Cumbre Río+20 sobre desarrollo sostenible

Ayer comenzó en Río de Janeiro la Cumbre de la Conferencia de la ONU sobre desarrollo sostenible Río+20 en la que, como es habitual, se teme un fracaso y que la reunión no satisfaga las expectativas puestas en ella. Es costumbre que cuando comienza una cumbre de este tipo se rebajen de un modo u otro las expectativas para mitigar algo la sensación de fracaso cuando llega el final de la reunión. Así ha ocurrido con el borrador pactado por los países asistentes a esta cumbre que no incluye grandes medidas nuevas. El siguente paso, después de un comienzo en el que se anticipa que no se lograrán grandes avances, suele ser buscar un acuerdo de mínimos que salve la Cumbre y que, aunque en absoluto suponga acuerdos de peso, sirva para dar la impresión de que se ha conseguido algo. Ojalá ese guión que vienen repitiendo las cumbres de desarrollo sostenible o del clima no se cumpla en esta ocasión y se logren importantes acuerdos. No tiene pinta.

Representantes de 193 países están presentes en la ciudad brasileña para abordar la necesidad de preservar el planeta. Las diferencias no se centran en la concienciación de que existe un problema que es necesario abordar y combatir, pues en eso todos están más o menos de acuerdo, sino en el camino a seguir para lograr pararlo. Es ahí donde se encuentran las discrepancias entre las posturas de los diferentes países que velan más por sus intereses que por un bien común de primer orden como es proteger el planeta y defender el desarrollo sostenible.

El secretario general de Naciones Unidas habló ayer en la apertura de la Cumbre sobre la importancia del asunto que abordarán los más de cien jefes de Estado y de gobierno y altos representantes de 193 países congregador en Río. Ban Ki Moon aseguró que "el mundo no puede permitirse el lujo de perder más tiempo" y llamó a los países a  que "superen los intereses particulares" y piensen en las generación futuras. Dio en el clavo el secretario general de la ONU al incidir en dos cuestiones claves en esta Cumbre: las diferencias que surgen entre los países porque cada cual defiende sus intereses particulares y la necesidad de pensar con grandeza y con altura de miras, de que los gobiernos de todos estos Estados sean conscientes de que en sus manos está en parte el futuro del mundo en que vivimos y, por lo tanto, el mundo que dejaremos a nuestros hijos, a nuestros nietos.

Sobre lo segundo, la necesidad de plantear este tipo de cumbres como una cita con la historia y como una oportunidad para preservar el planeta y lograr mantenerlo para las generaciones futuras, no sabemos si las palabras de Ban Ki Moon calaron o no. No da la sensación, al menos en los dirigentes de algunos países, de que eso vaya más allá de bonitas palabras en los discursos que no se refrendan luego en la firma de acuerdos. Parece claro que la superación de los intereses particulares no es algo que pueda describir esta Cumbre de Río+20, porque las discrepancias entre las diferentes delegaciones han sido insalvables y han impedido un gran acuerdo global. El propio secretario general de la ONU no dudadaba en afirmar: "Sé que algunos países esperaban un resultado más ambicioso. Yo también". En efecto, algunos países creen que el acuerdo alcanzado es poco ambicioso y las organizaciones no gubernamentales presentes en la Cumbre califican la conferencia de fracado. Dilma Roussef, presidenta brasileña y anfitriona de la Cumbre, fue quien más fuerza defendió el acuerdo en el día de ayer.

François Hollande, presidente francés, no se anduvo con rodeos al decir en su intervención que el acuerdo alcanzado por los Jefes de Estado y de gobierno es "insuficiente". Según él es necesario dar más importancia a las cuestiones medioambientales en la agenda global y por eso aseguró que defenderá la creación de una agencia de la ONU dedicada al medio ambiente, algo que se incluía en la propuesta de los países de la UE para esta Cumbre pero que no salió adelante. ¿Quiénes han frenado esta y otras propuestas? En gran medida países emergentes como Brasil. China tampoco escondió su planteamiento sobre esta cuestión. Es uno de los países más contaminantes del mundo y no tiene intención de hacer grandes esfuerzos por dejar de serlo. Los representantes chinos dejaron claro que la protección del medio ambiente no será una prioridad para ellos si eso obliga a frenar su crecimiento. Lo dicho, intereses particulares por encima del bien común y de un objetivo mucho más trascendente y a largo plazo que la economía de uno y otro país.

Ayer hablaron varios líderes, como los mencionados. Entre ellos el presidente español. Mariano Rajoy defendió una "economía verde", es decir, unir la protección del medio ambiente y la creación de empleo porque "sólo los proyectos medioambientes viables desde el punto de vista económico serán sostenibles", dijo. Pidió también un mayor peso de las energías renovables. Estuvo acompañado por la ministra de Fomento, Ana Pastor, y por el ministro de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente, Miguel Arias Cañete. En este sentido, hay que aplaudir que el gobierno español le haya dado a esta cita el valor que tiene al llevar a dirigentes del más alto nivel a la cumbre.

Se espera con atención lo que diga en su intevención de hoy la secretaria de Estado de Estados Unidos, Hillary Clinton. Se cumplen 20 años de la celebración de la Cumbre de la Tierra en Río y la cita que se celebra estos días no lleva camino de alcanzar el acuerdo ambicioso que reclaman y desean las ONG que asisten a la Conferencia. Es más, el borrador del acuerdo no incluye grandes novedades sobre lo ya pactado en anteriores citas. No se van a tomar medidas concretas, según parece, por lo que la Cumbre acabará con promesas poco concretas y buenas palabras, pero sin pactos de peso que muestren un compriso global con el desarrollo sostenible. Tristemente, lo mismo de siempre, pero con menos tiempo para actuar decididamente en pos de proteger el planeta.


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