Sin periodistas no hay periodismo; sin periodismo no hay democracia

Hoy es el Día Mundial de la Libertad de Prensa y, con motivo de esta fecha señalada, en más de 40 ciudades españolas se van a celebrar concentraciones en defensa del periodismo digno convocadas por asociaciones de periodistas. Es una convocatoria unitaria y sin precedentes que llega en una situación extremadamente delicada para la profesión. La crisis económica ha golpeado con fuerza al sector y se han perdido más de 6.200 puestos de trabajo desde 2008. También han desaparecido desde entonces 57 medios de comunicación, y se han ejecutado 23 ERE según datos del observatorio de la crisis de la FAPE (Federación de Asociaciones de Periodistas de España). Hay muchos motivos para salir a la calle en defensa de un periodismo digno. Las plantillas se están reducciendo de forma drástica, con la consiguiente pérdida de la calidad del periodismo. Además, las condiciones laborales de los profesionales de la información es penosa, hasta el punto de que hay ofertas de trabajo para recién licenciados que no ofrecen ninguna remuneración.

Además, se están generalizando algunas prácticas preocupantes como las ruedas de prensa sin admitir preguntas, cada vez más habituales, o los contenidos de actos de partidos políticos grabados por ellos mismos y que después distribuyen a la prensa. Se resiente la democracia. El lema que titula hoy esta entrada es el empleado por las asociaciones de periodistas para defender la profesión en uno de los peores momentos de su historia. "Sin periodistas no hay periodismo; sin periodismo no hay democracia". Es un lema muy acertado porque de forma sencilla y directa hace alusión a dos realidades graves que afrontamos en la actualidad. En primer lugar, se olvida con excesiva frecuencia que el periodismo lo realizan los periodistas que, como profesionales que son, deben tener un reconocimiento y un trato del que carecen por regla general con constantes despidos y reducción de salarios. En segundo lugar, se destaca con este lema que lo que hoy se defenderá en las concentraciones no es un derecho de los periodistas, no será una mera reivindicación laboral (totalmente legítima, por otra parte), puesto que el periodismo es un pilar de toda democracia y si aquel se debilita, la salud democrática también se resiente.

Los periodistas ejercemos un derecho que es de todos los ciudadanos: el derecho a estar informados, a recibir información plural y rigurosa. Viene de siglos atrás el reconocimiento de la libertad de expresión, de imprenta y de prensa. Hace ya mucho tiempo que alguien dijo que la prensa libre e independiente es un elemento clave para el buen funcionamiento del sistema democrático. El poder, por regla general, quiere mantener ocultas ciertas cuestiones que el periodista ha de desvelar. El periodismo debe ser incómodo para el poder, siempre se ha entendido así. Para eso ha de ser independiente y sólo se logra ser independiente cuando se es fuerte. Hoy se aprecian en los periódicos o las radios una excesiva polarización que también lleva a una pérdida de credibilidad y a un desprestigio de la profesión. El periodismo ha de ser independiente, crítico y plural. No puede depender de intereses políticos. Lo que sucede realmente en muchas ocasiones es que los intereses empresariales y económicos se ponen por delante de los estrictamente informativos.

No deben tener los medios de comunicación la obsesión de ser influyentes, de codearse con el poder o de ser una voz poderosa. Nada de eso. El poder y la influencia del periodismo llegará de su labor honrada y profesional, no del compadreo de los empresarios de los grandes grupos de comunicación con políticos o banqueros. La ideología que han de tener los medios es la de buscar la verdad, la de exponer la realidad y tratar de explicarla. Aciertan quienes defienden que para atacar esta terrible crisis por la que atraviesa el periodismo la solución ha de ser más y mejor periodismo. La forma de salir de ésta debe pasar por ofrecer información de calidad fruto de un ejercicio ético, honrado y profesional que a ojos de los lectores, oyentes o espectadores valga la pena y merezca su consideración.

Tengo la sensación de que los periodistas son usados con más frecuencia de lo deseado como peones en el tablero de los intereses empresariales de los dueños de los medios. Son soldaditos de las guerras de otros y no reciben la necesaria protección de los responsables de los medios donde trabajan. Los ERE están a la orden del día y no parece que los empresarios de los medios de comunicación actúen con la prioridad de preservar la calidad del periodismo, defender la necesidad de su labor y esforzarse por mantener sus plantillas en estos complicados momentos. El periodismo de calidad es caro. No es barato enviar a un reportero un par de semanas a un país extranjero para cubrir una realidad que, de otro modo, pasaría inadvertida. Pero cuando hablamos del periodismo no estamos hablando, o no deberíamos estar hablando, de un negocio puro y duro. Así lo entienden los empresarios de la comunicación, pero las noticias no son una mercancía igual que si estuviéramos hablando de un saco de patatas.

Hay que defender el periodismo de calidad. Esa batalla empieza por los peones de los empresarios, es decir, por los periodistas de base que están sufriendo durísimas condiciones. El primer paso es ofrecer, como muchos lo están haciendo, un trabajo valioso y de gran nivel. Los grupos de comunicación deberían apostar por el periodismo de calidad y la sociedad debería sentirse concernida por la crisis del periodismo. No sé es del todo así. No sé si los ciudadanos cuando perciben despidos y cierres en los medios de comunicación aprecian, además del daño a cientos de personas que pierden su puesto de trabajo, que también se está debilitando poco a poco la democracia. Cada cabecera que desaparece, más allá de su línea ideológica, es una pérdida para la sociedad, que pasa a ser un poco menos plural. No sé si el conjunto de la población siente esa relación directa entre periodismo y democracia. Está claro que una sociedad en la que los medios se encuentran muy debilitados y acogotados es el terreno ideal para que la democracia se vaya resintiendo poco a poco y perdamos en calidad democrática. Una sociedad con un sector de la prensa fuerte es una sociedad crítica y donde se ecucharan todas las voces, se generará debate y habrá un control a los poderes públicos necesario para el funcionamiento del sistema.

Es importante también hacer autocrítica, porque es posible que los propios periodistas hayan cometido errores serios. A mí me parece muy grave, por ejemplo, ver a un numeroso grupo de periodistas con las camisetas de éste o aquel partido político, totalmente entregados a la causa y empobreciendo así la propia profesión periodística. Hemos de ser nosotros los primeros que pongamos en valor con nuestro trabajo esta bellísima profesión que pasa por horas bajas, pero que es más necesaria que nunca y que debe ser defendida. Por eso espero que las concetraciones de hoy sean un éxito, que sirvan para hacer visible la situación del periodismo en estos momentos y ayude a sentar las bases para una mejora de las condiciones. Hoy todos defenderemos el periodismo digno y la mejor forma de hacerlo  es practicarlo todos los días del año.


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