Hollande, nuevo presidente francés

François Hollande cumplió con el guión previsto y ganó ayer la segunda vuelta de las elecciones presidenciales francesas por 3,3 puntos sobre Nicolas Sarkozy, que ayer fue el primero en comparecer en público para reconocer la derrota y dar la enhorabuena a Hollande. No dijo nada de que Francia caerá en el desastre por la llegada del socialista, que ha sido parte troncal de su discurso durante la campaña. Es lo malo que tiene anunciar el caos si gana tu rival en unas elecciones, que al final no has hecho otra cosa que sembrar futuras incertidumbres sobre tu país. En ese tipo de situaciones es dónde se ve a los verdaderos hombres de Estado. Hay líneas que no se pueden traspasar por muy apurado que te veas en una campaña electoral. En todo caso, ayer Sarkozy aceptó con clase y elegancia su derrota. La fiesta se vivía en la sede del Partido Socialista Francés, ya que 17 años después volverá a tener a uno de sus líderes en El Elíseo.

Hablo de guión porque todas las encuestas anunciaban la victoria de Hollande, pero también porque en Francia y en toda Europa se trazó a comienzos de la campaña electoral un guión sobre todas las implicaciones que tendría para el país galo y para el resto del continente una victoria del socialista. Hollande ha hecho de las políticas de estímulo económica la bandera de su campaña y ese discurso ha convencido a los franceses más que la estricta austeridad que ha defendido los últimos años Nicolas Sarkozy, cuya personalidad algo soberbia y con aires de grandeza no le ha ayudado mucho que se diga en esta cita electoral. El presidente saliente llegó al poder generando ilusiones y altas expectativas que, cinco años después, no se han cumplido. Sobre su personalidad se escribe mucho hoy. Se comenta que deseó ser un emperador y  que se veía a sí mismo como un mandatario todopoderoso. No parece alguien muy agradable y simpático, y de hecho ha dejado múltiples escenas que dan prueba de ello. Da la sensación de que Sarkozy era (utilizo el tiempo pasado porque él mismo dijo ayer que no estará en la primera línea política en las legislativas de junio) el típico líder personalista y carismático que tiene una alta valoración de sí mismo. Está claro que convenció a los franceses hace cinco años, pero el sentimiento de hartazgo, desengaño y rechazo hacia Sarkozy ha ido creciendo a lo largo de su mandato.

La llegada de Hollande a la presidencia francesa no constituye sólo el regreso de los socialistas al Elíseo tras 17 años, ni la marcha de Sarkozy. Las elecciones en Francia siempre tienen gran importancia en toda Europa. No osbtante, es un país importante del continente tanto desde un punto de vista político como en la economía. Hasta ayer, Sarkozy era el gran aliado de Merkel en las políticas de austeridad, ajustes y disciplina fical que han regido la actuación de la Unión Europea desde que comenzó la crisis. Cada vez son más las voces que piden un cambio de rumbo y reclaman aplicar políticas de estímulo para impulsar el crecimiento. Esto es así por varias cuestiones, pero fundamentalmente porque se está comprobando con el paso del tiempo que las recetas de Merkozy no están dando frutos. Hollande ha abanderado como nadie esta propuesta de cambiar la senda de la política económica en la UE. Por eso todos los que llevan tiempo pidiendo políticas de estímulo se suman a los que se quieren subir al carro y no desean quedarse con el pie cambiado, que es como puede quedarse el gobierno español si se consuma el cambio de rumbo. Pero es que además Hollande es visto como la gran esperanza de la izquierda en Europa.

No conviene olvidar una cuestión innegable: desde que comenzó la crisis han caído en Europa 17 gobiernos (gobierno arriba, gobierno abajo). Todos y cada uno han ido cayendo porque la población ha culpado de la crisis a quienes han gestionado esta situación de turbulencias económicas y ha dado el poder a la oposición, mucho más por su intención de castigar a los gobernantes que cautivados por las propuestas del partido de enfrente. Pero es cierto que en la UE se ha seguido un plan de ruta, unas instrucciones que ha propuesto, por decirlo de forma suave, Alemania con la inestimable colaboración de Francia. Esa receta ha frasacado, o al menos no ha dado los resultados esperados. Eso no quiere decir necesariamente que las recetas de aumentar el gasto público lo que haga falta no nos hubieran traido malas consecuencias futuras ni, mucho menos, que Hollande vaya a ser una especie de salvador profético que guiará a Europa a un futuro de prosperidad y a la tierra prometida del crecimiento y el empleo.

Los votantes franceses han puesto en Hollande sus esperanzas de cambio y no negaré que resulta ilusionante y atractivo presenciar este cambio en Francia, porque de ese hexágono ya han venido otras veces cambios importantes en todo el continente, pero creo que nos estamos pasando al vender los efectos curativos de la pócima Hollande. A Rubalcaba, por ejemplo, dan ganas de darle la enhorabuena por la luchada victoria electoral. Viéndole parece que hubiera sido otro el que perdió estrepitosamente las elecciones en España y que fue su nombre el que estaba ayer en las papeletas del Partido Socialista Francés. No sobreactuemos. Yo soy de los que cree que este cambio puede traer efectos positivos en toda la UE, que falta hacen, y también llevo tiempo defendiendo que las políticas de austeridad y los ajustes permanentes con la obsesión de reducir el déficit están provocando muchos más perjuicios que beneficios. Pero de ahí a pensar que con el triunfo de Hollande se acaban de abrir para los europeos las puertas del paraíso media un abismo. Veremos cómo actúa Hollande y hasta dónde llega su intención de forzar cambios en la política económica de la UE. 2+2 no son necesariamente cuatro. Esperemos a que surjan los ancontecimientos. De entrada, hoy Merkel ha dicho que el pacto fiscal no es negociable y que no se puede cambiar de rumbo con cada elección, por grande e importante que sea un país.

Confío en que de la mano de Hollande llegue un cambio de enfoque, porque creo que es necesario. De hecho, parece evidente que incluso algunos líderes conservadores europeos como Rajoy se alegran de este triunfo, porque esperan que se abra algo la mano con las exigencias de austeridad y los objtivos de déficit. Merkel ganó ayer por la mínima las elecciones en un land, pero perderá el gobierno. El próximo domingo hay cita con las urnas en una de las regiones más importantes de Alemania y veremos qué sucede. Podemos decir que después de gobernar toda Europa como, de facto, viene haciendo estos últimos años, Merkel se enfrentará en 2013, elecciones federales en Alemania, al más difícil todavía: salvarse se la quema a la que se han arrastrado ya 17 gobiernos en toda Europa desde que comenzó la crisis. ¿Le hará esto pensar? ¿Se aferrará a sus planteamientos? Yo apuesto más por lo segundo, sinceramente. Puede que cambie ligeramente, pero me sorprendería horrores que de repente la canciller alemana se haga una moción de censura a su gestión estos últimos años.

También hubo ayer elecciones en Grecia que arrojaron un parlamento dividido y un país casi ingobernable. Los dos grandes partidos, que antaño se repartían el 80% de los votos, se hundieron ayer y ni si quiera juntando sus diputados podrían formar un gobierno de concentración. Quienes han ganado con esta situacion han sido partidos contrarios al rescate y a la UE. El segundo más votado ha sido una formación de la izquierda radical y ha entrado con fuerza un patido neonazi. Sin duda, es lo más precupante de la noche electoral europea de ayer. En tiempos de crisis, de pérdida de poder adquisitivo, de pérdida de empleo y de hogar, de ausencia casi total de esperanza, los ciudadanos optan por opciones radicales distintas de las clásicas. Ha pasado miles de veces en la historia. Es una reacción esperable viendo las terribles dificultades por las que atraviesan cada vez más griegos.

En primer lugar, ayer la abstención fue elevadísima. Los ciudadanos de Grecia están completamente desencantados con los partidos tradicionales. Lo vivido ayer no es el fin del bipartidismo en Grecia, no es sólo eso. Es también un nuevo foco de incertidumbre e inestabilidad y, lo más alarmante de todo, un nuevo escenario político en el país que incluye la irrupción de un partido neonazi. Todas las luces de emergencia deben estar encendidas. Los ciudadanos venden su alma al diablo cuando los gobernantes y los poderes se olvidan de ellos. La situación griega era el caldo de cultivo idóneo para populismos y radicalismos. Es desolador ver a ese partido entrando en el Parlamento. Para echarse a temblar y, acto seguido, pensar en todas las cosas que se han hecho mal estos últimos años para hundir tanto a los ciudadanos que se echan a los brazos de proyectos radicales como éste.



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