Juicio contra Garzón

Ver al juez Baltasar Garzón siendo juzgado me provoca muchas sensaciones, ninguna buena, desde luego. Creo que se podrían resumir en dos palabras: pena y rabia. Me da mucha pena que este gran juez que tanto ha hecho contra los narcotraficantes, contra ETA y contra tantos otros tipos repugnantes se vea ahora como acusado en un juicio. El de ayer es el primero, ya que también será juzgado por unos cobros del Banco Santander y por investigar al franquismo. A Garzón, según parece, le duele especialmente el segundo, pues le ofende que se dude de su honorabilidad. Es penoso lo que estamos viendo y, además, me da mucha rabia que el juez tenga que pasar por esta situación. Ayer Carme Chacón dijo que algo iba mal cuando a un juez se le encausa por investigar un caso de corrupción. Sus palabras pretenden arrimar el ascua a su sardina y son quizás muy simplistas, pero coincido en que, en efecto, algo va mal cuando Garzón es juzgado oor prevaricación.

Puede que el juez haya cometido errores. Rectifico, el juez ha cometido errores, como todo el mundo. Tan irracional es presentarle como un diablo odioso que hacerlo como un santo o un héroe. Antes de hablar de la figura de Garzón, quiero hablar algo de los casos que tiene que hacer frente. El primero, cuyo juicio comenzó ayer, es un presunto delito de prevaricación por haber odenado intervenir las conversaciones entre acusados de la trama Gürtel que estaban en prisión con sus abogados, de los que Garzón sospechaba que también estaban implicados en la trama. Ayer el juez explicó el porqué de esta decisión y aseguró que, en contra de lo que se dice por ahí y en el propio juicio, sí era legal hacer eso. Me extraña mucho que un juez de la extraordinaria trayectoria de Garzón cometiera un error tan grave. En todo caso, como no soy experto en derecho ni nada por el estilo, dejemos eso a los jueces y, ya de paso, a los tertulianos que con tanto ímpetu andan por ahí proclamando que Garzón cometió un delito y que es alguien poco profesional y todas esas lindezas que tanto tiempo llevaban esperando poder decir sosteniéndose en un juicio contra el magistrado.

Este es un caso, pero hay más. También se le acusa de haber cobrado un dinero del Banco Santander y de que, poco después, dictó una sentencia favorable a la entidad financiera. Digo lo mismo, que se investigue, pero de entrada diría también que, puestos a mirar actitudes irregulares de este tipo, algunos de los que tanto están criticando al juez no tendrían que irse muy lejos para encontrarlas. El tercero es porque, según los que acusan a Garzón, el juez se excedió de sus funciones al pretender investigar el franquismo. Puede, pero siceramente creo que es más preocupante que la ley no permita a un juez español investigar los crímenes de la dictadura que el hecho de que algún magistrado decida meterle mano. ¿Por qué aplaudimos a Garzón todos cuando encausó a Pinochet pero le atacamos duramente cuando hace lo propio con el régimen franquista? El dictador está muerto, ya lo sabemos. Lo notamos, entre otras cosas, en que ahora vivimos en una democracia y tenemos libertad. Pero los crímenes contra la Humanidad no prescriben.

Son muchas y muy variadas las críticas a Garzón. Puesto que él ha investigado igualmente irregularidades de los dos grandes partidos, sus apoyos dentro del PP y el PSOE son muy comedidos y muy reducidos. Cuando Garzón, después de su corta aventura política con Felipe Gonzáles, investigó el GAL, la derecha le elevó a los altares y los socialistas, que creían que era uno de los suyos y que no investigaría sus trapos sucios, le defenestraron. El tiempo curó algunas heridas, pero no todas. El caso es que Garzón también ha investigado, cuando ha habido actos irregulares para ello, al PP con la trama Gürtel. Entonces ese gran juez ya era otra cosa bien distinta. El destino, siempre caprichoso, ha querido que una causa relacionada con la Gürtel esté siendo juzgado al tiempo que Garzón tiene que responder por su investigación de este caso. A la vez que vemos la dignidad del juez y la seguridad con la que defiende su actuación, podemos abochornarnos todos con las conversaciones de Camps y sus amiguitos del alma. Las comparaciones, en efecto, son odiosas.

De Garzón se ha dicho siempre que tiene un desmedido afán de protagonismo y que ha hecho muchas cosas de cara a la galería. Es una opinión tan generalizada que me cuesta mucho intentar defender lo contrario. Puede que él quisiera ser un juez estrella, pero es que lo fue. Y no sólo por su presencia mediática, sino porque actuó de forma muy decidida y valiente contra ETA, los narcotraficantes, Pinochet y un largo etcétera. Aceptó que le guste más de la cuenta aparecer en los medios o que se hable de él, pero dio motivos para que así fuera. Esos motivos estaban relacionados con su profesionalidad y buen hacer. No puedo evitar tener la sensación de que muchos de los que están juzgando a Garzón le tenían muchas ganas, se la tenían jurada. Es curioso, porque aquellos que le acusaban de querer ser un juez estrella ahora quieren apagar su luz, quizás para lograr así que brille la suya propia. Muy poco ejemplar todo.

Garzón se ha ido ganado enemigos durante sus años como juez entre sus compañeros y también en la política, pero destacaría que, entre sus más férreos enemigos, están los etarras, los narcontraficantes y los corruptos. Son ellos probablemente los que con más gozo y felicidad estén viendo este juicio. A muchos les cuesta, pero creo que todos deberíamos agradecer con sinceridad de forma eterna a todos aquellos jueces valientes que, como Garzón, lucharon contra ETA. Si la pesadilla del terrorismo desaparece definitivamente algunos quizás se querrán colgar medallas porque ocuparon este o aquel cargo, pero el mérito será de mucha más gente. Será de la policía, de la guardia civil, de la policía autónoma vasca, de los gobiernos central y autonómico, de las víctimas y su ejemplar comportamiento, de la colabiración de Francia, de todos los demócratas y, por supuesto, también y en gran medida de los jueces que, como Baltasar Garzón, han comatido sin descanso y jugándose la vida al terrorismo.

Allá quien prefiera quedarse con el Garzón acusado de prevaricación o con el juez estrella que adoraba tener presencia mediática. Yo, sin duda, me quedo con el que trabajó de forma excepcional contra los delincuentes. Si ha cometido algún error deberá responder por ello, pero que no sea esto una persecución que es lo que parece en ocasiones. Al menos espero que los que juzgan a Garzón escuchen sus razonamientos y sus explicaciones en el juicio. Por lo demás, una última reflexión. El juicio de ayer contra Garzón es lamentable y patético, pero ejemplifica, quizás por eso precisamente, lo que es este país con toda su mezquindad, su radicalismo y con todas sus miserias. Que los disfruten los que se alegren de ver al juez que combatió a ETA y a muchos otros delincuentes con todas sus fuerzas. Eso sí, que sepan que están compartiendo la alegría con los etarras, los narcotraficantes y los corruptos.

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