Los idus de marzo


"No es el poder el que corrompe a las personas, son las personas las que corrompen al poder", leí una vez en algún sitio que no recuerdo en estos momentos. No sé hasta qué punto es cierto o no, pero en lo que todos estamos de acuerdo es en que al calor del poder se dan actitudes poco ejemplares y totalmente carentes de ética. No he vivido dentro del mundo de la política, Dios me libre, pero el retrato que hace Los idus de marzo de una carrera por la presidencia en Estados Unidos parece bastante creíble y eso, además de ser un mérito de la película, es un indudable motivo de reflexión y preocupación. La cinta es muy interesante y cuenta los entresijos de una carrera de dos aspirantes demócratas a la presidencia de los Estados Unidos en la que todo vale y en la que, como indica el título remitiendo a la obra de Shakespeare, la traición y las conspiraciones, las puñaladas, están a la orden del día.


La ambición es un personaje más de la película. Me parece especialmente brillante el modo en el que se reflejan distintas formas de entender la política: desde el idealismo del joven Stephen Meyers, interpretado magistralmente por Ryan Gosling, hasta los personajes que tienen muy claro de qué va el juego y saben que no hay límites para conseguir lo que se desea. El retrato de la política que hace esta película es realmente descorazonador. Se muestran las negociaciones internas por lograr apoyos, los chantajes de todos contra todos, la idea de que la campaña está por encima de cualquier otra cosa y la ambición desmedida de todos los que entran a formar parte el juego salvo unas pocas almas cándidas que realmente se entusiasman con las promesas políticas y quieren ver en este mundo una pureza de la que parece carecer. El avance del personaje interpretado por Ryan Gosling es clave en la película. Es un joven muy preparado que forma parte de la campaña del gobernador Morris, interpretado por George Clooney y que está convencido de que su candidato cambiará de verdad las cosas.


Los sentimientos personales entran a jugar un papel clave en la trama en un momento en el que tal vez pierde cierta intensidad lo meramente político, porque esta película tiene un marcado carácter político y es una crítica bastante nítida al funcionamiento de la política en Estados Unidos, pero gana mucho la historia en general. Otro personaje importante es el de una becaria que entra a formar parte de la campaña de Morris y es, a su vez, hija del presidente del Consejo Nacional Demócrata. Será clave en el desarrollo de la trama. Lo más inquietante de la película es la conclusión central que se saca de ella: el precio de llegar a ser candidato o presidente, el hecho de que hasta la campaña con más bellos ideales y más atractiva para los ciudadanos esconde luchas internas, puñaladas, presiones, chantajes. En definitiva, en Los idus de marzo se cuenta la intrahistoria que hay detrás de esas sonrientes caras de los políticos en campaña. Y, aunque no hemos estado dentro de ninguna de esas campañas, nos parece muy creíble y convincente.


La película conserva un gran ritmo durante todo el film, de comienzo a fin. Es un baño de realidad, un quitarse las máscaras y dejar claro lo que hay detrás de las promesas y los movimientos políticos. Unos excelentes diálogos, unas muy solventes interpretaciones y una historia atractiva hacen de esta película una gran obra. Merece elogios especialmente George Clooney. Él es un gran actor no siempre valorado, pero es que además dirige esta película, firma el guión y es productor. El gran nivel de la película, por lo tanto, se deben en gran medida a Clooney. En Los idus de marzo se cuenta la mezquindad de la política, todo lo que se esconde detrás de los mítines y los debates. Se muestra una lucha de egos y de ambiciones en la que nadie es inocente y, si te dejas guiar por el idealismo, estás acabado. Finalmente se deduce que confiar en los ideales, en los carteles y en los anuncios promocionales es algo demasiado arriesgado y, desde luego, un acto de fe poco realista.


La película no escatima alusiones directas a cuestiones de la política estadounidense pero, y ahí reside otro gran mérito del film, es una historia que puede ver y entender perfectamente alguien que no tenga la más remota idea del sistema de primarias en Estados Unidos o de la política de aquel país. Es más, no sólo se puede trasladar a la política en general, sino a cualquier ámbito laboral en el que subir implica para muchos y en muchas ocasiones hacerlo pisando cabezas de otros. Los personajes que salen en la película se ha curado por completo del virus de la inocencia, del idealismo. Saben de qué va eso de la política y manejan a las personas como peones en un tablero de ajedrez. Si se ha de sacrificar a un peón para proteger al rey, se hará. Y siempre conviene tener una bala en la recámara para defenderse. Ambición sin límites y sonrisa y buenos modales cuando te dan la patada o prescinden de ti. Confiar en otra persona puede ser un error fatal y no conocer el terreno en el que te mueves es algo que no te puedes permitir.


Me gustó mucho la película y creo que es de esas que se puede recomendar sin riesgo a que la persona que vaya al cine por tu consejo te eche en cara tu falta de gusto y criterio cinematográfico. Por cierto, en los créditos finales de la película se asegua que ningún personaje ni ninguna situación de las retratadas en la película están tomadas de la realidad y que cualquier parecido es puro coincidencia. Está bien que hagan la aclaración, porque en el candidato Morris es muy fácil ver a otro candidato también demócrata que muy recientemente ilusionó con un discurso similar al del personaje de Clooney. Los personas de Los idus de marzo han vendido su alma y han asumido a la perfección que las normas del mundo de la política son las que son y que allí no vale de nada regirse por principios como la buena fe o la confianza. Mucho mejor no ir de cara, mucho mejor velar por uno mismo y mucho mejor no dar la espalda a nadie sin comprobar de reojo si esa persona lleva un puñal. Todos asumen perfectamente a lo que están jugando y que los sentimientos personales valen de poco, que la política tiene sus propias reglas. Lo terrible, claro, no es a lo que están jugando, sino con qué y con quién están jugando: con la ilusión de los ciudadanos, en su lenguaje, de los votantes. Muy buena película.

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