Viaje del Papa a Cuba

Benedicto XVI termina hoy su primer viaje como Papa a Latinoamérica. Lo comenzó el viernes en Méjico, donde fue recibido por una multitud que le arropó durante toda su estancia en aquel país, y hoy pone punto final a la visita en La Habana, tras celebrar varios actos en Santiago de Cuba. En ninguno de sus destinos el Papa ha estado libre de polémicas, ya que en Méjico se le ha acusado de tibieza contra los abusos del fundador de los Legionarios de Cristo, Marcial Maciel. Se echó en falta una reunión del Papa con las víctimas y alguna palabra firme contra la pederastia. En Cuba, por otro lado, el mero hecho de que un pontífice visite una dictadura es siempre mirado con lupa. Benedicto XVI no se ha reunido con ningún activista cubano por la democracia y la libertad, pero sí ha hecho mención en sus discursos a la situación de tantos ciudadanos de Cuba que están privados de libertad y luchan lor cambios en su país. Insuficiente, tal vez.

Raúl Castro se reunió ayer con el Papa y le recibió antes en el aeropuerto de Santiago de Cuba. Hoy será el turno de Fidel, reunión que no estaba en la agenda oficial, pero parecía segura, como finalmente será. El régimen cubano quiere aprovechar en su propio beneficio esta visita del Papa al país. Creo que es muy acertado el análisis de la vista que hace hoy el editoral de El País donde se cuenta que la visita del pontífice es más que un viaje pastoral y donde se habla de la realpolitik de Benedicto XIV. Con la Iglesia sucede siempre lo mismo. El Papa es más que un líder espiritual para millones de personas en todo el mundo, y también es más que el Jefe del Estado de un pequeño Estado. Un viaje del Papa a Cuba, pese a quien pese, no puede en ningún caso quedar reducido a una visita pastoral para acercarse a los creyentes católicos en Cuba. Es mucho más que eso y es razonable que se haga una interpretación política de este viaje. Por eso es normal que la disidencia cubana se muestre decepcionada en cierta forma por el comportamiento del Papa. No con el viaje en sí, sino con su negativa a reunirse con ellos, que Benedicto XVI aceptó como condición para el viaje impuesta por el régimen cubano.

El Papa ha hablado en sus discursos en Cuba sobre los presos y también ha animado a los cubanos a luchar por "una sociedad abierta y renovada" y habló también de "la justicia, la paz, la libertad y la reconciliación" como principios que deben guiar el país. Hizo mención igualmente a las "justas aspiraciones y legítimos deseos de todos los cubanos". Menos es nada, desde luego, pero quizás el Papa podría haber ido algo más allá. Considero que hay que valorar positivamente estas palabras de Benedicto XVI y también la labor de la Iglesia en Cuba, que por ejemplo logró hace algo más de un año la liberación de presos políticos. Desconozco si detrás del viaje del Papa a Cuba está el interés, perfectamente legítimo, de la Iglesia católica de reforzar su posición en la isla. Pero espero que no sea a costa de deformar la realidad como ha hecho el arzobispo de San Cristóbal de La Habana en una entrevista a L´Osservadore Romano, donde ha dicho que en Cuba no hay presos políticos ni penurias económicas. Ése no puede ser el camino. La cobardía moral, la hipocresía y el mirar para otro lado no son opciones válidas ante las dictaduras.

El viaje del Papa a Cuba será utilizado por el régimen comunista para seguir en su ficción, pero eso no desacredita de por sí el viaje de Papa. En Cuba, en efecto, hay una comunidad católica que ha recibido al Santo Padre con devoción (al lado de los fieles del régimen que han ido por, digamoslo suavemente, recomendación de las autoridades). Creo que el Papa ha dejado pasar una excelente oportunidad para dar un paso más en el compromiso de la Iglesia católica contra la dictadura y a favor de la libertad. No lo pongo en duda, pero Benedicto XVI ha optado por un leve tirón de orejas al régimen que persigue y detiene a quienes no piensan como él, algunos de ellos, católicos. Una reunión con la disidencia hubiera sido un gesto valiente del Papa. Uno tiene ya muy claro que de los dirigentes políticos no se puede esperar que la ética o el compromiso con algunos valores básicos sean su principio rector, pero el Papa no debería entrar en esta categoría. Tiene una gran influencia política, pero además debe guiarse por unos valores que no casan con la dictadura no con la falta de libertad.

Sobre su viaje a Méjico, pienso igualmente que el Papa debería haber tenido algún gesto con las víctimas de los repugnantes abusos de Marcial Maciel. La Iglesia católica hizo muy mal tapando escándalos de pederastia y protegiendo a los odiosos abusadores que tenía en su seno, pero reaccionó, en cierta medida, gracias a Benedicto XVI. El Papa ha pedido perdón por estos casos impresentables. Esa actitud le ha costado al pontífice incluso algún que otro recelo en la Iglesia católica. Por eso no se entiende que la tibieza siga yendo de la mano de las autoridades vaticanas a la hora de condenar estos repugnantes delitos y de repudiar públicamente a los agresores. El Papa se debería haber reunido con las víctimas. Nadie está libre de que en su seno puedan suceder hechos terribles que se escapan a su control, pero desde el momento en el que es consicente de ellos y decide actuar con muy poca severidad, comete un grave error. Ocultar estos casos, como ha hecho la Iglesia en el pasado, o pasar por ellos de puntillas, como parece que sigue haciendo, es una gran torpeza y una actidu moralmente inaceptable.

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