Más de 7.500 muertos en Siria

La ONU dio ayer una nueva cifra que es cualquier cosa menos una fría cifra, que es un drama tan horrible e inaceptable que toda la comunidad internacional, empezando por Naciones Unidas, debería sentirse avergonzada por no estar haciendo todo lo posible por frenar la hemorragia constante en Siria. Desde que comenzaron las revueltas en ese país hace un año han muerto 7.500 personas. Se dice pronto, pero son 7.500 vidas cortadas por la sinrazón de la violencia y muchísimas familias que se quedan sin uno, o varios, de los suyos por la locura de Al Asad y la inacción del mundo entero. La situación en Siria es dramática y no digo que la comunidad internacional no esté haciendo nada, pero es evidente que no está haciendo, ni mucho menos, lo suficiente para frenar esta espiral de violencia. Parece claro que con las sanciones que ya han impuesto al régimen de Al Asad no se ha logrado parar los bombardeos a Homs ni los disparos indiscriminados contra personas inocentes y desarmadas. Tampoco las torturas a los opositores ni el resto de crímenes que comete impunemente el régimen sirio. Hay que hacer algo más.

Lynn Pascoe, responsable de asuntos políticos para la Secretaría General de la ONU, fue la encargada de informar ayer de esta terrible cifra de muertos en Siria desde que comenzaron las protestas contra el tirano. "Hay informes creíbles de que el número de fallecidos supera a diario el centenar, incluidos mujeres y niños", aseguró la responsable de la ONU. Según Navi Pillay, comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, han muerto ya al menos medio millar de niños. ¿Qué hace el mundo ante esto? Algo sí hace, pero no lo suficiente. Rusia y China siguen empeñadas en defender al verdugo antes que ponerse del lado de las víctimas y llegan a asegurar en público que denunciar todos los crímenes de los secuaces de Al Asad es dar argumento a los terroristas y no reconocer que hay violencia por las dos partes. En esa cobardía moral siguen estos dos países que no se ponen exquisitos exigiendo respeto a los Derechos Humanos en otros países. ¿Cómo vamos a pedir a otros los que nosotros no hacemos?, deben de pensar. En cualquier caso, los gobiernos de China y Rusia están quedando retratados para la posteridad y ya les anticipo que, si se actúa con justicia, no saldrá muy favorecidos en sus fotos los libros de historia.

Al lado de la irracional huida hacia adelante del dictador estarán ellos, de la manita de Al Asad, defendiendo que nadie debe meterse en asuntos internos de Siria como si la vulneración permanente de los Derechos Humanos y el bombardeo contra su propio pueblo formara parte de la soberanía de un gobierno en la que nadie tenga nada que decir. Una vez más cabría la posibilidad de que estos dos países estén pretendiendo que se adopte en la comunidad internacional una doctrina en la que la violencia contra los opositores al régimen se considere una competencia más del gobierno en la que nadie puede meterse. Pero hay más. También está el hecho de que Rusia China anteponen sus negocios e intereses en la zona a los Derechos Humanos y la vida de miles de personas. Poco les importa a estas alturas de la película que el dinero que reciban o los beneficios políticos o comerciales que obtengan estén manchados de sangre. El ministro francés ha anunciado que el Consejo de Seguridad de la ONU está trabajando en una resolución que permita un alto el fuego y el acceso de la ayuda humanitaria a las zonas más afectadas. Una nueva ocasión para que rusos y chinos se posicionen.

La zona más afecta es Homs, donde los ciudadanos llevan tres semanas encerradas en sus casas y en distintos edificios porque los bombardeos y los disparos son constantes y sólo salir de sus casas para intentar llegar al hospital es jugarse la vida. Ayer murieron en esa ciudad 50 personas, 92 en todo el país. Cada día que pasa es un reto más complicado paras los habitantes de la ciudad, pues escasean los alimentos y las fuerzas. Mientras tanto, en una reunión del Consejo de Derechos Humanos de la ONU sobre Siria, se asistió a un momento tenso cuando el embajador sirio se levantó de la mesa y se marchó al considerar que el debate sólo buscaba fomentar la rebelión armada. El tipo se llama Faisal al-Hamwi, para ir guardándole también sitio en el libro de odiosos personajes de la Historia. Con la violencia sucede que no son quienes la ejercen directamente los únicos responsables. El que dispara o lanza la bomba es igual de cupable que el que dio la orden, pero también que quien justifica la violencia, quien la legitima o quien se pone de perfil y no da la cara contra ella. Que el embajador sirio ante la ONU actuara ayer de ese modo entra dentro de lo previsible, pero refleja una vez más lo difícil que es tratar de convencer a estos tipos hablando, como si ellos entendieran un lenguaje distinto al que emplean contra los opositores.

Navi Pillay, Alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, defendió en ese tenso debate que "tranferir la situación de Siria ante la Corte Penal Internacional será dar un paso en la dirección correcta". Así es, aunque ahora mismo lo que más se necesita es que se ponga punto final a la violencia, sería muy doloroso que quienes han cometido crímenes contra la humanidad y han intentado masacrar a su pueblo no asuman resposnabilidades y se vean ante un tribunal que les juzgue. En otros países que han vivido la primavera árabe, como Yemen, se acabaron las revueltas tras la renuncia del dictador de turno y una salida pacta que incluía la inmunidad de los responsables de la violencia. Es una mala solución, pero al menos una forma de acabar con la violencia. En el caso de Siria, como en todos los demás, lo ideal es que el dictador y sus secuaces sean detenidos y juzgados por sus crímenes. Sería la forma más justa de dignificar a las miles de personas que han dado su vida para desalojar a Al Asad del poder desde donde tiraniza a su pueblo.

En Homs hay periodistas atrapados por los bombardeos y la dramática situación que se vive allí. Uno de ellos es Javier Espinosa, del diario El Mundo, que ha escrito excelentes crónicas desde esa ciudad siria y ha contado lo que pasa en el país. Los corresponsales de guerra son la mejor demostración de lo que es el periodismo de calidad, pero también de que los ciudadanos debemos comprometernos contra la injusticia. No hay nada que valga la vida de una persona, pero los periodistas desplazados a estos lugares saben que se la juegan a diario con un único objetivo: que el mundo sepa lo que está pasando y que tales atrocidades no queden ocultas. El objetivo es que no ganen los violentos, que no se salgan con la suya. De paso demuestran hasta qué punto el periodismo es necesario, sobre todo allí donde el poder tiene cosas que ocultar. Allí es siempre imprescindible que haya alguien que lo destape. Por eso les debemos mucho a estos valientes periodistas, por eso hemos de admirarles y agradecerles lo que están haciendo. Dan testimonio del horror de la guerra para que no quede silenciado.

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