Profesor Lazhar


Aunque siempre ha sido así, últimamente aprecio con mayor claridad que la cultura es de las pocas cosas que nos dan satisfacciones en estos tiempos. Hacía mucho, siempre demasiado, que no iba al cine y, pasados los exámenes, era casi una urgencia volver a acudir a una sala. Como siempre hago, aquí está el comentario (llamarlo crítica sería muy osado) de la película que vi ayer. La cinta canandiense Profesor Lazhar es una pequeña joya, una película pequeña y sencilla en el mejor sentido de estas dos palabras. Cuenta una historia conmovedora de forma magistral y es de esas películas que no pasan inadvertidas, en las que piensas pasado el tiempo y de la que recuerdas escenas magníficas y momentos inolvidables. Resulta difícil poner algún pero a esta cinta que recomiendo sin dudar.

La historia se desarolla en una colegio donde, al comienzo de la película, sucede un hecho dramático: una profesora se suicida en el aula donde imparte clase. Un comienzo durísimo que está presente en el transcurso de la historia porque la película va en gran medida de eso, de cómo afrontamos la muerte. Invita a la reflexión sobre la forma en la que hacemos frente a las pérdidas de seres queridos, pero también esboza interesantes debates sobre la educación que damos a los niños en la escuela y, en general, sobre cómo hemos de ayudarles en trances tan delicados y traumáticos como el que refleja la película. Lo habitual en estos casos es aislar a los menores del hecho dramático con una burbuja de silencio que convierte la muerte en un tema tabú que es mejor no abordar. Eso es lo que piensan la mayoría de los profesores y padres que aparecen en esta película, salvo el maestro que le da nombre.

El señor Lazhar, un inmigrante argelino que presenta su candidatura para hacerse cargo de la clase de la profesora que se quitó la vida, cambiará poco a poco el aula y también intentará ayudar a los niños a hacer frente de forma más natural la muerte de su anterior maestra. Se producen roces o diferencias de criterios entre el profesor Lazhar y el resto de profesores del colegio, pero lo interesante es que estos choques no llegan derivados de las diferencias culturales, puesto que el profesor es argelino y procede de un país con una cultura y unas tradiciones diferentes a las de Canadá, donde transcurre la historia, sino de las diferentes visiones que tienen unos y otros sobre cómo deben ayudar a los niños a superar el trauma del suicidio de su profesora.

El silencio sobre aquello que nos duele, el despachar lo ocurrido con cambios en el mobiliario y la pintura del aula es la receta que dedice aplicar la directora del colegio. Sin embargo, el profesor Lazhar tiene otras ideas y ayudará a sus alumnos de otro modo. Él tiene una historia personal durísima detrás que el resto de compañeros en el colegio desconocen y será también fundamental a lo largo de la película. Como digo es una cinta maravillosa, enternecedora y exquisitamente sencilla sobre la muerte, pero también sobre la educación y la figura del maestro. La relación entre el profesor Lazhar, magníficamente interpretado por Mohamed Fellag, y sus alumnos es pieza clave de esta historia. Ahí también chocará el protagonista de la historia con los rígidos códigos de conducta para los profesores en el colegio destinados a que el maestro enseñe, pero no eduque y a que su relación con los niños no vaya más allá de las lecciones que vienen en los libros. Sin embargo, el profesor Lazhar impartirá sobre todo impagables y necesarias lecciones vitales que cambiarán la vida de sus alumnos.

La figura del maestro, trascendental para el desarrollo intelectual y personal de todos los niños, es reivindicada en esta magnífica película. El profesor enseña a escribir correctamente con sus dictados, pero también les enseña a pensar, a expresarse libremente, a compartir temores y alegrías, preocupaciones y sentimientos. Siempre he creído que un buen maestro puede cambiar la vida de un niño y puede encauzar su crecimiento mental y personal. No se trata, en absoluto, de invadir territorios paternos, pero creo que la influencia que un profesor puede tener sobre un alumno va mucho más allá de las lecciones teóricas que enseña en las aulas. Por eso cuativa la actitud y la entrega con la que el profesor Lazhar intenta ayudar a sus alumnos.

También es muy destacable en esta película otro aspecto en el que incide el profesor argelino durante muchos momentos del film: la forma en la que tratamos a los niños. Mientras que la mayoría de los adultos buscan protegerles aislándoles de lo malo del mundo y lo violento de esta vida, él les ve como personas adultas, o en camino de serlo, con los que se puede y se debe hablar de aquello que les inquieta. El profesor Lazhar no se limita a enseñar los temas que vienen en los libros de texto y cuando pasa el tiempo uno se da cuenta que son esas otras lecciones las que uno recuerda de verdad y valora enormemente cuando se hace mayor y dibuja una sonrisa en la boca al recordar a un profesor que no se limitó a enseñarte a hacer operaciones matemáticas o a aprenderte la table periódica, sino que dejó una huella mucho más profunda e imborrable. El profesor Lazhar cree que aislar a los niños de todo lo que les pueda dañar y marcar grandes distancias entre los maestros y los alumnos no es una forma de proteger a los menores. Lo expresa en un momento de la película cuando habla de una redacción de una niña que a la directora no le gusta porque le parece violenta: "la vida es violenta, no la redacción".

En definitiva, una película que deja huella y que enamora por su sencillez y la forma certera en la que esboza interesantes debates sobre la educación, la infancia, las relaciones personales y el modo en el que afrontamos la muerte. El profesor Lazhar deja en el final de la película una última y sensacional lección a sus alumnos en forma de fábula que pone la guinda a esta bellísima cinta.

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