El Real Madrid gana la Copa 19 años después

Hoy quiero escribir de tres asuntos que sucedieron ayer y que no puedo dejar para mañana, porque en los tres casos se trata de hacer algo así como una crónica o un comentario de una noticia. Son tres cuestiones muy diferentes, así que empezaré por esta. Escribí el otro día que la Copa del Rey es una competición maravillosa, sin duda la más bonita y atractiva que se celebra en España. La emoción comprimida en estos cuatro días supera con creces la mayor parte de la Liga ACB, playoffs incluidos. Por eso no solamente no es un torneo menor, sino que es algo muy especial para el baloncesto en España. Para el Real Madrid, claro, era especial por muchos motivos. Llevaba 19 años sin ganar el título, se enfrentaba al equipo anfitrión, gran favorito por la inmensa calidad de su plantilla. Había muchas más razones, claro, para que el 74-91 que reflejaba ayer el marcador del Palau Sant Jordi fuera más que el resultado de un partido de baloncesto.

El Palau, por cierto, fue un escenario colosal, a la altura del valor de esta competición. Más de 15.000 personas vivieron en situ esta gran final. El Barcelona es un equipo de ensueño y cuenta con una plantilla tan amplia y de tanto nivel que pretender darle un baño como el visto ayer en el Palau parecía una osadía propia sólo de un grupo de insentatos. Pero ayer vimos un gran partido de baloncesto en el que el Real Madrid estuvo serio y sólido los 40 minutos. Fue muy superior y así lo reflejó el marcador. Naturalmente un partido, ni un título tampoco, puede cambiar lo que pensábamos antes de esta final del Real Madrid. Lo digo porque es muy frecuente eso de amoldar las valoraciones a los resultados puntuales y no quedarse con el fondo del asunto. El fondo es que el Madrid cuenta con una plantilla muy buena, con un entrenador valiente y eficaz que, además, está cosechando buenos resultados. Todo ello jugando a un baloncesto muy atractivo para los aficionados.

Sabíamos que el Madrid de Pablo Laso tenía un estilo muy claro, grandes jugadores y muchos recursos, pero tal vez faltaba por comprobar si era capaz de dar la cara en momentos especialmente importantes como la final de ayer. Eso, y no otra cosa, es lo que se criticó al Madrid la pasada temporada. Considero que no se valoró en su justa medida que el equipo llegara a la Final Four, pero entiendo que la forma en la que el equipo cayó en la semifinal y en el partido por el tercer puesto eclipsó el indudable mérito de llegar a la final con un equipo joven y lleno de jugadores llamados a brillar mucho en el futuro próximo. Al equipo llegó este verano Pablo Laso sin hacer mucho ruido. Su fichaje, desde luego, no fue lo que se entiende por un fichaje mediático como el de Messina, pero está dando excelentes resultados y supo hacer que las piezas cuadraran a la perfección casi desde el comienzo.

El equipo apostó por una estrategia arriesga al traer a dos jugadores de la NBA, Rudy Fernández y Serge Ibaka, que estaban temporalmente parados por el lock-out. A mí ne me convencía del todo esta estrategia, no porque no crea que son dos magníficos jugadores, sino porque pensaba que el equipo se podía quedar luego debilitado cuando, antes o después, tuvieran que regresar a Estados Unidos. Pero lo cierto es que la llegada temporal de las dos estrellas atrajo a muchos aficionados que, en muchos casos, se han quedado porque han comprobado que el nivel del equipo ha seguido siendo muy alto tras su marcha. Es justo reconocer a Florentino Pérez, tantas veces criticado por dejar de lado al baloncesto, su cuidado esta temporada a la sección. Ayer festejó el triunfo en el Camp Nou pero, a diferencia de tantas otras veces con muchos dirigentes deportivos, no creo que se le pueda decir eso de que sólo buscaba la foto y la medallita. Lo cierto es que no se pueden poner pegas al trato dado al baloncesto en el Madrid. Tal vez el presidente comprobó que con una inversión infinitamente menor que la requiere el fútbol podía armar un equipo potente que diera alegrías a la afición. Y en ese cambio de mentalidad quizás tuvo mucho que ver la Final Four de año pasado. Se marcharon Rudy e Ibaka este año, pero ficharon a Singler demostrando que su apuesta por esta sección no admite dudas.

Ayer brillaron con luz propia Sergio Llull, en un partido que tal vez ni él mismo hubiera soñado, no porque no tenga calidad de sobra para eso y para mucho más, sino porque destacar así en una finalísima de Copa es ya hablar de palabras mayores. Además de un inmejorable Llull, también destacó Carroll, un auténtico pistolero que puede tirarse muchos minutos como si no estuviera en la cancha, pero que si se entona y empieza a lanzar tiros de todos los colores lo más recomendable para el equipo rival es ponerse a rezar. Este equipo tiene (tenía ya antes de ganar el título) muy buena pinta. La tiene también la filosofía del entrenador y la confianza que está generando en su afición. El Real Madrid tenía una urgencia histórica, pero como se vive del, y sobre todo en, el presente, lo más destacado es que la Copa del Rey es sólo un golpe encima de la mesa para dejar claro que el equipo blanco aspira a todo este año y tiene razones sobradas para esas aspiraciones.

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