Dudas en Egipto, avances en Libia

Vuelvo a hablar de la primavera árabe centrándome en este caso en dos países, Egipto y Libia, que son plenamente conscientes de las muchas dificultades que tendrán que hacer frente para poder avanzar hacia una democracia. Como hoy es día de elecciones en España, sí quiero decir que aquí, no hace tanto tiempo, no era posible votar. Pienso en las muchas personas que no pudieron participar en unas elecciones libres durante décadas. La democracia es imperfecta, pero podemos criticarla e intentar cambiarla sin temer represalias gracias, precisamente, a que vivimos en un régimen democrático. Confieso que esta mañana he escuchado en Onda Cero la canción Libertad sin ira y me ha emocionado bastante. Espero no perder nunca la ilusión por ir a votar. Será pedante eso de la fiesta de la democracia, será verdad que quien gane las elecciones deberá responder casi más ante Merkel y los mercados que ante sus votantes, pero, días como hoy tienen que tener un carácter festivo y alegre. Aunque sólo sea porque, por un día, los políticos callan y los ciudadanos tomamos la palabra.

En países como Egipto o Libia muchas personas se han jugado y se siguen jugando la vida para conseguir hacer, entre otras cosas, lo que hoy vamos a hacer los españoles: votar, elegir libremente a sus representantes. Mubarak y Gadafi quedaron atrás y ahora viven un proceso complicado de transición que debe acabar en una democracia. En Egipto se avecinan unas elecciones, pero el ambiente allí es bastante mejorable. Los ciudadanos que salieron a las calles hace meses y confiaron en el ejército para pilotar la transición ahora vuelven a Tahrir, pero esta vez descontentos y desconfiados por cómo se está llevando el proceso. Todo proceso de transición hacia la democracia lleva consigo momentos de desengaño y desilusión. En este caso parece que algunos egipcios no creen que las elecciones próximas vayan a ser todo lo limpias que deberían. El resultado de los enfrentamientos entre fuerzas armadas y manifestantes es trágico: dos muertos y 676 heridos.

El viceprimer ministro egipcio, Ali al Selmy, ha intentado rebajar la tensión. El meollo de las críticas está en el proceso de elaboración de la Constitución y en los principios que, al parecer, está imponiendo en la Carta Magna el Ejército. El dirigente aclaró que el comité encargado de redactar la Constitución sadrá del nuevo Parlamento, pero sólo 20 de sus 100 miembros serán diputados. En él habrá, además de políticos, sindicatos, clérigos cristianos y musulmanes o militares. Nadie dijo que fuera fácil. Al contrario, cuando Mubarak cayó con relativa rapidez y con relativa poca resistenca, todo el mundo señaló que lo más difícil estaba por llegar. Lo más destacado de las revueltas en Egipto era que el pueblo confiaba a pies juntillas en los militares, y que estos a su vez se negaron a actuar contra los ciudadanos, lo que propició el cambio de régimen. Ahora ese lazo entre pueblo y ejército parece haberse roto.

El 28 de noviembre es un día muy importante para el futuro de Egipto porque se celebrarán en esa fecha las primeras elecciones libres. Habrá muchos partidos políticos que se presenten a los comicios. Es vital asegurar la limpieza absoluta de esas elecciones, para lo que supongo que habrá observadores internacionales. Los egipcios, que llevaban demasiado tiempo padeciendo que fueran sus líderes los que decidieran por ellos, podrán decir en las urnas qué futuro desean para su país. Sería deseable que se calmaran los ánimos de aquí a ese día para intentar que el proceso electoral no quede enturbiado por enfrentamientos como los de ayer. Quizás sea la hora también de que la Junta Militar tenga algún gesto hacia la población encaminado a recuperar a confianza perdida y a asegurar que el futuro de Egipto lo decidirán los propios egipcios. El país de los faraones sigue luchando por la democracia y sería una pena que las mismas personas que se levantaron contra Mubarak tengan que hacerlo ahora contra los militares que hace sólo unos meses estuvieron de su lado.

En Libia, tras la muerte de Gadafi, ayer fue detenido Saif Al Islam, el hijo preferido del dictador y el que más poder tenía en el régimen dictatorial que el país está enterrando. Es buena noticia que este personaje haya sido detenido y no ajusticiado de mala manera como ocurrió con su padre. Ahora será tratado como un prisionero de guerra. Creo que las nuevas autoridades libias están ante una oportunidad única de hacer las cosas bien. Deberían entregar a Saif Al Islam a la Corte Penal Internacional. Con su detención se debe poner punto final a una etapa negra en la historia de Libia, pero esta vez de verdad y, sobre todo, de forma más lícita que cuando se detuvo a Gadafi. Para Libia vale la misma reflexión que para Egipto: no será fácil lo que queda por hacer. Es decisivo ver quiénes se ponen al frente del país y qué tipo de normas regirán en la nueva Libia. Sería deseable, porque para eso lucharon muchos libios y para eso recibieron el apoyo de la OTAN, que Libia caminara hacia una democracia y que en el nuevo Estado se respeten de forma escrupulosa los Derechos Humanos.

El mundo está cambiando este 2011, es ya algo innegable. Pero Egipto y Libia son claros ejemplos de que cambiar las cosas no es tarea sencilla. En estos países, como en otros que también viven la primavera árabe, son muchos los que han quedado por el camino. Por eso, acabando como empecé, hemos de valorar tanto el hecho de que en España podamos ir a votar. No olvidemos que es por ello por lo que tantas personas están luchando en los países árabes. Ojalá todo se encauce de forma adecuada y los enfrentamientos y las muertes y heridos que en ellos se producen pasen a formar parte del pasado. Si algo ha demostrado el pueblo egipcio, así como el libio, es que se merece un futuro mejor.

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