Inquietante situación en Egipto

Egipto vive horas cruciales. Las elecciones presidenciales celebradas este pasado fin de semana son claves para el futuro del país, pero el nuevo presidente tomará el poder en una situación realmente inquietante. Importante será ver quién logra la victoria, que se atribuye ya el candidato islamista Mohamed Mursi, pero también lo será el panorama en el que acceda al poder: con el Ejército reduciendo las atribuciones del nuevo presidente y reforzando sus competencias. La situación es preocupante y los Hermanos Musulmanes y los movimientos revolucionarios han llamado a los egicipios a tomar la plaza Tahrir de El Cairo y a asistir a manifestaciones en todo el país para protestar por la concentración del poder en manos de los militares. Ha sido bautizada como la marcha del millón porque pretenden sacar a la calle a un millón de ciudadanos que frenen la inquietante senda que toma el país.

La Junta Militar anunció poco después del cierre de los colegios electorales el domingo unas disposiciones constitucionales que reducen el poder del nuevo presidente que saldrá de las urnas y agranda el del ejército. Los militares asumirán según estas reformas legales el poder legislativo, el control de los presupuestos y un amplio poder en la elección de la Asamblea constituyente que redactará la nueva Carta Magna del país. Además de ello, se reservan el control en materia de defensa. Con estas nuevas atribuciones y el poder de nombrar al primer ministro, la Junta Militar amplia enormemente sus poderes. A esto se suma la disolución del Parlamento egipcio votado por los ciudadanos y con mayoría de los Hermanos Musulmanes decretada por el Tribunal Constitucional de aquel país. Todos estos inquietantes cambios políticos se interpretan como un golpe blando que pone en riesgo lo que buscaba la revolución que sacó del poder a Mubarak.

La respuesta de los Hermanos Musulmanes a este anuncio de la Junta Militar no se hizo esperar y fue muy contundente. El partido islamista acusó al ejército de "querer hacerse con el control total en contra de la voluntad popular" y de "vaciar de contenido" la función del presidente electo. La Hermandad se atribuye la victoria en las elecciones del fin de semana con un 52% de los votos, pero los resultados oficiales se conocerán el jueves y Ahmed Shafiq,  rival de Mursi y último primer ministro del dictador Mubarak, no reconce la derrota. Es más, miembros de su candidatura también se proclaman ganadores. Los resultados que se conocen son parciales y no los definitivos. En todo caso, la concentración por parte de los Hermanos Musulmanes de marchas de protesta en todo el país contra la acumulación de poder en manos de la Junta Militar augura una situación de alta inestabilidad en el país. Hay quien reclama una nueva revolución y puede que lo que veremos esta tarde en Tahrir y otros lugares de Egipto no diste mucho de ello.

La transición egipcia atraviesa por sus momentos más delicados desde la marcha de Mubarak. Los egipcios no acudieron a votar en masa el sábado y el domingo, más bien todo lo contrario. La participación fue menor que en las anteriores citas electorales como las elecciones parlamentarias y la primera vuelta de las presidenciales. El motivo es que un candidato representaba al antiguo régimen contra el que se rebelaron y otro representa un movimiento islamista que podría suponer la aplicación de tesis religiosas radicales que priven de derechos y libertades a los ciudadanos. Un grupo importante de los protagonistas de la revolución no se plantearon en ningún votar al ex primer ministro de Mubarak, naturalmente, pero tampoco se sintieron atraídos por Mursi, el candidato de los Hermanos Musulmanes. En algunos medios se contó que las elecciones presidenciales fueron tristes y decepcionantes por la escasa participación y porque muchos ciudadanos egipcios se sienten defraudados porque no esperaban que la revolución histórica que llevaron a cabo terminara en esta encrucijada de elegir a un ex alto cargo de la dictadura que buscaron derrocar o a un candidato que impondría un autoritarismo fundamentalista religioso.

Las dudas sobre quién ha ganado realmente las elecciones son grandes pero, como digo, no son el único motivo de intidumbre en Egipto. Inquieta mucho la actitud de la Junta Militar. El ejército egipcio se negó en su momento a disparar a su propio pueblo y acatar las criminales órdenes del dictador y su gente para reprimir las protestas. En aquel momento fue clave la actitud de los militares para convencer a Mubarak de que estaba solo y no tendría otra que marcharse y ceder el poder. Entonces la Junta Militar asumió de forma provisional el poder con la promesa de cederlo lo antes posible. No está cumpliendo esa promesa. Siguen repitiendo que la acumulación de poder en sus manos es temporal, un paso más de la transición hacia la democracia. Pero poco a poco ha ido perdiendo apoyos y credibilidad entre la ciudadanía. Hoy son más los egipcios que creen que la Junta Militat no tiene intención de ceder el poder que los que siguen creyendo sus explicaciones. El último movimiento de la Junta Militar que concentra aún más poder en el ejército y resta atribuciones a la figura del presidente contribuye a aumentar ese temor de la ciudadanía.

Con el Parlamento disuelto, los dos candidatos a presidente proclamando su victoria, los ciudadanos llamados a nuevas protestas en las calles para esta tarde y la Junta Militar aculumando más y poder, la situación es preocupante en Egipto. La revolución que llegó a todo el mundo y que provocó un cambio histórico en el país ha seguido un tortuoso camino hasta la actualidad, pero ahora el obstáculo que encuentra en la senda es quizás demasiado grande. Tanto como para que muchos piensen en buscar una segunda revolución, tanto como para temer que el país entre en una situación de alta inestabilidad. No está claro de qué va la Junta Militar, cuáles son intenciones reales. Pero la decisión del Tribunal Constitucional de suprimir el Parlamento y las medidas de la Junta Militar para tener más competencias huelen demasiado a poderes como el ejército o jueces del antiguo régimen que se niegan a aceptar que la situación ha cambiado y se resisten a ser garantes de la transición pacífica hacia la democracia.


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