Serio y riguroso, pero poco concreto

Justo un mes después de ganar con comodidad las elecciones generales, Mariano Rajoy será elegido este mediodía presidente del gobierno. Será el sexto presidente de la democracia española de 1978 tras Adolfo Suárez, Leopoldo Calvo Sotelo, Felipe González, José María Aznar y José Luis Rodríguez Zapatero. El de hoy es, por lo tanto, un día muy importante para el líder del PP. Sabe como pocos lo que es sufrir en política y hoy le toca saborear las mieles del éxito, aunque sabe también perfectamente que la situación en la que llega al gobierno no es precisamente un escenario celestial. Ayer, durante una hora y veinte minutos, Mariano Rajoy pronunció el esperado discurso de investidura. Nadie le podrá discutir su seriedad, pero nadie podrá afirmar tampoco que el candidato a la presidencia fue concreto en las medidas que piensa tomar.


La única cifra concreta que dio fue la del dinero que habrá que recortar: 16.500 millones de euros. Una cifra inabarcable para todos nosotros y suficientemente grande como para que todas las partidas salvo la de pensiones puedan ser ajustadas a la baja, tal y como afirmó ayer Rajoy. No sé si merecida o no, pero Zapatero fue ganándose una fama de goberante improvisador y muy dado a golpes de efecto. A Rajoy le gusta presentarse como alguien previsible y desde que ganó las elecciones se le ha visto sonreír en contadas ocasiones. El que será en unas horas presidente del gobierno considera que la tarea que tiene por delante será muy dura y complicada y no cree que con este panorama se deban hacer muchas concesiones a la improvisación o a la falta de seriedad. Otra cosa puede que no garantice Rajoy, pero si algo está claro es que va a huir de grandes titulares y de escenas que parezcan poco serias. Su discurso de ayer tuvo algún que otro guiño optimista, pero se centró sobre todo en enumerar los problemas que tiene España y en esbozar sus planes para intentar arreglarlos.


El discurso de investidura tuvo cosas buenas y alguna más dudosa, pero desde luego fue una comparecencia muy completa, con mucho contenido. Habló de muchos aspectos centrándose, como es natural, en la economía. Acertó Rajoy al mirar hacia adelante y evitar hacer reproches a sus antecesores en el gobierno. Tendió la mano a la oposición y, ya por la tarde, Rubalcaba ofreció lealtad a Rajoy y se mostró muy conciliador. Lo positivo de su discurso fue la seriedad y rigurosidad que había detrás. El candidato a la presidencia incidió en el drama de los parados y habló en varias ocasiones de los jóvenes, cuya situación laboral es especialmente precaria. Rajoy dijo en su discurso una de las pocas cosas que ya había anunciado con anterioridad: que su primera ley será para desarrollar la reforma constitucional de control del déficit pactada entre Zapatero y él por exigencia de Merkel y los mercados hace unos meses. Algo que también se sabía ya es que va a recuperar el Ministerio de Agricultura.


Rajoy se puso muchos deberes ayer. Una de sus primeras reuniones después de las elecciones fue con los agentes sociales. A los líderes sindicales y al presidente de la CEOE les pidió consenso para reformar el mercado laboral. Rajoy dijo ayer que quiere que esa reforma salga adelante con el apoyo de los agentes sociales, pero también afirmó que no hay tiempo que perder. Conclusión, las posibilidades de que la reforma laboral que planea Rajoy sea fruto del acuerdo son más bien escasas. Ayer en el Congreso gran parte de la oposición dijo que no era necesario hacer una nueva reforma laboral. Rajoy quiere hacer frente al mayor drama social que sufre España en estos momentos. No dio muchos detalles sobre esta reforma, pero sí anunció que incentivará la contratación de nuevos empleados y de jóvenes en busca de su primer empleo, al tiempo que ayudará a los emprendedores. Por otro lado, también defendió que el empleo público quedará congelado salvo en las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, es decir, que las academias que preparan a los opositores se echarían ayer a temblar. Rajoy buscará también eliminar las prejubilaciones a costa del Estado y, como nota pintoresca del discurso, llevará los días festivos a los lunes más cercanos para evitar macro puentes que dañen la economía.


La cuestión laboral es, naturalmente, una prioridad. Rajoy en su discurso señaló que en un país con esta terrible cifra de parados no hay muchas dudas sobre qué es especialmente urgente. El futuro presidente también señaló que España debe cumplir con sus compromisos de déficit y debe intentar volver a ser respetado en Europa. Los planes de ajuste y de severos recortes que se avecinan, y que Rajoy se guardó ayer, no ayudarán a crear empleo, por lo que el gobierno deberá buscar incentivar la contratación de otro modo. Los gobiernos no crean puestos de trabajo (los crean hasta un punto), y lo que se espera de ellos es que favorezcan la contratación, que construyan un escenario en el que sea más atractivo contratar a nuevos trabajadores. Todo ello sin reducir derechos de los empleados. La prioridad absoluta de España debe ser combatir el paro. Surgen voces, y ya no son ni una ni dos, que anuncian que el desempleo en España no ha tocado techo y que seguriá subiendo a comienzos de 2012. El nuevo gobierno deberá hacer todo lo que esté en sus manos para hacer fracasar esas negras previsiones.


La medida estrella, al menos la única realmente concreta y que será muy bien recibida por un amplio sector de la población es la actualización de las pensiones. Era un compromiso de Rajoy en la campaña y hace bien en llevarlo a cabo. Por contra, Rajoy también dejó caer ayer que para calcular la pensión se tendrá en cuenta toda la vida laboral y no los últimos 15 años, lo que en a mayoría de los casos supondrá una pensión más baja. Rajoy anunció ayer que buscará un pacto por la estabilidad y la eficiencia con todas las administraciones públicas y aseguró que intentará eliminar duplicidades en las competencias. Este último punto es muy importante y por ahí se podrá meter la tijera, más bien el sentido común, sin problemas. Al candidato no le termina de convencer la reestructuración de las entidades financieras. Rajoy buscará nuevas fusiones e intentará hacer aflorar los pisos que tienen a granel los bancos. Otra medida económica destacada es la recuperación de la deducción por compra de vivienda habitual.


La educación centró también una parte del discurso de Rajoy. El candidato dijo que no es admisible que con cada cambio de gobierno se haga una reforma educativa distinta y anunció que buscará un gran pacto en este sector para el que prevé cambios importantes como hacer que el bachillerato pase a ser de tres años. También recordó el elevado índice de abandono escolar en España y un dato preocupante: ninguna universidad española está entre las 150 mejores del mundo. Al margen de si lo anunciado ayer por Rajoy es acertado o no, me alegra que la educación sea un aspecto que se tenga en cuenta y al que se dé la importancia que merece. Es de una torpeza enorme obviar que la educación es una inversión necesaria y que la formación de los jovenes de hoy repercutirá decisivamente en la sociedad del mañana. Por supuesto, hay que recordar que estas palabras llegan en mitad del conflicto entre la Comunidad de Madrid y los profesores por los recortes en educación. No se puede predicar una cosa y practicar otra bien distinta. En cualquier caso, la educación es un pilar esencial de toda sociedad y es acertado destacarlo así en un discurso de investidura.

Rajoy anunció más planes generales, más líneas maestras de su futuro gobierno. Entre ellas está su itención de reformar las subveciones públicas para eliminar las nominativas y buscar transparencia en su concesión. Rajoy dijo que buscará renovar los puestos del Tribunal Constitucional y de otros órganos que están pendientes. Es de esperar que el PSOE desde la oposición no bostaculice tanto como el PP en su día, y que el PP en el gobierno ceda más que lo que hicieron los socialistas para lograrlo. Por cierto, Rajoy no tiene la más mínima intención de cambiar la Ley Electoral. Rosa Díez se lo pidió, pero para él hay un gran consenso sobre la actual normativa y forma parte de las reglas del juego. Si había alguna esperanza de que en España se lograra tener una ley electoral más justa y donde las diferencias entre los votos de ciudadanos españoles de distintos lugares no fueran tan escandalosas, ayer quedaron totalmente desechadas. Hoy Rajoy será elegido presidente y mañana, al fin, conoceremos la composición de su gobierno. A la seriedad y rigurosidad mostradas en el discurso de ayer, que son muy de agradecer, se debería haber sumado la concrección. Seguimos con muchas dudas sobre los planes de Rajoy y si ayer, discurso de investidura, no era el día para despejarlas, ¿cuándo lo será?

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