Zapatero y Rajoy, de buen rollo

Ayer comenté varias imágenes que dejó el acto de celebración del 33 aniversario de la Constitución española, pero no hablé de la imagen más comentada y peculiar del día: la de Mariano Rajoy y José Luis Rodríguez Zapatero muy amigos, de buen rollo. Estos dos políticos se han tirado muchos trastos a la cabeza, pero al final de su relación política están manteniendo una muy estrecha relación. Dicen que hablan por teléfono todos los días y se ve que las tiranteces y desconfianzas quedaron atrás. Rajoy ya no ve a Zapatero como un rival político, y Zapatero ya está en retirada y quiere dejar al menos como último servicio al país un traspaso de poderes ejemplar. A mí me alegra que la relación personal entre los dos sea buena y creo que es una buena señal. Las diferencias políticas pueden ser muy grandes, pero el trato personal debe quedar al margen de ellas.

Zapatero y Rajoy tienen, a simple vista, poco en común. Desde el 21 de diciembre pasarán a tener en común que ambos han ocupado el puesto de presidente del gobierno. También coinciden en otra cosa: los dos se han visto en algún momento de su carrera política menospreciados y dados de lado por gente de su propio partido. Creo que los dos tienen bastante claro cómo va esto de la política. Rajoy sufrió de lo lindo cuando perdió sus segundas elecciones generales en 2008 y la mitad del partido afilaba los cuchillos para desalojarle de la presidencia del PP. Ahora los mismos que le hicieron la cama le adoran y veneran como el gran líder que necesita España. Con Zapatero ha pasado lo mismo, pero al revés. Comenzó siendo admirado como un líder progresista planetario que iba a transformar España y que sería por siempre recordado gracias a los mucho s avances sociales que iba a traer a nuestro país, pero terminó con la práctica totalidad del partido renegando de él. Ambos saben muy bien que los que hoy te adulan mañana te desprecian, y viceversa.

Como es natural, ya que son dirigentes de dos partidos enfrentados y opuestos, cuando a uno le van bien las cosas en política al otro le van mal. No hay sitio para los dos. Es por ello que cuando Zapatero saboreaba las mieles del éxito, Rajoy sufría con la soledad del fracaso. Rajoy pasó de perdedor a líder sólido y responsable, y Zapatero de brillante político y referente para todos a repudiado por su propio partido. Ahora, cuando uno de los dos desaparece del mapa político, se unen y muestran una estrecha relación personal. Puede que Zapatero se sienta mejor hoy hablando con Rajoy que haciéndolo con Rubalcaba u otros líderes del PSOE que, en el fondo, quieren tener poco que ver con él y que no dudarán a la hora de culparle de los males del partido. La otra vertiente de esta buena relación entre Zapatero y Rajoy, naturalmente, es que están protagonizando un ejemplar y modélico traspaso de poderes. El gobierno saliente está facilitando al PP todos los datos y documentos que están pidiendo. Es de agradecer.

Ayer fue posiblemente el último día importante en el que Zapatero y Rajoy comparten escenario y en el que hablamos de los dos de forma conjunta. En breve al todavía presidente en funciones le sustituirá como líder del PSOE y como cabeza visible de los socialistas en el Congreso otra persona. Sinceramente, toda la responsabilidad y sentido común que están demostrando los dos en estos momentos cocha bastante con la oposición destructiva del PP y con la falta de voluntad de pactos y diálogo del PSOE en el gobierno estos últimos años. La relación entre el presidente y el jefe de la oposición debería ser siempre fluida, no sólo al final del mandato de Zapatero porque Rajoy y él se pongan tontorrones o nostálgicos. Está claro que la marcha de Zapatero pone punto final a un ciclo de la política española. Rajoy pasa a ser presidente y él ocupará la siempre delicada función de expresidente. Para saber cómo debe actuar a partir de ahora puede tomar ejemplo de Aznar y González para no hacer casi nada como ellos dos. Uno y otro hacen cada cierto tiempo declaraciones fuera de lugar. Intuyo que Zapatero no va a ser el clásico expresidente metepatas y con afán de protagonismo y nostalgia de tiempos pasados que son Aznar y González.

Ayer no sólo se despedía Zapatero. El presidente del Congreso, José Bono, también está en retirada por mucho que nos cueste creerlo. Se va a hacer raro no escuchar la voz de Bono en primera línea política. Hay quien dice que él querrá seguir moviendo hilos en el PSOE y que, de forma indirecta, tiene mucho que decir en el Congreso de febrero donde se elegirá al nuevo secretario general del partido. Ayer Bono se fue con un discurso de los suyos donde hay que destacar por encima de todo dos cosas: la forma en que habló al presidente saliente y al entrante, y su llamada al consenso y la unidad. De Zapatero dijo que el tiempo hará que se le reconozca más su labor al frente del gobierno. Puede que tenga razón. A Rajoy le deseó suerte de forma sincera. Si a él le va bien en el gobierno, nos irá bien a todos. Bono dijo también que quien no arrimé el hombro no estará a la altura. Es una reflexión muy acertada. Nadie deberá poner sus intereses partidistas por encima del interés general. Todos deben remar en la misma dirección.

En definitiva, la fiesta de la Constitución de ayer tenía un toque de nostalgia, de despedida, de final de ciclo. Se marcha Bono, aunque siempre hay que contar con su presencia constante y con sus apariciones públicas y en los medios para mostrar su opinión sobre lo que esté pasando; se va Zapatero y lo hace con un muy buen rollo con Rajoy. El presidente en funciones no debe de estar pasándolo bien. Tiene que estar deseando con todas sus fuerzas que llegué el día 21 de diciembre y él dejé de ocupar el puesto que tanto le ha quemado. También deseará que pasé pronto el Congreso del PSOE para retirarse definitivamente a un segundo plano. Inaceptables una vez más los abucheos a Zapatero a la salida del Congreso. Los hay que se niegan a soltar la presa aunque ya esté sin vida (política). Todos deberíamos asumir que, más allá de diferencias políticas o discrepancias personales, se debe un respeto a quien ocupa puestos como el de presidente del gobierno. Lo digo una vez más, deja mucho que desear la educación y la visión de la democracia que tienen los que durante estos últimos años han abucheado e insultado a Zapatero hasta en actos de homenaje a los caídos por España.

Todos deberíamos compartir el deseo de Bono y su petición a los partidos políticos. Hay que arrimar el hombro y ayudar a que España salga de la tremenda crisis en la que nos encontramos. Sobre Zapatero, deseo de verdad que el presidente encuentre la calma que tanto debe de estar deseando. Le ha tocado lidiar con la peor situación económica mundial en muchas décadas y no ha sido una excepción de lo que estamos viendo en muchos países: la crisis ha acabado con él. Puede que Bono tenga razón y algún día se le reconozcan a Zapatero más méritos y la valoración de su gestión sea mejor. Es más, puede que no tenga que pasar mucho tiempo para agradecer al presidente en funciones su decidido compromiso con los derechos sociales y con la búsqueda de la igualdad real entre hombres y mujeres, al margen de algunos errores. Y puede que no tenga que pasar ni un sólo segundo para que muchos defendamos que, decisiones erróneas aparte, Zapatero puso siempre su mejor voluntad y que fue alguien honesto en el cargo.

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