El riesgo de descuidar la democracia en la UE


Hoy hablaré de un vídeo que está corriendo a la velocidad de la luz por las redes sociales y que es ciertamente impactante. Es la breve intervención en el Parlamento Europeo de Nigel Farage, un político británico de una formación euroescéptica y que propone cada cierto tiempo la celebración de un reférendum en el Reino Unido sobre la salida de su país de la UE. Antes de hablar de este vídeo quiero hacer dos rápidas precisiones. La primera es sobre el discurso político que está detrás de esta intervención, que es un discurso antieuropeísta y contrario al proyecto común de los países de la UE con las particularidades del Reino Unido, que hasta geográficamente está, pero a su manera. Por lo tanto, creo que no comparto las razones que llevan al señor Farage a defender lo que defiende en esta intervención, puesto que son discursos políticos que me resultan ajenos y yo sí creo en la Unión Europea, pero claro, funcionando bien, es decir, no como ahora. La segunda precisión es sobre el hecho de que los tuits o los vídeos que pasan de muro de Facebook en muro de Facebook están adquiriendo una gran trascendencia y creo que no conviene sobredimensionar estas nuevas formas de comunicación que se quedan con el detalle, no profundizan y van en línea con el momento actual en el que devoramos sin saborear ni reflexionar las informaciones y las realidades que vivimos.

Dicho esto, mentiría si dijera que esta intervención no he me ha impresionado. El tono es bastante duro, ya que ataca frontalmente a los responsables comunitarios. Comienza su intervención afirmando que estamos al borde de un desastre social y financiero que es responsabilidad de los dirigentes comunitarios como Herman Van Rompuy, presidente del Consejo, o Durao Barroso, presidente de la Comisión,  que están presentes en el Parlamento. Les echa en cara que ninguno de ellos tiene legitimidad democrática y que ninguno de ellos ha sido elegido por los ciudadanos en unas elecciones. Tras decir que vivimos en una Europa dominada por Alemania, les reprocha el "espectáculo repugnante" de echar abajo gobiernos como el de Papandreu o Berlusconi que sí han sido elegidos por los ciudadanos para poner en su lugar ejecutivos "de marionetas".

"Esto se está convirtiendo en una novela de Agatha Crhistie en la que descubrir quién va a ser la siguiente persona en ser eliminada"; asegura el europarlamentario británico. El discurso podrá ser más o menos radical, los términos empleados ("manada de hienas") podrán ser excesivamente ofensivos y su análisis de la situación quizás es demasiado sombrío, pero es innegable que esta intervención tiene un gran acierto: pone el acento en el déficit democrático de la UE. Es cierto. No estamos asistiendo a una cesión de soberanía de los Estados europeos a unas instituciones democráticamente elegidas e igualmente representativas de la sociedad europea, sino que asistimos a un escenario en el que se otorga un inmenso poder a tecnócratas que carecen de cualquier legitimidad democrática para ejercer sus cargos.

Hace poco he leído un libro para una asignatura de clase llamado "La humanidad amenazada: gobernar los riesgos globales". En él varios expertos de política y derecho internacional muestran sus reflexiones sobre el mundo actual y los nuevos riesgos y amenazas a los que tiene que hacer frente. Uno de esso autores, Gurutz Jáuregui, destaca en un capítulo del libro que las instituciones de la UE son mucho menos democráticas que las de los Estados que la componen. Asegura que en demasiadas ocasiones son economistas y expertos los que toman las decisiones que afectan a los ciudadanos, no los representantes políticos a los que estos eligen. Coincido con ese análisis y con el temor a que esta pérdida de poder de la política en favor de la tecnocracia dañe la calidad democrática en la Unión Europea.

Por eso, al margen de que la intervención de este europarlamentario quizás no sea más que un exceso de alguien que en realidad no cree y nunca ha creído en el proyecto de la UE y quiere atacarlo sin piedad, creo que acierta al advertir el riesgo de que expertos tecnócratas tomen las decisiones importantes que afecten a los ciudadanos europeos y pongan y quiten gobiernos. Lo ocurrido en Italia y en Grecia, donde se formaron gobiernos de tecnócratas mientras a los políticos de aquellos países se les reservaba el papel de espectadores y palmeros de los Monti de turno fue algo gravísimo que tal vez no se calibró en toda su dimensión. Fue una tremenda derrota de la política, un enorme golpetazo a las bases democráticas que deben regir todo proyecto europeo común. Que los tecnócratas de turno tengan el derecho y la capacidad de determinar cuándo es el momento de convocar elecciones o cuándo es acertado o no consultar al pueblo decisiones que le afectan de lleno es algo que debe encender todas las luces de alarma y ha de llevar a la ciudadanía europea a preguntarse si quiere que la UE avance hacia este escenario donde la política pierde peso en favor de los expertos que carecen de legitimdad democrática y a quien nadie ha votado jamás para desempeñar esos cargos de alta responsabilidad.



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