Juan Manuel Sánchez Gordillo

El alcale de Marinaleda y diputado andaluz, Juan Manuel Sánchez Gordillo, va camino de convertirse en el personaje del verano. Vaya por delante que esto no es excesivamente complicado, porque en agosto la tensión informativa es claramente menor que en el resto del año y las portadas y la atención mediática salen bastante más baratas que en otros momentos. Si echamos la vista atrás, todos los veranos hay algún personaje o alguna noticia que, probablemente sobredimensionados, acaparan páginas de diarios y minutos en radio y televisión. En agosto para casa todo, pero hay que seguir informando y a falta de plenos del Congreso, buenos son asaltos a Mercadonas.

Es cierto que la imagen no tiene desperdicio y la noticia de un diputado de la Junta de la Andalucía asaltando un supermercado llama poderosamente la atención. Por ahí, es muy lógico que centre miradas y comentarios. No sé si para convertirse en el asunto de debate de esta semana, pero también hay que tener en cuenta que, además del parón veraniego de muchas actividades, estamos algo cansados de hablar todo el rato de Merkel, la prima o cuestiones así Ahora hablamos de la crisis, sí, pero en otra versión llenísima de populismo y demagogia.

No me cae mal el señor Sánchez Gordillo, más bien lo contrario, es un personaje que me cae simpático. Me resulta de interés ver lo que hace en su pueblo, en el que lleva gobernando tres décadas, con sus teorías comunistas y su forma peculiar de entender la economía. Marinaleda es como un mundo aparte, un territorio totalmente distinto a cuantos le rodean. Ni me horroriza lo que defiende el señor Gordillo ni me fascina enormemente. No creo que Marinaleda sea un paraíso en la tierra, pero tampoco pienso que su alcalde sea un peligro público ni dejo de reconocer que, a muy pequeña escala, sus políticas sí funcionan razonablemente bien (en esa localidad hay pleno empleo y a nadie le falta una casa donde vivir).

Ahora el señor Gordillo ha protagonizado, o inspirado, u ordenado, que no lo tengo del todo claro, un asalto a un supermercado. Concretamente a un Mercadona, cadena de supermercados que se ha heccho un hueco ya en nuestra vida cotidinana y va como un tiro, aunque ésa es otra historia. Varios miembros del Sindicato Andaluz de Trabajadores irrumpieron en el súper y llenaron varios carros de comida. Cuando llegó la hora de pasar por caja, hicieron un simpá ante la horrorizada expresión de la cajera del establecimiento que se asustó con el asalto. A partir de ahí, un debate ciertamente sorprendente en el que más personas de las que uno podría imaginar en un principio han defendido el robo, porque esto es un robo, cometido por estos señores.

Esa comida robada es para los pobres, dicen, para los más necesitados. Con este gesto simbólico, continúan, se pone de manifiesto una dolorosa realidad social: que hay gente en España pasando hambre y muchas penurias económicas. Esto último es lamentablemente cierto, pero no sé si al SAT se le escapa que antes de que a ellos les diera el ataque de bandolerismo ya existían en España bancos de alimentos, ONGs y asociaciones que están haciendo una labor encomiable de ayuda a todas esas personas que, en efecto, a causa de la crisis no tiene qué comer. Por lo tanto es importante que el señor Gordillo y los miembros de su sindicato sepan, si es que no sabían antes, que la solidaridad con las personas más necesitadas de la sociedad se venía prácticamente desde hace mucho tiempo y, además, de forma legal y sin asaltar a nadie.

Por lo tanto, no necesitamos un hurto ni ningún acto vandálico para conocer esta realidad. No me parece serio que un diputado y alcalde como el señor Sánchez Gordillo promueva asaltos a supermercados, pero al fin y al cabo estamos hablando de alguien muy particular y especial que lleva tres décadas yendo a su bola y que no podemos catalogar como político de este tipo o del otro, de esta partido o el de más allá (aunque pertenece a IU), porque Sánchez Gordillo forma una categoría aparte que, de momento, sólo compone él mismo. Lo que resulta increíble, literalmente imposible de creer, es que diputados de Izquierda Unida en el Congreso defiendan la acción. Gaspar Llamazares lo hace y deja claro que su formación no se desmarca del asalto.

Más allá va Alberto Garzón, el joven diputado de IU en el que bastantes personas tienen (y otros teníamos) ciertas esperanzas y seguíamos de cerca porque les parece (y a otros nos parecía) alguien sensato y un buen ejemplo de esa savia nueva que necesita la política. Él defiende el robo, que en ningún caso llama así, y dice que ha sido todo un éxito, "una brillante táctica comunicativa", "un ejemplo de dignidad". A mí para definir un robo se me ocurren otros adjetivos distintos a brillante o digno, la verdad. El diputado reconoce que es una acción legal, pero para él "la cuestión no reside en saber en qué lado de la frontera jurídica cae, sino en si es una acción legítima y digna". No hace falta decir qué concluye.

A mí me asombra que este acto sea elogiado de esta forma. Es un robo. Insisto, Cáritas, los bancos de alimentos, las cadenas de supermercados, hoteles y restaurantes que han formado convenios para donar los alimentos que no utilicen para los más necesitados o los ciudadanos que, donando comida que han pagado con su propio dinero a los que no tienen con qué alimentarse, están igual de concienciados con este grave problema social. La diferencia es que no van por ahí dando la nota. Es admirable lo que hacen estas personas. Retrata lo mejor de la condición humana. Hablo de hombres y mujeres que dedican su tiempo y dinero a los más necesitados sin buscar salir en portadas de prensa o abrir telediarios, gente que se entrega a los que lo están pasando mal sencillamente por generosidad y no para que su acción se convierta en Trending Topic. A esas personas es a las que admiro, a ellas es también a las que acciones de este tipo más deben de indignar. Para mí son ejemplo quienes están trabajando de forma voluntario en comedores sociales y bancos de alimentos, no los que buscan salir en los papeles.

Que el populismo y la demagogia calen tan hondo es también un síntoma de que algo falla en esta sociedad. Dice el señor Sánchez Gordillo que él no ha robado, que los que roban son los banqueros que se han llevado indemnizaciones millonarias y han dejado en la ruina a sus entidades. Que ellos deben ser juzgados. Claro que sí, pero eso no es incompatible con mantener el orden y evitar robos. ¿O pretendemos generalizar estos asaltos y que nuestro país se convierta en la jungla? Que no nos vengan con discursos facilones y populistas. Por supuesto que hay que castigar a los que han cometido excesos en la banca o a los políticos corruptos y por supuestísimo que debemos atender las necesidades sociales de los que no tienen para comer y los que más se están viendo afectados por la crisis. Pero ni una cosa ni la otra se logran asaltando supermercados. Para la primera está la justicia, para la segunda la ejemplar labor de miles de personas anónimas que ayudan a los que lo necesitan sin pedir nada a cambio ni buscar protagonismo. Esas personas son las que hacen que uno se reconcilie con el género humano. Las que protagonizan asaltos a súper no pasan de la categoría de personaje del sainete del verano.


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