España, invitada a la reunión sobre crecimiento en Roma

Mariano Rajoy anda por Chicago, donde acude a la cumbre de la OTAN, y allí ha aprovechado para verse las caras con Angela Merkel, de quien tal vez espera ser nuevo gran aliado tras la derrota electoral de Sarkozy. Lo hizo a bordo de un barco, escenario que ha dado lugar a todo tipo de metáforas, algunas más acertadas que otras. De todos modos, lo importante de esa reunión es que la canciller alemana alabó las medidas emprendidas por el gobierno español. Merkel le dijo a Rajoy que va por la buena dirección. Todo eso un día después de que la cumbre del G-8 concluyera con lo más parecido a una moción a las recetas económicas que la canciller ha impuesto en Europa durante los últimos años desde que comenzó la crisis. Los ocho países más importantes del mundo acordaron centrar sus esfuerzos en el crecimiento económico y la recuperación de puestos de trabajo, algo que suena más a lo que propone Hollande, con sus políticas de estímulo, que a la tesis de la estricta austeridad que defiende la canciller alemana.

Escribía ayer que es pronto para saber dónde acabará todo esto, pero también que es patente que algo está cambiando. Podríamos decir, tirando de símiles naúticos, que no sabemos a qué puerto llegará la UE en relación a su política económica, pero sí apreciamos un cambio de rumbo. Es cierto que sigue al frente del barco la misma persona y tampoco se ha dado un motín a bordo, pero sí hay varios miembros de la tripulación, sobre todo uno que se acaba de subir en un puerto francés, que piden transitar otras rutas. Con este panorama, la gran incógnita será ver si Merkel va cambiando poco a poco el rumbo o decide seguir dirigiendo al barco por la vía de la austeridad, a pesar de que aumentan las voces que alertan de la presencia de icerbergs.

Dejando el símil marino y volviendo a la realidad, la situación política de Merkel a escala internacional sigue siendo de una gran influencia y de un control notable de las decisiones que se toman en la UE, pero no es la misma situación que hace un par de semanas. ¿Todo se reduce al triunfo de Hollande en las presidenciales francesas? No sería poco cambio, ya que tras esa cita electoral Merkel perdió a su gran aliado en los últimos tiempos y Merkozy se quedó en la mitad (eso siendo generosos con el expresidente francés y admitiendo que Merkel y él eran un 50% cada uno de esa alianza política). Pero además de la llegada de Hollande a El Elíseo y sus nuevas ideas sobre políticas que impulsen la economía, tenemos otros aspectos que invitan a llevar a cabo un cambio de rumbo. El primordial es que no estamos viendo con el paso del tiempo ninguna ventaja de la política de austeridad ni vislumbramos la salida de la crisis. Sólo vemos a un gran país de la zona euro, precisamente el que impone a los medidas medidas que les están ahogando mientras él crece en medio de las turbulencias del resto de Estados. Y a todo esto se debe sumar que Mario Monti, primer ministro italiano, también se muestra más partidario de políticas de estímulo y dejar en un segundo plano la rígida austeridad.

En el mes de junio se va a celebrar una reunión preparatoria Consejo Europeo del 27 y el 28 de junio. La cita se celebrará en Italia y asistirán, además del país anfitrión, los líderes de Alemania, Francia y España. Rajoy fue un invitado de última hora, puesto que su presencia no estaba inicialmente prevista, pero ayer Monti se lo pensó mejor e invitó al presidente español a la minicumbre. Es una buena noticia que Rajoy esté presente en esa cita. Que el presidente de España esté en los foros donde se debata el posible cambio de rumbo de la UE y la política económica que se debe adoptar es una gran noticia. En esa cita, por cierto, las fuerzas parecen estar igualadas si hacemos el ejercicio quizás algo simplista de dividir a los asistentes en función de si son defensores de la austeridad o las políticas de crecimiento. Nos encontramos con el gran abanderado de un cambio de rumbo para reactivar la economía (Hollande), con la ultradefensora de la austeridad (Merkel), con un dirigente político que defiende últimamente de forma clara que ha llegado la hora de las políticas de estímulo en la UE (Mario Monti) y otro responsable político que parece tender más a defender la postura de la disciplina y la austeridad. Estaríamos en tablas.

Más allá de ese comentario reduccionista, la cumbre que se celebrará en Roma a principios de junio parece una de las grandes citas próximas, ya que allí se debatirá sobre la nececisad de colocar el crecimiento económico en el centro del tablero y de las prioridades de la UE desplazando de ese lugar a la austeridad, o cohabitando con ella. Para el presidente español el debate entre austeridad o crecimiento carece de sentido porque se pueden compaginar ambas cosas y para crecer es necesario empezar por tener unas cuentas saneadas y no gastar más de lo que se puede. ¿Es así? ¿Realmente son compatibles? Merkel asegura que el crecimiento lleva tiempo siendo un principio de actuación central en la UE. En el fondo de este debate hay una cuestión: ¿las medidas de estímulo implicarán más gasto público? ¿Se abrirá el debate sobre la posibilidad de flexibilizar las exigencias de déficit y posponer los compromisos por un tiempo razonable? Hasta ahora era un pecado, pero quizás todos se vayan dando cuenta de que las economías de muchos países de la Unión se están ahogando.

Comparto la idea de que no hay que defender posturas radicales ni entrar en la defensa a ultranza de una senda u otra, pero pienso que sí es incompatible un camino y el contrario, al menos tal y como lo hemos entendido hasta ahora. Nadie está defendiendo dejar de pagar lo que se debe, pero es importante que los dirigentes europeos empiecen a asumir que sí hay alternativas a la estricta austeridad impuesta por Alemania. Por ejemplo, los compromisos de déficit son algo que se autoimponen los Estados de la Unión Europea, no algo que cae del cielo y es imposible de modificiar. ¿O se terminaría el mundo si los países con más dificultades pudieran tener más tiempo para cumplir ese objetivo? ¿De verdad no se entendería una mayor flexibilidad partiendo del compromiso firme de pagar lo que se debe y comprometerse a no derrochar en el futuro? Ojalá la cumbre de Roma abra al menos el debate de par en par y de forma definitiva. Cuando Hollande ganó no compartía entusiasmo con quienes le veían casi como a un superhombre que venía a salvar a Europa y torcer el brazo a la exigente canciller alemana. Ahora sigo pensando que todo será más progesivo y difícil de lo que defienden algunos, pero parece que sí vemos los primperos indicios de un posible cambio de rumbo en Europa.


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