ofensiva de los soldados de Al Assad.

Según el régimen, están venciendo la batalla contra los "terroristas", que es como llaman a los opositores que combaten al dictador. La versión que dan los rebeldes es que la marcha del barrio de Saladino es sólo una retirada táctica y que abrirán nuevos frentes en otros puntos de la localidad, concretamente en Seif al-Dawla y Machhad, al este. No es nada sencillo conocer con exactitud qué está pasando allí, aunque según activistas citados por la BBC las tropas del dictador controlan la mayor parte de Alepo. Los rebeldes resisten como pueden el brutal asedio de las tropas del régimen, pero su capacidad de aguantar la batalla con la manifiesta desigualdad de fuerzas que existe podría estar llegando a su fin.

Veremos qué sucede con la batalla de Alepo. Los rebeldes dicen que continúa. Lo que no cesa es el aumento de la cifra de muertos en las revueltas que comenzaron hace 17 meses. Ayer murieron en todo el país 170 personas según el opositor Observatorio Sirio de Derechos Humanos. La cifra total de fallecidos desde que comenzó el conflicto es espeluznante. No es nada sencillo concretar, pero estamos hablando de una masacre de enormes proporciones. También hablan por sí solas las cifras de desplazados internos y refugiados huidos a otros países. Sólo a Turquía han llegado más de 50.000 personas huyendo de la guerra en Siria.  

Entretanto, en el campo diplomático, se continúa mostrando el más absoluto fracaso por parte de la comunidad internacional, paralizada ante el apoyo de Rusia y China al tirano y sus secuaces. Dimitió Kofi Annan como enviado especial de la ONU y la Liga Árabe hace una semana reconociendo de este modo su impotencia para resolver la situación. No seguirá en el puesto después de finales de agosto. Esto quiere decir que hasta entonces no habrá una figura relevante que actúe de mediador internacional, que la inacción seguirá siendo la tónica habitual en la respuesta del mundo a la masacre en Siria. No por repetido y esperado es menos decepcionante.

Rusia y China, aliados del régimen, siguen a lo suyo. Han demostrado que no están dispuestos a abandonar a su amigo dictador que está mandando exterminar a su pueblo. Son demasiado jugosos los intereses económicos y geoestratégicos que están en juego. Lo que me extraña es que realmente piensen, al contrario que el resto del mundo, que el régimen de Al Assad tiene futuro a largo plazo, que no compartan el análisis de que llevan meses en una alocada huida hacia adelante que carece de toda lógica y es claramente insostenible. La duda está en ver cuándo se dan cuenta de todo esto. Todo está en el aire, por supuesto, pero sería iluso por parte de China y Rusia pensar realmente que su querido tirano va a poder seguir en el poder como si nada hubiera pasado estos 17 meses.

Una cumbre en Irán sobre el conflicto sirio centra la atención en la implicación que en la resolución de lo que ocurre puedan tener países como Rusia, China o el propio Irán, naciones aliadas con Al Assad y enfrentadas de un modo u otro a Occidente. El exjefe de los obervadores de la ONU en Siria, el general noruego Robert Mood, cree que esta implicación es estrictamente necesaria, según leemos en una entrevista en El País. También piensa que la opción de una intervención militar al estilo de Libia no es planteable.

Preguntado sobre el futuro de Al Assad, se muestra contundente: "no veo un futuro sin cambio. Habrá un cambio, pero será cosa de tiempo. Puede tardar mucho tiempo. Las Fuerzas Armadas se mantienen cohesionadas y son fuertes, pero a la vez, el tiempo juega a favor de los rebeldes. Pueden capturar más armas, organizarse, tomar más zonas, puede haber deserciones masivas, pueden lograr un gran avance pero aún puede durar muchos meses". Muchos analistas comparten esta visión poco alentadora de lo que ocurre en Siria. Ciertamente nadie puede argumentar a día de hoy que espera una resolución rápida al conflicto.

Sí es cierto, no obstante, que el régimen da ciertos síntomas de descomposición. Las deserciones de generales del ejército e incluso altos cargos políticos como el del primer ministro que huyó a Turquía el lunes hablan de divisiones en el seno del régimen. Hoy mismo Al Assad ha nombrado al titular de la cartera de Sanidad nuevo primer ministro. No deja de ser macabro que ponga al frente del gobierno al responsable de la cartera de Sanidad precisamente, cuando no están haciendo algo muy distinto a exterminar a su pueblo y aplastar brutalmente una revuelta que pide el fin de la dictadura.

El régimen no está tan sólido como hace unos meses y los rebeldes tienen la firme intención de mantener la guerra hasta el final de sus fuerzas. El ejéricto sirio sigue mostrando una clara superioridad y algunas potencias occidentales como Estados Unidos o Reino Unido no ocultan que ayudarán a la oposición siria, con material no mortal, dicen. Esto puede durar muchos meses, pero nadie puede descartar tampoco una acción sorpresiva de la oposición que dañe seriamente al régimen. A día de hoy lo que parece menos probable es que Rusia y China decidan dejar de apoyar al dictador que tiene las manos manchadas de sangre. Es muy incierto el futuro en Siria. La cifra de muertos crece cada día y la desolación invade todo el país. Ante eso, la comunidad internacional hace lo que puede (o ni eso) pero es claramente insuficiente.


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