Cumbre del G-8


La crisis del euro y las dudas sobre la situación económica en Europa centraron parte de la cumbre del G-8 que se ha celebrado estos días en Camp David, residencia de vacaciones del presidente de Estados Unidos. La imagen que ilustra esta entrada es la de algunos de los asistentes a la cumbre siguiendo el desenlace de la final de la Champions entre el Bayern de Munich y el el Chelsea. Viendo la cara de Merkel y la de Cameron nos hacemos una idea de quién ganó el título y mirando a Hollande deducimos que el fútbol no su gran pasión. Obama, por cierto, parece disfrutar y hasta festejar el triunfo del Chelsea ante la cara de disgusto de la impasible canciller alemana y el rostro serio de Barroso, que al parecer conoce bien a Merkel y debía de pensar pensando  que es mucho mejor tener a la señora canciller contenta. En todo caso, una foto simpática y graciosa en una reunión de los líderes de los países más poderosos del mundo.

Europa estuvo en la mesa de la cumbre, no sólo por la final de la Champions, sino también, y espero que sobre todo, por la crisis del euro y por las incertidumbres que genera la economía del viejo continente. Obama es consciente de que las turbulencias que sufra Europa pueden llegar a Estados Unidos y afectan a todo el mundo en el sistema globalizado en el que vivimos. Lo expresó de forma clara: "si hay problemas en Madrid, hay problemas en Milwaukee". Obama se alineó por ello con las tesis del presidente francés y en contra de la férrea disciplina que defiende Merkel. De hecho, en la declaración final de la cumbre se aprecian elementos favorables a las tesis de Hollande. Así, podemos leer que "es imperativo favorecer la recuperación y la creación de empleo". Parece claro que si alguna conclusión sale de esta cumbre es que la austeridad sin más no es suficiente para salir adelante.

La llega de Hollande parece empezar a notarse. El panorama cambia y en esta cumbre el presidente estadounidense ha encontrado a un líder europeo dispuesto a defender políticas de estímulo y reactivación económica distintas a la austeridad implacable que propone Merkel. Las cosas pueden estar cambiando. En la declaración también se reconoce que las recetas que se deberán aplicar para salir de esta situación tendrán que ser distintas en cada país, por lo que también se puede estar abriendo la puerta a ofrecer cierta flexibilidad a los países con el agua al cuello y que pasarán más apuros si han de cumplir a rajatabla y en los plazos previstos la reducción del déficit exigida por el pacto fiscal. Hollande no parará y ya ha dicho que va a proponer en la cumbre europea del 23 de mayo, la cumbre del crecimiento, la creación de eurobonos, el coco para Merkel, algo de lo que huye como de la peste y que siempre, hasta ahora, ha desactivado cuando alguien ha osado proponerlo. También tiene claro el nuevo presidente francés que no firmará elpacto fiscal si no va acompañado de medidas de estímulo que impulsen el crecimiento económico.

Veremos con el tiempo si realmente se produce un cambio de rumbo en la UE. Lo que parece claro es que algo está cambiando. Hasta hace bien poco la austeridad parecía algo inexorable, para lo que no había opción ni alternativa, una ley sagrada que todos los países europeos debían cumplir sin rechistar y de forma estricta, sin ningún tipo de flexibilidad y costara lo que costara. Ahora hasta Merkel, de forma leve, y Cameron, de forma algo más clara, defienden que la austeridad y el crecimiento no son alternativas contrapuestas. El premier británico declaró que existe un creciente sentido de urgencia que se necesitan tomar medidas. Habrá que ver si todos entendemos lo mismo cuando hablamos de crecimiento y si las medidas para estimular la economía que propone Hollande, vía aumento dle gasto público, son las mismas en las que está pensando Merkel, defensora férrea de la austeridad sin concesiones.

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