La segunda revolución en Egipto

Vaya por delante algo que es obvio, me horrorizan y espantan los enfrentamientos en El Cairo de estos días porque han dejado másde 35 civiles muertos y porque no soporto la violencia en ninguna de sus formas. Dicho esto, no puedo dejar de mirar con gran admiración al pueblo egipcio. A comienzos de año salieron a la calle, se jugaron la vida (cientos la perdieron) por la ibertad y para exigir cambios y avances democráticos en el país. Entonces lograron llevarse por delante a Mubarak y dieron su apoyo al ejército para que pilotara la transición. Los militares, que en su momento se pusieron del lado del pueblo, algo que resulto decisivo para el triunfo de la revuelta en febrero, están intentando alargar más de la cuenta su mandato provisional y queda patente que los ciudadanos no están dispuestos a cambiar un tirano por un sistema de cambio en el que los militares tengan siempre la última palabra.

Es admirable la determinación del pueblo egipcio. Cuando en febrero escribí sobre la primavera árabe dije que no sabía explicar muy bien por qué las revoluciones o las revueltas populares fascinaban tanto a mucha gente. Desde entonces le he dado alguna vuelta que otra y llego a la conclusión de que imágenes como las de la plaza Tahrir repleta de personas que se juegan la vida por la libertad, por mejorar las cosas en su país y por tener la opción de vivir en un país mejor y más justo, son escenas de una fuerza impresionante. Son un símbolo de cómo de vez en cuando el pueblo, ése que es tratado como un rebaño y que es sistemáticamente ninguneado por los poderosos, se levanta y alza su voz para reclamar cuestiones básicas como la libertad. Muestran la fuerza de los ciudadanos cuando se unen, demuestran que un pueblo es capaz de cambiar el mundo. ¿Cómo no nos va a fascinar que, en lo que llevamos de 2011, cuatro tiranos hayan sido desalojados del poder?

Egipto, al igual que el resto de países en los que se está viviendo la primavera árabe, se está enfrentando a muchas complicaciones. Cuando Mubarak se marchó estaba claro que, aunque eso suponía un logro importante, el trabajo más duro estaba por delante. Faltaba mucho para poder avanzar hacia lo que los egipcios reclamaban en las calles. La Junta Militar que se puso a los mandos del país ha repetido, quizás por inercia, quizás por ansias de poder, los métodos despóticos y antidemocráticos del sistema anterior. No cayó en la cuenta de que los ciudadanos no querían un cambio de cara, deseaban una profunda transformación del país. Es cierto que en todos los procesos de transición a la democracia recordados hay voces que piden que se pise el acelerador y otras que consideran que más vale ir poco a poco para no estrellarse. En esas está Egipto, pero los militares deben saber que el modelo que han propuesto no es válido para la mayoría de los ciudadanos, y si no es válido para ellos, sencillamente no sirve.

Si algo ha dejado claro el pueblo egipcio desde que comenzó la revolución de comienzos de año es que se acabó el tiempo en el que decían por ellos y en el que sólo se escuchaba su voz si era para decir que sí a todo lo que ordenaba el dictador de turno y sus secuaces. Egipto será lo que deseen los egicpios y más le vale a la Junta Militar aprender lo antes posible esta lección. El pueblo es suficientemente maduro y ha demostrado suficiente valentía y coraje como para aceptar tutelas del ejército. No es sencillo articular un modelo de transición que funcione y no hay una fórmula mágica, pero desde luego ese sistema ideal no puede pasar por darle la espalda a la población y por intentar silenciarla con violencia. Si los ciuadanos egipcios han perdido la confianza en el ejército, quizás los militares deben plantearse qué han hecho mal en este tiempo. No vale con pedir perdón por las decenas de muertos civiles si acto seguido se envían más tropas para controlar a los manifestantes.

Quiero hablar también del fotógrafo español Guillem Valle que está hospitalizado en El Cairo tras haber recibido una paliza de la policía. La labor de la prensa, siempre incómoda para quienes pretender ocultar lo que está ocurriendo, es muy necesaria y loable en este tipo de situaciones. Espero que el fotógrafo se recupere en breve y que pueda volver al trabajo, porque sus imágenes y las de sus compañeros ilustrarán mejor que cualquier otra cosa lo que sucede en El Cairo. Ánimo.

Sobre lo que está ocurriendo en Egipto hay muchos elementos de análisis que deben ser tenidos en cuenta. Dos de ellos son: la velocidad que debe tener un proceso de transición a la democracia, y el poder de los Hermanos Musulmanes y el temor de que el islamismo se haga con el poder en el país. La primera cuestión ya la esbocé antes y es algo que se encuentra en todos los procesos de este tipo. Supongo que España en 1975 no sería una excepción. Entonces había quien pretendía una ruptura radical con el franquismo y quienes defendían mejor destruir el sistema poco a poco desde dentro midiendo cada paso y cada decisión para buscar la reconciliación nacional. El tiempo ha demostrado que, aunque hubo cosas que seguro que se podrían haber hecho mejor, la opción escogida por nuestro país fue acertada. No hay dos transiciones iguales y la España de entonces poco se parece al Egipto de hoy, pero el pasado siempre da lecciones que conviene aprender y puede que una de las que dejó la Transición española es que este tipo de procesos deben hacerse pisando siempre en tierra firme y a la velocidad recomendada por la cautela, no a la que pide el corazón.

De todos modos, aunque puede que los ciudadanos egipcios se estén precipitando, no está de más que a los militares les quede claro que ellos están donde están con la única misión de conducir la transición y llevarla a buen puerto, pero su mandato debe tener fecha de caducidad. La Junta Militar se había reservado el derecho de vetar todos los puntos de la nueva Constitución que no les gustará. Es una exigencia que los ciudadanos no toleran, y parece razonable que así sea. La población es muy exigente porque es mucho lo que está en juego y porque son muchos los que se han quedado por el camino. Confió que el sentido de Estado prime en los militares y que la tregua que se ha establecido en las últimas horas sea preludio del regreso paulatino a la normalidad y, sobre todo, de que han entendido el mensaje del pueblo.

Sobre la posible llegada del islamismo al poder en Egipto, es una posibilidad que está ahí y que asusta bastante en Occidente. Es lógico que así sea teniendo en cuenta que hay quien pretende implantar la sharia como ley suprema del ordenamiento jurídico. Pero, como muy bien expresaba Ana Romero en un artículo de ayer en El Mundo, si los egipcios se han levantado contra Mubarak y contra los militares, parece razonable pensar que tampoco se quedarán callados si los islamistas más radicales les pretenden quitar las libertades por las que tanto han luchado y siguen haciéndolo. Egipto ha demostrado que merece un futuro mejor y su pueblo está dando una lección a todo el mundo que pasará a la Historia.

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