El Congreso arropa al Rey

Ayer se celebró el acto de apertura de las Cortes en el Congreso de los Diputados. Como de costumbre, el Rey Don Juan Carlos, como jefe del Estado, fue el encargado de presidir este acto. Junto a él, la Reina Doña Sofía y los Príncipes de Asturias también acudieron al Congreso en un acto al que solían acudir las Infantas. El día de ayer sirvió para escuchar un nuevo discurso del Rey y, sobre todo, para presenciar una de las ovaciones más largas y sentidas que se recuerdan en la Cámara. Los diputados y senadores asistentes aplaudieron durante dos minutos al Jefe del Estado. El presidente del Congreso, Jesús Posada, dijo que era la forma que tenían los representantes políticos de elogiar su brillante discurso de Nochebuena. A nadie se le escapa que esta ovación llega en un momento especialmente delicado para la monarquía. Eso sí, la situación de la Casa Real hace un par de semanas se asemeja, aunque parezca estraño, poco a la actual.

El Rey está haciendo las cosas bien. En una crisis de imagen como la ocasionada por los negocios de Iñaki Urdangarin tan importante son los hechos en sí como la reacción por parte de la institución afectada. La primera respuesta de la Casa Real no estuvo a la altura. Hubo gran indecisión y poca claridad. La Reina Doña Sofía se dejó fotografíar con el duque de Palma en plena tormenta. Fue un error que parece más grave todavía por el hecho de proceder de la reina, siempre tan profesional y tan exquisitamente correcta. Sin embargo, después sí se cogió el toro por los cuernos y se retiró a Urdangarin de los actos oficiales de la Casa Real, al tiempo que se calificó su actitud de no ejemplar. El Rey se quejó ayer ante la prensa de que se hayan personalizado sus palabras en el discurso del 24 de diciembre en su yerno, pero en realidad todos tenemos claro a quien iban dirigidas las palabras. Es lógico que el monarca dijera eso ayer en los corrillos con la prensa en el Congreso, pero su mensaje fue claro y contundente en defensa de la honestidad y la honradez y con ello hemos de quedarnos.

Ayer, en su discurso en el Congreso, el Rey volvió a incidir en la necesidad de trabajar de forma honrada y pidió que se busqué reforzar el prestigio de las instituciones, que no pasa por su mejor momento y no sólo la Casa Real por el caso del duque de Palma. Hace muy poco en las calles resonaban frases del tipo "no nos representan" o "no hay pan para tanto chorizo". El caso Urdangarin todavía no había salido a la luz. Por eso es tan oportuno lanzar esa mensaje desde las altas instituciones del Estado. Sólo falta ahora que, en efecto, se haga un esfuerzo porque así sea. Los políticos deben combatir la corrupción con todas sus fuerzas y sin ninguna vacilación. Lo que hizo el Rey en el discurso de Nochebuena, por ejemplo, dista mucho de la actitud cobarde de los partidos políticos cuando mantienen en sus cargos a responsables acusados de casos de corrupción alegando eso tan socorrido de la presunción de inocencia. Hay que respetarla, pero no parece muy ético que los cargos políticos se defiendan de acusaciones graves desde sus puestos, sería más razonable que dimitieran, al menos mientras dure el proceso judicial contra ellos. El Rey no dudó a la hora de apartar a Urdangarin de los actos de la Casa Real ni de decir que "la ley es igual para todos".

El Rey afirmó ayer en el Congreso que estaba realmente emocionado por la gran ovación recibida ayer en el Congreso. Tampoco lo podía disimula, pues se le veía francamente agradecido a todos los diputados y senadores que le ovacionaron de forma casi unánime. Amaiur y ERC no asistieron a la ceremonia y algunos que sí asistieron, como Cayo Lara o Uxue Barkos, decidieron no aplaudir al Jefe del Estado. La ovación fue atronadora y demuestra el apoyo mayoritario de los políticos al Rey. Desde luego este apoyo llega en un momento en el que es muy necesario. La Casa Real española, a diferencia de otras casas reales europeas, no ha tenido serios escándalos ni crisis de imagen estos últimos años. El Rey se ganó el cariño y el respeto de los españoles por su intachable labor al servicio de la democracia desde que sucedió a Franco como Jefe del Estado. Desde la Transición a la monarquía se le ha respetado y, o bien porque no existían o bien porque se tapaban, no conocemos casos serios o fiables que pudieran desacreditar a la institución. El Rey sabe que el caso Urdangarin supone el desafío más grave de la Casa Real en décadas y no está dispuesto a actuar tarde y mal.

Hoy, día de los inocentes, la Casa Real publicará en su web las cuentas. Es un ejercicio de transparencia muy razonable. Es una pena que se haya tenido que esperar a que saltara un escándalo como el de Urdangarin para que se tomara esta decisión. El que no tiene nada que ocultar, y estoy seguro de que es el caso, no puede tener como aliado el secretismo. Las cuentas que se van a publicar no van a ser tan detalladas como las de otras casa reales, pero esta medida es un buen primer paso. La publicación de las cuentas, por supuesto, dará para horas y horas de programas de cotilleos. Los tipos que se dedican a este tipo de información, por llamarlo de algún modo, se alegrarán mucho de poder saber algo de las cuentas de la Casa Real. Para el resto de los mortales, será una medida acertada de la Jefatura del Estado. No era sostenible ni decoroso que la Casa Real mantuviera por mucho más tiempo el ocultismo de sus cuentas. No hay mal que por bien no venga.

A todo esto, la legislatura que ayer abrió solemnemente el Rey será una legislatura muy dura. Este viernes llegarán los primeros recortes en un esperado Consejo de Ministros. Con los recortes que va a llevar a cabo el gobierno sucede algo parecido que con la llegada de Ana Botella a la alcaldía de Madrid, lo pintamos todos tan mal y tan desastroso que muy terrible tiene que ser lo que venga para que no nos parezca poco. Como todos damos por hecho que Rajoy y sus ministros van a meter la motosierra y que lo que se avecina será muy duro, al final hasta puede que los recortes nos parezcan poca cosa. No daremos ideas, por si acaso. De Guindos reconoció esta semana que España entrará en recesión y, la verdad, no vamos a estar para muchas florituras ni para enredarnos en debates absurdos que, para más inri, nos hacen olvidarnos por un momento de la muy seria cuestión que hay detrás y que debe ser la absoluta prioridad. No es serio que nos enredemos una y otra vez en debates semánticos cuando la realidad que está detrás es muy preocupante.

Hablo, y hago un giro sobre lo que estaba hablando, pero necesito escribir algo de esto, de la polémica por el hecho de que la nueva ministra de Sanidad, Ana Mato, calificó la violencia machista como violencia en el ámbito doméstico o en el entorno familiar. Las personas que se ocuparon en la última legislatura de combatir esta lacra han salido en tromba a criticar a la ministra. Dicen que el lenguaje no es neutro y que es un error calificar este tipo de violencia de ese modo. En eso puedo estar de acuerdo con estas personas. Es verdad que el lenguaje tiene mucha importancia y también que la ministra pudo no acertar con este término. Pero hasta ahí llego. Además de eso también han dicho que en cinco días se puede deshacer lo que se ha hecho durante muchos años en la lucha contra la violencia de género y salen a sentar cátedra y, lo que es peor, a presentarse como las únicas personas en el mundo que conocen perfectamente este fenómeno, como las únicas que saben combatirlo bien y como las únicas que están realmente concienciadas con él.

Es indigno, poco serio y profundamente irresponsable insinuar como algunas personas están haciendo que la nueva ministra está descuidando la lucha contra la violencia de género o que con declaraciones como ésta se puede retroceder en la lucha contra esta lacra. ¿Qué es esto? ¿Todo vale para hacer crítica política? No dudo que todas y cada una de las personas que se han tirado a la yugular de Ana Mato por utilizar este término para hablar de la violencia machista lo han hecho con buena fe y tampoco dudo de su compromiso para combatir esta lacra. Pero que ellas no duden del compromiso de los demás. Es indecente y de una bajeza moral notable criticar a la ministra de este modo por calificar el asesinato como hecho de violencia en el ámbito del hogar. Las palabras son muy importantes, desde luego, y se podría abrir un debate sobre ellas. Pero las palabras no matan. Matan los asesinos de estas mujeres, mata el machismo. Lo importante de este tipo de violencia es que hay que erradicarla porque es algo intolerable. Mal haremos si nos enredamos en estúpidas discusiones semánticas.

Anoche, mientras estábamos discutiendo si debíamos llamarla violencia en el ámbito doméstico o violencia de género o machista, otra mujer fue asesinada. A su familia poco le importara que al atroz crimen lo llamemos de un modo u otro. No creo que nadie pueda dudar de que el nuevo equipo del ministerio correspondiente va a luchar con la misma fuerza y con el mismo compromiso contra la violencia machista. Sí, lo importante es erradicar esta lacr repugnante. La ministra se pudo equivocar, se equivocó a buen seguro, pero sinceramente creo que se han equivocado bastante más todas las personas que se han tomado la liencia de deducir de sus palabras que Ana Mato no va a combatir contra la violencia que se ejerce contra las mujeres. Nadie debería presentarse como una autoridad de tal calibre que sólo él o ella puede definir este fenómeno y sólo él o ella puede decir quién actúa bien y quién no en este sentido. Leire Pajín y compañía lucharon contra la violencia doméstica como mejor supieron y siempre tendremos que agradecérselo, pero es muy insensato por su parte arremeter de este modo contra Ana Mato por llamar a la violencia de un modo distinto al que a ellas les parece más acertado.

Todos debemos combatir la violencia machista y, sinceramente, veo más urgente evitar las muertes que enredarnos en discusiones semánticas. Esto no es la RAE, su labor es la de hacer todo lo que esté en sus manos por erradicar esta lacra. Personalmente creo que la definición más acertada es la de violencia machista, pero jamás se me ocurrirá criticar con fiereza a una persona que lo llame de otro modo pero que tenga el mismo grado de compromiso y la misma preocupación que yo por este problema. Es un problema de todos. Las cuestiones semánticas son importantes, de acuerdo, pero hay otras formas de actuar y de intentar hacer ver cuál es el término exacto. Los debates semánticos sólo llevan a situaciones esperpénticas y ridículas como aquella célebre tarde en la que alguien inventó la palabra miembras. Dejémonos de debates estériles y rememos jntos en la misma dirección para hacer que dentro de unos años la violencia machista forme parte del pasado. Si todos estamos tan conciencidados y comprometidos, ¿por qué discutir así por una cuestión semántica? Insisto, las familias de las mujeres asesinadas no lloran porque a esos crímenes odiosos se llamen de un modo u otro. Vayamos a lo más urgente y trascendente. Todos juntos, que e problema así lo requiere.

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