Vuelve la desconfianza en España

No es que haya durado mucho la relativa calma, y puede incluso que no fuera más que una falsa ilusión, pero el caso es que la presión de los mercados y la desconfianza en la economía española han vuelto por donde solían. Las bolsas bajan hasta marcar mínimos anuales, la primera de riesgo se dispara y al Tesoro le cuesta más de la cuenta colocar la deuda, de hecho ayer subastó menos cantidad en bonos de lo que tenía previsto y a un interés mayor que el de ocasiones anteriores. Por respeto a las creencias religiosas de cada uno y porque la cosa no está para florituras lingüísticas no emplearé términos de la Semana Santa para hablar de la situación de la economía española en estos momentos, pero algunos le vienen al pelo: penitencia, vía crucis, pasión, muerte... De momento casi todos menos resurreción, que en lo que se refiere a nuestras cuentas y a nuestra situación económica, ni está, ni se le espera.

La situación es ciertamente preocupante. ¿Por qué vuelven a presionar con fuerza los mercados a España? ¿Por qué se vuelve a desconfiar tanto en la economía española? El presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, considera que se debe a que los mercados esperan más reformas de España. No deja de ser irónico que los presupuestos del gobierno lo gusten a nadie, aunque por muy diversos motivos. Unos los critican porque suponen un recorte brutal en casi todo y otros esperan más contundencia y severidad del ejecutivo. El caso es que a nadie les gustan. Si el gobierno, como ha dejado caer el propio Rajoy, aprueba estos presupuestos porque no le queda otra y la alternativa es el rescate a España por parte de la Unión Europea, y encima se quedan cortos a ojos de los mercados, mal vamos. Muy mal. La Unión Europea se va a tomar su tiempo para estudiar a fondo el proyecto de presupuestos generales, que ya sabemos que las prisas no van con las instituciones comunitarias ni aunque les vaya la vida en ello. Sus tiempos y los del resto de los mortales son bastante diferentes. En todo caso, parece que la primera impresión es buena y tenemos también la bendición de Merkel.

Mariano Rajoy habló ayer sobre esta situación y dijo que sus reformas no están teniendo efectos ahora, pero que sí las tendrán al medio y largo plazo. Tal vez la cuestión ahora sea intentar ver cuál es el margen de maniobra que nos queda. La posilidad del rescate vuelve a sonar con fuerza y, tristemente, cada vez parece menos el discurso apocalíptico de un gurú. La economía española actualmente no está totalmente controlada como lo estaría en caso de rescate, pero estamos intervenidos de facto. Nuestras cuentas pasan por Bruselas y Berlín antes que por el Congreso español. Conocieron los detalles del proyecto de presupuestos generales del Estado antes los ministros de economía de nuestros socios europeos y un dirigente del partido CDU de Merkel que los diputados del Congreso español y, por supuesto, antes que los ciudadanos españoles. La UE significa eso. Está claro que no la Unión Europea no está actuando todo lo bien que se debería esperar de ella en relación a la crisis y que hay muchos nubarrones en el cielo del proyecto común europeo, pero no nos hagamos ahora los ofendidos o los extrañados porque sabemos de sobra lo que supone estar en la UE. La UE es, por definición, transferencia de soberanía. Nos podrá parecer mejor o peor, creeremos que es necesario este cambio o el de más allá, pero todos sabemos de qué va esto y nadie nos obligó a entrar ahí ni nos obliga a permenecer. Si seguimos es porque queremos y si quieremos es porque pensamos que nos reportará algún beneficio. Así de sencillo. Es cierto que estamos cediendo soberanía, pero eso no tiene por qué ser necesariamente desastroso o catastrófico de por sí. Sabíamos a lo que estábamos jugando.

He escrito en varias ocasiones que la grave situación actual requiere de responsabilidad y altura de miras por parte de todos. Cuando hablo de todos hablo de los ciudadanos, que ya estamos sufriendo más de la cuenta la factura de los platos que rompieron otros, de los empresarios y de los políticos. Hablo de toda la sociedad. Repetir una y otra vez que nosotros no hemos provocado la crisis no nos va a ayudar a salir de ella. Tenemos derecho al pataleo, pero todos debemos empezar a asumir la gravedad de la situación por la que atraviesa España. Poco importa en estos momentos quién tiene la culpa a efecto de intentar resolver el problema. No estoy defendiendo con esto que los ciudadanos paguemos el pato de la crisis, ni mucho menos, pero sí pido que todos seamos conscientes de que estamos en un momento de urgencia nacional en el que sólo son de agradecer actitudes que contribuyan a salir del bache. Más reproches de los estrictamente necesarios no ayudan en nada a este país. Los partidos políticos tienen que asumir también que la situación ha cambiado. Si sus rifirrafes y enfrentamientos permanentes no eran nada positivos para España en el pasado, cuando las vacas gordas, ahora son una irresponsabilidad colosal. Tienen que tirar todos del carro porque el carro no es de unos ni de otros. Estamos hablando de España y ahora es cuando hay que ver a los hombres de Estado y a los líderes responsables que necesita el país.

El PSOE hace muy bien en criticar los presupuestos generales del Estado y la injusta y muy probablemente inútil amnistía fiscal que ha aprobado el gobierno. IU y el resto de grupos políticos de la oposición son libres también de criticar las medidas del gobierno. Pero todos deben guiarse en su actitud política por un elevado sentido de la responsabilidad que, sinceramente, llevamos mucho tiempo echando en falta en España. El gobierno dice que la situación es crítica y no tranquiliza que los responsables del ejecutivo hablen así. A ellos hay que pedirles que nos cuentan las cosas tal como son, pero también que infundan cierto optimismo y expliquen mejor las cosas. De los ministros en estos momentos no esperamos críticas a Zapatero, al que ya hasta critican en Italia por una serie española que, dicen, refleja su España carente de valores éticos y morales, o hablando de herencias recibidas. Los juegos florares y los duelos políticos deben quedar para otro momento. Hemos de ser responsables porque nos jugamos mucho. Andalucía, por ejemplo, no debería convertirse en un frente de resistencia al gobierno central, en un díscolo porque sí, en un feudo socialista. Ellos también deberán tirar del carro.

Las batallas políticas nunca han hecho bien a este país, en los términos en los que se han planteado tradicionalmente, quiero decir, pero ahora la situación es mucho más grave. Antes nos molestaba e indignaba que nuestros políticos se tiraran los trastos a la cabeza y fueran tan sectarios, tan radicales y tan absurdos. Pero es que ahora están obligados a cambiar porque el barco se va a pique y, aunque el trabajo común de toda la tripulación no garantiza que nos salvemos, más opciones tendremos si estamos juntos y nos apoyamos en este asunto de Estado.

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