Huelga en la enseñanza

Los sindicatos más representativos del sector de la educación, junto a organizaciones de padres y alumnos han convocado hoy una jornada de huelga general de la enseñanza en 14 de las 17 comunidades autónomas. Es una huelga histórica, puesto que no hay precedentes de un parón en todos los niveles de la enseñanza, desde las escuelas infantiles hasta las universidades. Llega esta protesta contra los recortes del gobierno en este ámbito y en defensa de la educación pública. El gobierno no parece dispuesto a escuchar las protestas y el ministro Wert las despachó cuando fueron convocadas de forma muy rápida: los convocantes mienten con las cifras que dan sobre los recortes y las pérdidas de empleo en el sector y actúan en base a prejuicios. Ahí quedó toda la respuesta del ejecutivo. Apreciamos hoy la asombrosa facilidad con la que algunos analistas menosprecian esta huelga tildándola de política y obviando que es la primera conjunta en todos los niveles de la enseñanza. Quizás lo suyo sería escuchar a la comunidad educativa y preguntarse a qué se puede deber esta gran unidad sin precedentes.

La huelga de hoy criticará los recortes continuos en el sector educativo desde el 2010 y defenderá una idea tan sencilla como importante: la educación es el futuro. Sin educación no hay futuro, o al menos el futuro que espera a una sociedad que descuida la educación no es muy prometeder. Creo que es importante que todos los ciudadanos seamos conscientes de ello y que los gobernantes también reflexionen algo sobre esta cuestión que no es un lema de una manifestación o una frase que adorne una pancarta. Es una realidad. No estamos hablando de idealismos, sino de realidades. Creo que es sencillo comprender que la educación es la mejor inversión de futuro que un país puede hacer. Recuerdo cuando era niño y los mayores decían aquello de que nosotros éramos el futuro. Y es cierto. En las escuelas masificadas a partir del próximo curso, en las aulas de los institutos sin calefacción y en las universidades donde hasta ahora podían acceder personas provenientes de todos los estratos sociales están los próximos presidentes del gobierno, los próximos altos directivos de las grandes empresas, los próximos jueces, los próximos investigadores...

Vivimos inmersos en una época donde la fiebre de la austeridad y el ahorro lo invade todo. La educación no es vista como una pieza clave de la sociedad ni como una inversión a largo plazo, sino como una partida que genera muchos gastos y donde hay que meter la tijera. Por eso se recorta en educación exactamente igual que se recorta en otras partidas, sin contar con que es un ámbito especialmentre sensible, sin pensar que es una de las piezaas centrales de toda sociedad y, por supuesto, sin dialogar ni negociar absolutamente nada con la comunidad educativa. Los recortes anunciados por el gobierno y aprobados el pasado jueves en el Congreso gracias a la mayoría absoluta del PP en la Cámara supone el aumento de la ratio de alumnos por aula, lo que dificultará la atención personalizada y especializada a cada alumno en función de sus capacidades o su ritmo de aprendizaje; un empeoramiento de las condiciones laborales de los profesores; un aumento de las tasas universitarias, etc.

Es impresentable y nauseabundo que algunos quieran presentan a los profesores como unos señores vagos que sólo salen a la calle cuando les tocan el sueldo y que están liando todo este jaleo de protestas porque les piden trabajar unas horitas más que las que trabajan ahora, que es mucho menos que lo que trabajan el resto de ciudadanos, vienen a decir. Charlé el viernes pasado con Manuel Díez, vicepresidente de ANPE-Madrid en el programa Ritmo Informativo, de Radio Ritmo Getafe, y me comentó precisamente que lo que más les ha ofendido es este ejercicio de manipulación que busca dañar la imagen del profesorado diciendo que trabajan menos que el resto, aireando su absentismo, etc. Es la estrategia clásica cuando se empeoran las condiciones laborales en cualquier sector: airear presuntos privilegios de esos trabajadores para dañar su imagen ante la opinión pública. En una sociedad moderna, avanzada y con visión de futuro, los maestros serían mimados con especial atención y cariño, puesto que en sus manos está el futuro de la sociedad.

Dice mucho de nosotros y del tipo de país que queremos en el futuro el trato que dispensamos a la educación. Si la consideramos una partida más en la que recortar para ser los más listos de la clase en cuanto a austeridad y reducción del déficit, estamos dejando claro lo poco que nos importa la calidad de la enseñanza y, por lo tanto, lo cortoplacistas que somos, la nula visión de futuro que tenemos. Sé que es complicado en momentos económicos tan delicados, pero la educación es uno de esos derechos que se debe preservar por encima de todo y sea cual sea la coyuntura. La crisis económica pasará, pero no será igual que pase y hayamos mantenido el derecho a la educación pública a que nos encontremos con unas cuentas saneadas y viendo la luz al final de túnel con unas aulas masificadas, una enseñanza que ha perdido calidad y una universidad donde e poder adquisitivo sea una insalvable barrera de entrada. Es importante el cuándo, pero también el cómo.

La educación en España no goza de buena salud o, dicho de forma más suave, muestra muchos puntos donde necesita mejorar. Pero eso no se hace recortando 3.000 millones de euros, más bien todo lo contrario. No es una fórmula matemática, porque es importante también cómo se gestionan los recursos, pero parece evidente que hace falta una inversión económica potente en educación si quieres mejorar el servicio. Para el ministro Wert ahora se está haciendo lo urgente, reducir el gasto, y en adelante se hará lo importante, mejorar la calidad de la ensañanza. Curiosa forma de verlo, porque tras estos recortes el panorama educativo español será peor que el anterior. Con la reducción de déficit corremos el serio riesgo de que una vez alcancemos nuestros compromisos con una señora que igual desalojan de su puesto en unas elecciones el próximo año, nos encontremos con un estercolero, con cuentas muy saneadas, pero con todo en ruinas.

La educación se debe proteger y preservar. Lo que necesita la educación en España es un estudio profundo, serio y desideologizado que busque llegar hasta las raíces de las deficiencias actuales y persiga mejorar el servicio. Creo firmemente que reforzar la educación es una excepcional forma de apostar por un futuro mejor para la sociedad. Si hay gastos innecesarios o recursos mal gestionados, adelante con todas las reformas que sean adecuadas, pero de entrada dar este hachazo a la educación sin ofrecer ningún otro horizonte y encima asegurar que se está defendiendo la educación parece una broma de mal gusto. Puede que de la crisis saldremos en los parqués de las Bolsas, en las moquetas de  los despachos de los peces gordos y los inversores, pero yo creo que los cimientos de la sociedad se deben construir en las aulas de los colegios.

En cuanto a la subida de tasas universitarias, considero que si finalmente se aplican tal y como están previstas en el real decreto, muchas personas pasarán apuros graves para poder acceder a la universidad o continuar en ella. La universidad española también tiene que mejorar, pero poner en duda el trabajo de sus profesores y disparar el precio de las matrículas a sus alumnos no parecen dos primeros pasos esperanzadores. La enseñanza superiro en España tendrá muchos defectos y muchos puntos que mejorar, pero su gran logro es que las familias humildes también pueden enviar a sus hijos a la universidad, que el poder adquisitivo no reduce la igualdad de oportunidades. Quizás para algunos esto también sea algo a corregir, pero para todos los demás esta subida de tasas nos conduce peligrosamente hacia una universidad elitista donde sólo los hijos de las clases medias altas podrán costearse una carrera. En ese caso perderán las personas provientes de familias humildes, pero también perderá toda la sociedad, puesto que el talento, sacrificio e intelgencia de esos jóvenes caerá en saco roto y además viviremos en un lugar donde la palabra igualdad pierda sentido. Perderemos todos. Si defender la educación público y apostar por ella como mejor herramienta para el futuro de la sociedad es ser radical y politizarlo todo, he aquí un radical que lo politiza todo.

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