Urdangarin, apartado de los actos de la Casa Real

El día de hoy es muy intenso en lo informativo. El juicio al expresidente valenciano, Francisco Camps por los célebres trajes de la trama Gürtel; la elección por parte de Rajoy de los presidentes del Congreso y el Senado; los debates en torno al banco malo; las declaraciones de Zapatero sobre la Ley Sinde... Muchas son las noticias destacadas hoy en España, pero una sobresale por encima del resto. Hablo del caso Urdangarin y de la reacción por parte de Zarzuela para intentar esquivar el daño que el duque de Palma está provocando a la institución. Parece ser que la noticia que salió la semana pasada en Europa Press en la que se decía que el Rey estudiaba modificar la estructura de la Casa Real salió de la propia institución, que sólo un día después la desmintió. No soy un experto, pero en las crisis de imagen como la que está sufriendo la Corona la reacción a unos hechos es casi tan importante, o más, que los hechos en cuestión.

Urdangarin emitió un comunicado el sábado, cuando media España estaba velando armas para seguir el clásico entre Madrid y Barcelona, en el que decía bastantes cosas de interés. Intenta con este comunicado dejar al margen d esus turbios negocios a su familia política, la Familia Real, y a su propia esposa, que aparece en algún documento del Instituto Noos. Es curioso la forma en la que el duque de Palma dice que lamenta lo que está sucediendo. Lo hace de tal forma que viene a culpar de la situación a la prensa. No son, señor duque de Palma, las informaciones aparecidas estas últimas semanas las que están dañando a la Casa Real, son los presuntos delitos e irregularidades que desvelan. Echar la culpa al mensajero es lo más habitual en estos casos. Es cierto que Urdangarin, como el resto de ciudadanos, no debería recibir juicios paralelos ni estar en una situación de cierta indefensión, pero lo grave no es que de repente ciertos medios de comunicación publiquen esta o aquella información, lo grave es lo que hay detrás de esas noticias.

El jefe de la Casa Real, Rafael Spottorno, que debe de estar pensando que en menuda se ha metido, ha comparecido esta mañana ante los medios de comunicación. La decisión tomada por la Casa Real es apartar de todos los actos oficiales y de la agenda al duque de Palma. Es una medida acertada, pero tampoco hacía falta ser un lince para saber que iban a intentar separar a Urdangarin a toda costa de la Casa Real. En todo caso, está bien que lo hagan oficial de este modo. Lo más destacado de la comparecencia del señor Spottorno no ha sido esa medida, como digo previsible, sino sus palabras sobre las actividades del duque. Su comportamiento "no le parece un comportamiento ejemplar". Acto seguido comentó que "la Casa no puede ir más allá", pero tampoco hace mucha falta. Sus palabras dejan muy claro lo que piensa el Rey de todo esto y que en la Casa Real son plenamente conscientes del tremendo daño que está provocando este caso.

El jefe de la Casa Real también declaró que "ya se verá" la situación en la que queda la infanta Cristina. Ya se verá, sí, pero de entrada parece muy incómoda y delicada. Si no sabía nada de lo que estaba haciendo su marido, raro. Si lo sabía, malo, muy malo. El tiempo, en efecto, dirá. Pidió celeridad a jueces y fiscales y argumentó que el duque de Palma está siendo víctima de un juicio paralelo sin tener en cuenta la presunción de inocencia. Tiene toda la razón y es un tema que en España deberíamos pararnos a pensar detenidamente porque algo estamos haciendo mal. No es posible que nadie quede en una situación de indefensión y no podemos destruir el principio de la presunción de inocencia como hacemos tantas veces. El daño, se suele decir cuando alguien termina siendo declarado inocente, ya está hecho. Y es verdad. Si Urdangarin ha hecho algo mal, que lo pague. Comprendo que el juez que está llevando el caso quiere andarse con pies de plomo y dar un paso en falso, pero a nadie beneficia alargar esta situación por mucho más tiempo.

En medio de esta tormenta, provocado por ella más bien, renace el debate sobre la transparencia de las cuentas de la Casa Real. Sabemos la cantidad destinada a este fin por los presupuestos generale del Estado y poco más. Sería deseable y hasta exigible que la opacidad total de estas cuentas desaparezca. Son varios los grupos políticos que así lo demandan, por no hablar de que es lo que pide el sentido común y la mayoría de los ciudadanos. La transparencia debe ser un principio rector de todo Estado democrático. Estoy convencido de que no hay nada extraño en las cuentas de la Casa Real, pero ése no es el tema. No basta con ser honrado. Hay que parecerlo. En este caso, la presunta implicación del duque de Palma en asuntos sucios podría traer consigo más transparencia y ser, en ese sentido, positivo. Lo que deben de temer en la Casa Real es que si se termina demostrando su implicación y se le condena, puede suceder que ya no quede institución monárquica a la que aplicar el principio de transparencia.

Es pertinente realizarse una pregunta: ¿puede el caso Urdangarin acabar con la monarquía? Personalmente creo que no. Está claro que el sistema monárquico no es fácilmente defendible o apropiado en una democracia, digamos que a priori no casan. La monarquía se basa en que una familia tiene unos determinados privilegios. Eso choca con la igualdad. Tan cierto como eso es que a España, desde un punto de vista político, no le ha ido nada mal desde 1975 con Don Juan Carlos como Jefe del Estado. El Rey se ganó la simpatía y la legitimidad de los españoles en actuaciones honorables como su firme defensa de la democracia en el golpe de Estado del 23-F o en su excelente labor de pilotaje de la Transición española. Esa simpatía es su mayor aliada. Lo que cuesta años ganar y décadas consolidar se puede ir al garete en mucho menos tiempo. No ceo que la monarquía peligre. No lo creo porque para que nuestro Estado deje de ser una monarquía parlamentaria debe pasar a ser otra cosa, en este caso, una república. Y no veo al personal político muy por labor. Al ciudadano algo más, la verdad.

No sería justo que un yerno del Rey se cargara la monarquía. No sé si en España hay realmente un debate sobre el modelo de Estado. Decir que no creo que la monarquía corra peligro no significa que no pueda sufrir un tremendo desgaste de imagen y eso es muy dañino. Lo es para todas las instituciones, pero mucho más para la Casa Real. Mucha gente, aunque suene simple (nadie dice que no lo sea) defiende a los Reyes o a los Príncipes con expresiones del tipo "me caen simpáticos" o "no me molestan". No es nada racional como sí puede ser la defensa de la democracia o de algún otro término político. Será difícil encontrar hoy en España a nadie que defienda, en pleno siglo XXI, que la monarquía es el mejor sistema posible y que, pudiendo elegir al Jefe del Estado, es mucho mejor que te venga impuesto por herencia y que el próximo Jefe del Estado sea alguien que, al margen de otros muchos méritos que pueda tener, accede a ese puesto por ser hijo de su padre.

Entonces, ¿por qué ha gozado la monarquía de tanta simpatía? Pues por muchas razones, supongo. La Casa Real española, a diferencia de las de otros países, nunca ha sido amiga de dar que hablar y, es justo reconocerlo, no ha dado escándalos de especial importancia. Pasar de puntillas y hacer el papel de representación lo mejor que se pueda ha sido una de sus armas en este tiempo. Juega igualmente a su favor el hecho innegable de que las dos experiencias republicanas vividas en España fueron dos fracasos. La personalidad del Rey, tan campechano él, es otro aspecto que hizo que esa simpatía siguiera en pie. En resumen, caían simpáticos, hacían bien su papel y no creíamos que un debate sobre la forma de Estado fuera lo más urgente en España en estos momentos. En pocas palabras, no hacía falta tocar nada en ese sentido. Ahora, con el caos Urdangarin, todo ha cambiado. La personalidad del Rey empieza a parecernos menos graciosa, la opacidad de sus cuentas, menos comprensible y la lealtad y el cariño generalizado hacia la Familia Real, menos incuestionable. Hay que ver de lo que es capaz un solo hombre.

Las informaciones sobre el duque de Palma deberían acabar todas con un continuará, porque nadie duda que tendrá más entregas la historia de Urdangarin y sus negocios. La Casa Real sabe perfectamente que con lo anunciado hoy no será suficiente y el propio duque se ha buscado ya un buen abogado por lo que pueda pasar. Las banderas tricolores de la República seguirán, por el momento, siendo sólo un símbolo de quienes sueñan con una Tercera República Española (a la tercera, dicen, va la vencida). El yerno del Rey tiene también el dudoso honor de alterar la aparente calma y tranquilidad con la que de un tiempo a esta parte afrontaba don Juan Carlos su puesto como Jefe del Estado. ¿Dirá algo el Rey en su discurso navideño de Iñaki Urdangarin? Miren por donde, el discurso de Nochebuena del Jefe del Estado tendrá este año mucho más interés que otras veces. Lo que diga y lo que ni diga el Rey será mirado con lupa. Intuyo que el caso Urdangarin dará algún que otro puntillo más de share al discurso navideño de Su Majestad. Maldita la gracia que le debe de hacer.

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