Siria, ¿hasta cuándo?

La situación en Siria es dramática. Allí un loco dictador y sus secuaces continúan masacrando a su pueblo y el mundo sigue sin poder parar la sinrazón y las constantes violaciones de los Derechos Humanos. La comunidad internacional no encuentra una salida al drama sirio porque, entre otras cosas, China y Rusia continúan empeñadas en ser cómplices de las atrocidades que está cometiendo Al Asad. La pregunta que da título a esta entrada de hoy es la que todo el mundo se lleva haciendo mucho tiempo, demasiado. ¿Hasta cuándo va a seguir esta situación? ¿Hasta cuándo el tirano sirio podrá seguir bombardeando, asesinando, torturando y masacrando a su pueblo sin que nadie le pare los pies? Planteada la pregunta de otro modo más directo, ¿cuántas personas más tendrán que morir para que alguien frene esta locura? Como he escrito en muchas ocasiones hablando sobre el conflicto en Siria, los tiempos de la diplomacia no son los mismos que los de la crisis humanitaria terrible que padece Siria. Lo que para los diplomáticos puede ser una semana de negociaciones o toma de contacto, para los ciudadanos siriso supone decenas de vidas más rotas al día.


Ayer un doble atentado dejó 27 muertos y 140 heridos en Damasco. El régimen sirio culpa de la matanza a los terroristas, mientras que la oposición rebelde dice que son las autoridades las que la han provocado. Desconozco la autoría del atentado, pero sólo sé que no me extrañaría en absoluto que el régimen esté detrás, teniendo en cuenta que ha demostrado ya de sobra este último año que es capaz de cometer atropellos y violaciones de los derechos fundamentales sin ningún pudor. Lo que sé también es que los de ayer son 27 personas más, con sus vidas y sus historias detrás, que sumar a la negra y larguísima lista de muertos durante este último año desde que comenzaron las revueltas en Siria. Por eso, porque esta situación no hace sino causar muerte y destrucción, dolor y sufrimiento, parece tan insuficiente la acción de la diplomacia, muy loable, por otro lado. Ver a personas con sus trajes y corbatas en cómodos despachos negociando una salida al conflicto es de agradecer, desde luego, pero resulta algo muy alejado a lo que está ocurriendo en Siria. Un descanso en reuniones entre burócratas del régimen y diplomáticos de la ONU, un par de días que se den unos a otros para pensar, se traduce en decenas de muertes. Es una emergencia que alguien debe atender.


Kofi Anna, enviado de las Naciones Unidad y la Liga Árabe a Siria, ha pedido al Consejo de Seguridad de la ONU que actúe con unidad ante esta dramática situación y que dejé atrás sus divisiones internas. Es muy necesario que así sea. Las cifras que da la propia organización sobre los muertos en Siria están cerca de los 8.000 fallecidos. El ex secretario general de Naciones Unidas se reunió la pasada semana con Al Asad en Damasco para exigirle un alto el fuego, algo que el dictador no ha cumplido ni tiene la más mínima intención de considerar. Próximamente enviará una delegación a la capital siria para intentar taponar la hemorragia y detener la espiral de violencia que sufre el país. Kofi Annan declaró el viernes que se debe actuar con gran cuidado, porque no se trata sólo de lo que sucede en Siria, sino que también se ha de hacer frente a la posibilidad de que esta situación conduzca a una escalada de violencia en la región, algo que, en palabras de Annan, sería "extremadamente difícil de controlar".


El ministro de Exteriores de Siria envió una carta al Secretario General y al Consejo de Seguridad de Naciones unidas para decir que seguirán negociando con Kofi Annan-total, para lo que les cuesta no hacerle ni caso- pero que no dejarán de "proteger a sus ciudadanos, desarmar al terrorismo y hacer que sus perpetradores rindan sus cuentas", es decir, que seguirán masacrando al pueblo sirio, a su propio pueblo. De momento el régimen sirio sigue contando con la inestimable ayuda de Rusia y China. El resto de países del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas pide al gobierno sirio que declare un alto el fuego, mientras que rusos y chinos siguen defendiendo que se ha de exigir también a los rebeldes que cesen sus actividades violentas en un intento por igualar la violencia de unos y otros en el conflicto. A los amigos del dictador y sus secuaces les aterra que no se ponga en el mismo nivel la violencia de los opositores que el terorrorismo de estado y los continuos crímenes contra la Humanidad de al Asad, por mucho que el sentido común y la propia realidad de los hechos desmientan que sea posible establecer una igualdad, empezando por los fríos números y siguiendo por la legitimidad que tienen unos y otros, por lo que les mueve a actuar y por el fin que persiguen con ello.


Los expertos alertan de que la situación puede seguir así mucho más tiempo. Es decir, que si la comunidad internacional continúa paralizada e incapaz de actuar con firmeza y con una sola voz para frenar al tirano, el conflicto se puede prolongar años y las cifras de muertos que hoy nos aterran y escandalizan podrían verse triste y holgadamente superadas. Es complicado sin duda actuar correctamente en este tipo de situaciones, pero lo es un poco menos cuando todo el mundo admite que lo que está sucediendo en Siria es que un régimen dictatorial y sangriento se está aferrando al poder y para ello no duda en matar a escala a sus conciudadanos, en represaliar a todo aquel que tenga algo que ver con los rebeldes y en continuar provocando terribles matanzas. ¿Qué hacer? Cualquier tipo de intervención militar parece estar descartada por el momento, algo que no termino de entender si pienso en lo que hizo la OTAN, tras una resolución de la ONU, en Libia hace bien poco. Cierto, la realidad de los dos países es distinta y lo de Siria parece mucho más complejo, pero es que también está muriendo mucha más gente en Siria y eso dirá algo y pesará algo a la hora de intervenir.


Lo que está quedando demostrado es que las sanciones políticas y económicas están haciendo más bien poco daño al régimen de Al Asad y que si pretendemos que la violencia cese por está vía, estamos my equivocados. Sobre la vía diplomática, no es que no confiemos en la misión mediadora de Kofi Annan, sino que desconfiamos profundamente de que el régimen sirio vaya a aceptar ningún tipo de alto el fuego. La carta enviada por el ministro de asuntos exteriores a la ONU lo dice todo: seguirán negociando, pero continuarán atacando a los "terroristas", que es como ellos llaman a los ciudadanos sirios que luchan por una Siria libre y en paz. Para combatir un problema y hacer frente a una realidad compleja es imprescindible compartir un diagnóstico común del asunto, al menos en lo más elemental. Y no es el caso. El régimen sirio sigue en su ficción y no dará su brazo a torcer jamás y, para colmo, desde Rusia y China les protegen de sanciones en el Consejo de Seguridad de Naciones unidas. En esta guerra civil en Siria lo más preocupante es el irreparable coste de vidas humanas que está dejando la violencia en el país y la devastación absoluta en Siria, así como el odio y enfrentamiento que enraiza en todos los ciudadanos. Pero lo segundo más preocupante es que el mundo se esté mostrando incapaz de parar este incesante goteo de pérdidas de vidas humanas que a diario llegan a los despachos oficiales en documentos que no pueden poner cara a las decenas de muertos, ni a sus hijos, ni a sus padres. Hay que parar esta espiral de violencia y hay que hacerlo ya.

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